RELATOS LARVA(EN BASE)DOS
(Ángela Mallén, Entretanto, en algún lugar, Santander, El Desvelo, 2020.)
«Larva. (Del lat. “larva”, fantasma.) 1 (ant.). Duende o fantasma. 2. Fase inmediatamente posterior a la salida del huevo, en los animales que pasan por distintas fases en su desenvolvimiento, como los insectos y los anfibios, en la cual el animal tiene todavía forma muy distinta de la del animal completamente desarrollado.»
María Moliner, Diccionario de Uso del Español
“Eugenia vio cómo un borreguito se convertía en gusano, el gusano en mariposa y la mariposa en un ángel de Botero.”
Ángela Mallén, Entretanto, en algún lugar (p. 96.)
“Ángel: ha sido tan vertiginosa la sucesión de experiencias en estos últimos tiempos que no sé por momentos en qué lugar ni en qué época estamos.”
Armonía Somers, Sólo los elefantes encuentran mandrágora (Península, 1988, p. 31.)
De la infinitud a lo infinitesimal, mutando del origen larvario del ser al trasmundo, en unas coordenadas espacio-temporales—“entretanto, en algún lugar”— que parecen responder al principio de incertidumbre, la más reciente recopilación de relatos de la poeta Ángela Mallén es una colección que apresa en sus metamorfosis realidades que rehúyen la Realidad empírica, un muestrario de accesos narrativos a lasuperrealidad, del estado de larva (o ninfa), pasando por la transmutación de los personajesen crisálida(o pupa,del dolor), hasta “el momento de la sensación verdadera” (que diría su admirado Peter Handke), en la plenitud de la “larva” o revelación del ectoplasma, eclosión, en fin, de la mariposa psíquica—y no en vano a Psique se la representa con alas de lepidóptero—.
Relatos, pues, que tantean, intuyen o, en sorprendenteserendipia, asisten al hallazgo de mundos (“hay otros mundos, pero están in mente”, por parafrasear aÉluard) larvados, en ambos sentidos de la palabra “larva”. Unos cuentos que, elevando la anécdota —“Conjetura en base dos”— a categoría, podrían formularse como Larva(en base)dos.
A ver, en forma descriptiva: cuentos de fantasmas, góticos tardíos, que levitan en un super/realismo irónico y cotidiano, coloquial, familiar, a veces de pueblo, de andar por casa, entre el misterio costumbrista y lo fantástico y paranormal de las dimensiones del yo. Y protagonizados por personajes deliberadamente anacrónicos (antiguos daguerrotipos o caracteres actuales a la zaga de los tiempos: tipologías unicaracteriológicas,vale decir individuales, para ser más explícitos), propios del cine clásico en blanco y negro, y cuya íntima peripecia discurre a ritmo cinematográfico, y no por una fosilizada sinonimia de ‘velocidad’ o ‘aceleración’, sino por lo que conlleva de taller meta-literario, de V.O.S. meta-cinematográfica de cinéfilo (que no es una parafilia cualquiera), con una guasa y melancolía que recuerdanEl fantasma y la señora Muir (1945) de R. A. Dick —transustanciada, materializada en el cine por Mankiewicz un par de años después—.
Y, en boca de narradores (narradoras, en el mejor de los casos), que son buena gente, personas de bien,almas bellas incluso, aunque reconozcan el mal burlonamente,con el valor añadido de escribir la hoy tan denostada “literatura de buenos sentimientos” (algo mucho más difícil que acudir al prontuario del Mal, como diría Jiménez Lozano o FlanneryO’Connor, santa de su devoción), bajo la tríada de sus virtudes cardinales: “gozo, fidelidad y dignidad”.Trajín de idas y venidas a escala humana por la escalera filogenética —“La tortuga se veía claramente hasta que empezó a volverse caracol, luego canguro, más tarde ángel bocabajo y después hombre flaco” (p 83)—, de la fábula o el bestiario a la metempsicosis (y ya lo creo que te/meten/psicosis, con las vacas locas o la peste porcina) o transmigración de mal karma de la gripe aviar (o el murciélago PCCh-2019).
Eso, “En medio de la infinitud”, primer acto del psicodrama de Ángela Mallén, pues antes de enfilar la última parte, una anticipación actualizada de recuerdos del porvenir, la cintura de esa clepsidra figurada que es su última selección de cuentos, el díptico “La paleta de los atardeceres”, maliciosa postal turístico-sentimental, retratará,“mirando al mar”, con el mal de fondo, a la paleta (pero muy paleta) e ingenua Eugenia, tan necia como bien nacida, “bajo el palio sonrosado de la luz querepuscular” (Jorge Sepúlveda).
«Ninfa. (Del gr. “nymphe” –en lat. “lympha”-, agua.) 1(mitología). Cualquiera de las divinidades campestres con figura de muchachas hermosas que habitaban los ríos, las fuentes, los árboles, los bosques, etc. […] 4 Insecto que ha pasado ya del estado de larva, pero permanece todavía inmóvil y, generalmente, dentro de su envoltura, sin tener aún la forma de insecto perfecto.»
María Moliner, Diccionario de Uso del Español
Y es que las figuras y lances del último tercio, esos “fragmentos de apocalipsis” (que diríaTorrente Ballester) de “Juegue con los fragmentos”, recorren el gran vehículo de la escalera de vecindario de la aldea global —“El veintiuno nos parece un siglo de androides, parias, mutantes y replicantes” (p. 100)— en un tiempo de ciborgs ¿o cyborges?) sumisos como unos mandaos, entre ciudades inteligentes y el internet de las cosas. Y ahora la paleta de recursos narrativos se torna polimórfica al enfocar el extrañamiento de la vida urbana desde los márgenes del Libro de la Vida —con gentesindigentes, desdemenestrales a menesterosos, vagabundos del inframundo o vagamundos del trasmundo—, como la conspiranoiade un psicótico, las “últimas tardes sin Teresa” (“La soviética”), el monólogo de “Moby Bloom” olas sucesivas metamorfosis en siete vidas de la hidra Marcela—viaje interior por la matrioska de una mujer en estado de ninfa que corta por lo sano las mudasde su evolución personal con penas capitales de decapitación—, y en escenarios a cuál más propio de alucinación futurista, mediantegrutescos que ven el mundo urbano desde el vientre alegórico del monstruo o de híbridos transhumanizados.
Un “corpus” narrativo ante el que uno no puede evitar percibir “resonanciasmórficas” de los cuentistas leoneses del filandón (L. Mateo Díez, J. Mª Merino, J. Pedro Aparicio, Antonio Pereiraet alii) o del también andaluz Jacinto Muñoz Rangel, si es que no apunta hacia Ana Mª Shua y la especulación fantástica del microrrelatoargentino, en el doble sentido del viaje hispano de los cuentos de ida y vuelta —y el de las idas y venidas de la oruga aimagohologramática, radiografía larval, fantasmal, de la Hipsípila—, y cuyo colofón es la globalista “Parábola de la Nefasta Cerrazón (‘Corpus testimoniae’)”.