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ISSN 1989-4163

NUMERO 14 - VERANO 2010

 

Jorge Mario Múnera: Hacer Visible lo Invisible

Lalo Borja

De las imágenes del fotógrafo colombiano Jorge Mario Múnera (Medellín 1953), una en particular me ha llamado la atención: el retrato de un muchacho, que bien puede estar durmiendo la borrachera en un andén, o muerto a las malas y a destiempo en algún vecindario innombrable.

Hay en él, en su rostro ajeno a cualquier preocupación, todo un mundo por dilucidar; barco de papel a merced de los vientos que le rozan.

De inmediato acude a la memoria el muerto inmortalizado por el mexicano Manuel Álvarez Bravo (“Obrero en huelga asesinado, 1934”), uno de los puntos culminantes en la obra de quien siempre buscó la verdad en la dureza del paisaje humano y geográfico de su país.

El retrato del joven puede pasar desapercibido salvo por la fuerza implícita en su indefensión, saberse doblegado ante múltiples circunstancias imposibles de cambiar. Retrato intemporal, violento, que corrobora una vez más la lentísima mutación del tiempo en tierras latinoamericanas. 

Que esté vivo o muerto termina siendo irrelevante; lo que salta a la vista es el rostro de serena aceptación, manifiesta quietud de misterios insondables.

La curiosidad me llevó a preguntarle al artista si era ésta una imagen póstuma, la del joven flotando en su etérea nube de lejana indiferencia.

Múnera es ante todo un retratista. Egresado de la academia suiza de fotografía en Ginebra ha cimentado su prestigio en logrados retratos de escritores. Éstos son en su mayoría de la nueva generación, el llamado post-boom literario; grupo heterogéneo de novelistas y poetas que han hecho carrera al margen de los rescoldos del realismo mágico.

El artista ha recorrido rincones apartados de su país en busca de argumentos visuales que vayan más allá de un paisajismo esquemático. Con ello intenta descifrar el tejido humano y social que subyace tras la fisionomía popular. Sus campesinos, indígenas y peones, representantes todos del pueblo ignorado por retratistas de catálogo, son fiel resultado del trabajo de alguien  que siente muy a fondo su llamado.

Múnera al hablar de sus retratos de escritores en Colombia dice que “son la memoria en un mar de amnesia” (El País, Madrid, 19-09-06). Este mismo concepto debe aplicarse a todo lo que el artista descubre a su paso, bien sea en Nueva York; en el Chocó, de la olvidada costa pacífica; o en las soledades salitres de la Guajira en el Caribe colombiano.
Estas son sus palabras: “He considerado que antes que todo la fotografía que hago es de carácter humanista, centrada en distintos grupos sociales. Por eso necesariamente tiene algo de antropológica. Toda fotografía centrada en la gente lleva implícito este sesgo. Siempre he pensado que sólo se ve lo que se sabe. Por eso he tratado de conocer a fondo los temas en los que trabajo. Pero la prioridad ha sido ver ese país invisible, ninguneado y sumergido por la violencia, por la injusticia y la desigualdad. Me he centrado en esa cultura colombiana popular que ha sido asfixiada por el hambre y la guerra y que el establecimiento ha tratado de ocultar hasta desaparecerla. No ha sido curiosidad lo que me ha llevado a esto sino un involucramiento total con este mundo colombiano que nos ha sido negado. Es la visión de un país que existe debajo del cuero oficial y que creo es más profundo y significativo pues no es el de mostrar si no el que llevamos dentro, muchas veces sin saberlo. Entonces el reconocimiento con nombre propio de las personas que hacen esta cultura parece y es un caso de antropología pero más allá se trata de la visión de un mundo que se ha negado y despreciado. Quiero que estos documentos sirvan para algo cuando se decida contar la versión no oficial de nuestra historia.
En cuanto al trabajo de escritores no pretendo hacer una antología personal ni menos oficiar de crítico. Sólo quiero hacer una memoria del movimiento literario colombiano durante un período determinado, entre 2006 y 2011, cinco años que con el tiempo serán un segundo que nos permitirá ver como eran nuestros escritores en el mismo momento histórico. Los textos los he escogido de sus obras, frases cortas o versos que nos dan el tono de sus escrituras y nos permiten apreciar, como si fuera una intervención artística del escritor, la grafología de cada uno. Este elemento no lo considero esencial pero sé que es revelador de la sicología de los autores y un documento que extiende el significado de la cada retrato. Esta serie consta de cerca de 200 retratos.

Actualmente estoy trabajando en otras dos series: Departamento 33, que trata sobre los colombianos en el exilio en USA y España y también estoy iniciando otra titulada: El lugar del crimen, sobre los escenarios de los principales crímenes políticos cometidos durante los 2 siglos de la república colombiana, reaccionado contra un hecho inverosímil: parece que aquí a la gente la asesinan en ninguna parte. Señalar el lugar de los hechos de sangre es una forma de impedir la amnesia total sobre estos trágicos y traumáticos episodios.

De ahí la fuerza sugerente de ese retrato por el que preguntas: no se sabe si (el muchacho) está dormido o muerto o si sueña su muerte o si la muerte es la prolongación de su vigilia con los ojos cerrados o si su sueño es dormir para siempre”.

El fotógrafo ha tenido una exitosa trayectoria a nivel internacional habiendo mostrado sus retratos de escritores en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, (40 Escritores Colombianos 2006), durante la Feria Internacional del Libro.
Con anterioridad, en 2004, su trabajo denominado “Retratos de un País Invisible”, fue colgado en la Universidad de Harvard en Boston, Estados Unidos.

También ha exhibido su obra en Buenos Aires, México, Caracas, La Habana y la Bienal de Venecia.

 

 

 
 

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