Cuando un grupo de sádicos-psicópatas se juramentan para infligir dolor, al tiempo que disfrutan con ello, no tiene límites preestablecidos. Si a esto le sumamos que es gente poderosa nos enfrentamos a un conjunto de “dioses” que creen que todo lo pueden llevar a cabo.
Al ir leyendo “Un ángel en Carabanchel” el lector, en ningún momento, puede empatizar ni sentirse cómplice de esas depravadas gentes.
Personaje fundamental es “Lato”, solitario, capaz de camuflarse como nadie y siempre dispuesto a atacar. Solitarios, también, son los “ayudantes” que recluta: gente harta de ser víctimas y ven recompensada esta hartura cuando se le presenta la posibilidad de ser verdugos.
“Un ángel en Carabanchel” pone las cartas boca arriba desde la primera página por lo que intriga hay poca, pero inquietud y desasosiego por ver como puede desarrollarse una investigación que se inicia, a regañadientes, de la mano de Lato.
¿Novela negra? ¿Novela criminal? ¿Novela policiaca? Quizás nada de ello y quizás todo de ello. Fundamentalmente creo que es una novela muy social; distinguiendo los elementos que componen esta sociedad, no siempre justa. Por un lado, un ambiente cargado de injusticia social y mucha violencia, física y mental. Por otro, colectivos poderosos que nunca perderán nada por vía judicial ya que están respaldados en todo momento.
Diálogos sin trampa ni cartón, saltos continuos en el tiempo para que el secuestro, tortura y muerte de Reme, al principio de la historia, nos tenga atrapado en todo instante.
En la contraportada del libro leemos:
Carmelo Latorre, El Lato, expolicía que acaba de estrenar la jubilación, se verá abocado a enfrentarse a la resolución de dos asesinatos aparentemente sin relación y separados por treinta años.
Contra su voluntad, iniciará una investigación en la que cada nueva pista le obligará a tomar decisiones rápidas y audaces con las que ir acorralando a los criminales en una tensa y diabólica partida de ajedrez.
El resultado final será un sorprendente e inesperado jaque mate que hará saltar por los aires todas las piezas del tablero.
Jorge García (Cartagena, 1974) es licenciado en Historia y Premio Extraordinario por la Universidad de Murcia, es profesor titular en el I.E.S ‘Ben Arabí’.
En 2019 publicó su primera novela “El Nudo Perenne I y II” con el sello Mirahadas de Sevilla y desde el año 2005 ha estado ligado a la vida teatral de la ciudad contribuyendo a promocionar el teatro ‘amateur’ a favor de determinadas causas sociales y culturales con el grupo ‘Implik2’.
En 2013 cruzó en su propio coche desde Cartagena hasta la ciudad turca de Estambul por el puro placer de saber lo que se sentía al unir en un único trayecto las dos orillas del Mediterráneo, al que considera una fuente de inspiración inagotable en la composición de sus novelas.
Charlando con Jorge García en Uzbekistán… para los lectores de Agitadoras… Gracias…
P.- Por favor, presente a Jorge García.
R.- Jorge García es un tipo fundamentalmente descreído y esencialmente solitario, que zozobra entre el nihilismo y la misantropía, lo cual no siempre lo convierte en la mejor compañía. Se hizo profesor de Historia porque le fascina el paso del tiempo y los entresijos de la memoria, aunque en realidad le hubiera gustado ser escritor y corresponsal, pero nunca tuvo el valor para serlo.
P.- ¿Desde cuándo escribe y por qué?
R.- Escribo desde el instituto: poesía, cuentos, microrrelatos, artículos de opinión...pero solo me decidí a dar el paso de enfrentarme al desafío que supone componer una novela pasados los 44. Fue con el Nudo Perenne y conseguí quitarme una espinita que llevaba clavada desde la adolescencia.Estoy convencido que los 40 son el punto de no retorno en la vida de cualquier persona. O lo haces entonces, o probablemente no lo hagas nunca.
P.- ¿Cuándo, cómo y por qué nace "Un ángel en Carabanchel"?
R.- “Un Ángel en Carabanchel” es el resultado de una inquietud por volver a los años de adolescencia para intentar dar respuesta a muchas de las cuestiones que entonces se me quedaron sin explicación. Los años 80 y principios de los 90 en España fueron en cierto modo frenéticos, con un punto casi de esquizofrenia social, una época en el que todo el mundo impostaba felicidad, pero en la que nadie parecía capaz de controlar nada. Los cambios se producían de forma vertiginosa, el país entero era un escaparate de cartón piedra, la vida social se plagó de personajes bizarros y esperpénticos y, además, comenzaron a acontecer sucesos extraños y dramáticos como la desaparición del niño de Somosierra, del niño pintor de Málaga, la de las chicas de Aguilar de Campoo, la de Gloria Martínez, o el crimen de Alcasser, entre otros. Todo ello en un periodo de tan solo 4 o 5 años. Más de 30 años después creo que nadie de mi edad ha podido olvidarlos y me sigo preguntando, perplejo, porqué aquellos desgraciados episodios tienen todavía ese enorme poder para perpetuarse de forma tan nítida en nuestra memoria colectiva.
P.- ¿Cuál ha sido su base documental? El "Lato" ¿tiene algún referente?
R.- No soy devoto de la novela negra y criminalística, pero sí lo soy de las páginas de sucesos. Si siguiera existiendo el diario El Caso yo sería suscriptor, y no lo sería tanto por morbo, sino porque la mente humana me resulta un rompecabezas con un enorme poder de atracción. Me maravilla y repugna a partes iguales y eso que soy consciente de que jamás lograré encajar todas las piezas en su sitio y, por tanto, la mayor parte de mis preguntas se habrán de quedar sin respuesta.
No compuse el personaje del Lato tomando como referencia ningún arquetipo concreto. Supongo que se puede considerar como un alter ego de mí mismo con 25 años más y por tanto con mucho más asco y mala leche. Cuando lo releo me viene a la memoria el personaje de Germán Areta en la película El Crack de José Luis Garci de 1981. Alfredo Landa está sublime en el papel.
P.- ¿La realidad actúa de efecto llamada... y así aumenta el mal en nuestra sociedad?
R.- El mal no necesita ser llamado. Está ahí. Forma parte inherente de nuestra especie. La única en el planeta que practica la autodepredación a gran escala. Eso nos condena. Lo sabemos. Pero somos incapaces de evitarlo. El S.XX ha provocado más muertes por guerras y genocidios que en los mil años anteriores de la historia de la humanidad. La violencia y la fuerza bruta nos horripila, pero también nos seduce. Es nuestra penitencia por creernos la especie dominante.
P.- ¿Qué placer obtienen esos grupos, que a modo de 'cofradía', actúanhaciendo el mal?
R.- No lo sé. “Un ángel en Carabanchel” se atreve precisamente a especular, desde el respeto a las víctimas, lo que piensan y sienten este tipo de personas, y es al lector al que le corresponde decidir si son malvados, enfermos, dioses, errores de la naturaleza, o simplemente tipos normales como el vecino de al lado. Esa decisión que debe tomar el lector es, seguramente, la que más miedo produce.
P.- ¿Sus referentes en la novela "obscura" son?
R.- Me genera cierta vergüenza reconocerlo, pero apenas he leído novela negra como tal. Para mí no hay personaje más obscuro que el Raskolnikov de “Crimen y Castigo”.Dostoyevsky es un auténtico mesías de las letras que muestra como nadie la parte más frágil y umbría del ser humano.
P.- En sus historias, prefiere ¿psicología o sangre? Su arma favorita a la hora de matar ¿es?
R.- Psicología sin duda. Aunque “Un ángel en Carabanchel” no está exenta de la segunda, estoy convencido que lo que más terror nos provoca no son las vísceras, sino desconocer realmente la forma en la que funciona nuestro cerebro, que nos impulsa a cometer determinadas acciones para las que no tenemos explicación racional. La duda pesa más que la sangre.
P.- ¿Cuáles son sus géneros y autores favoritos?
R.- No tengo un género literario predilecto. Disfruto igual con la novela realista del XIX que con el existencialismo de entreguerras. Con los autores de la Generación Perdida y con una buena obra del Realismo Mágico.
¿Autores favoritos? Párame cuando te canses: Chejov, Tolstoy, Dostoyevsky, Zola, Kafka, Zweig, García Márquez, Kundera, Roberto Bolaño, Murakami...
P.- Como lector, se decanta por: ¿libro electrónico, papel o audiolibro?
R.- Papel. Estoy muy orgulloso de mi pequeña biblioteca. Un hombre sin biblioteca es un hombre huérfano de sueños. Sufro porque siempre me parece que no tengo suficientes libros y no he leído suficiente. No es algo objetivo sino una forma de ser.
P.- ¿Qué está leyendo ahora mismo? Recomiende, por favor, un par de títulos.
R.- Mi último libro ha sido “Ébano” de RyszardKapuscinski. ¿Recomendaciones? Difícil: “Los detectives salvajes” de Bolaño porque ha sido el último libro con el que me han entrado unas ganas locas de continuar escribiendo, y “1984” de Orwell, porque es una obra aterradoramente profética para los tiempos que corren. También animaría a la gente a leer “El Nudo Perenne” por aquello de barrer para casa, claro.
P.- ¿Qué manías tiene a la hora de escribir?
R.- Cuando llega el calor toda mi creatividad se adormece y desaparece. En verano acercarme al teclado me da una pereza terrible. Necesito el frío y el mal tiempo para que me invadan las ganas de contar historias. Soy un escritor estacional, igual que los osos, pero a la inversa. También suelo escribir escuchando música en los auriculares. En la ducha se me suelen aparecer las mejores ideas.
P.- ¿Qué opinión le merecen los festivales de novela negra?
R.- Cualquier festival de literatura me parece maravilloso. Saber que hay gente que se reúne para hablar de libros en los tiempos actuales me resulta un regalo y un milagro.
P.- Venda su novela ¿por qué hay que leer "Un ángel en Carabanchel"?
R.- Porque el lector no va a quedar indiferente y mientras lee se va a convertir en víctima, verdugo, y justiciero al mismo tiempo y con el solo esfuerzo de pasar la página. Lo más aterrador de “Un ángel enCarabanchel” es que nunca pretendió ser ficción y eso lo va a percibir el lector desde el primer párrafo.
P.- ¿Como está toreando al bichito Covid? Sus planes a corto y medio plazo ¿son?
R.- Supongo que como muchos de nosotros (o en realidad no tantos) con paciencia, con respeto, con cuidado y con un agradecimiento infinito hacia los sanitarios y la ciencia. Por mi profesión conozco cómo se desarrollaban las epidemias en siglos anteriores y creo que no somos conscientes de la enorme suerte que tenemos por vivir en un mundo en el que la ciencia ha superado a la superstición, a pesar del empeño de muchos por regresar al medievo.
Ahora mismo estoy finalizando un largo viaje que me ha llevado a recorrer Jordania y Uzbekistán a lo largo de un mes. Tan pronto como regrese a España me tocará deshacer las maletas y ordenar el millón de imágenes, recuerdos y experiencias que me traigo antes de afrontar el regreso a las aulas en el segundo año de clases Covid.
A medio plazo prepararé la siguiente escapada, probablemente a un país sudamericano, y me he conjurado para finalizar la novela que ahora tengo entre manos y que supone para mí todo un reto de experimentación literaria.
Durante las últimas semanas muchos son los que me han pedido el regreso del Lato. Me tocará también decidir si los complazco antes de que el Lato envejezca demasiado y le dé demasiada pereza enfrentarse a los malos.