Soy reincidente y así lo reconozco. Ya lo comenté una vez y de nuevo lo repito. Soy un tipo al que le gusta perder el tiempo y cada día me gusta más encomendarme a esta hermosa e inútil tarea.
Cada vez salgo más a pasear en tardes doradas o grises con sabor a alma o tormenta y mis ensueños e imaginaciones se pierden por esas calles, por esas veredas de tierra entre las lanzas, por esos caminos que mi cabeza y corazón dibujan con trazos inconcretos, incluso abstractos para no hacer nada útil, productivo. Quizás ni siquiera interesante.
Mis pasos tranquilos me llevan por rutas inciertas cuyo significado trato de descifrar sin resultado y pienso en palabras monosílabas, a lo sumo bisílabas. Intento bucear su intenso significado mientras camino y me recuerdan momentos, escenas, lugares, episodios, pensamientos, sueños...
Cada tarde salgo y pienso en una sola palabra. Nada más que una. Mi cabeza y corazón no dan para más. Soy torpe hasta para reflexionar en varios conceptos al mismo tiempo.
Me sale desde dentro pensar en la palabra “Mamá” y todo se abre. Tantas cosas, tantas situaciones, tantos sentimientos, tantos deseos incumplidos, tantas y tantas cosas. Las lágrimas corren tras las gafas de incógnito. Y me tiro toda la tarde que se viste de azul y amor en el ensoñamiento hermoso de la Palabra Más Hermosa de mi Diccionario Interior.
Otra jornada vespertina retomo los pasos andantes y medito lo mejor que sé y puedo en otra palabra que me ronda los circuitos cerebrales y las arterias. Me sale de dentro la palabra “Papá” y todo se remueve otra vez. Las fuentes corren libres al compás del recuerdo, el amor, los momentos y el agradecimiento. Un libro ya corre entre las páginas de un borrador en marcha a la espera improbable que alguien algún día decida publicarlo.
De nuevo salgo de aventura en conversación conmigo mismo y me ronda otra palabra de sólo dos sílabas: Amor. Quizás el concepto más necesario, el más central para la mayoría de los seres humanos. Y pienso y siento en todas las personas que he amado y me han amado. El altísimo contenido de la palabra “Amor” que se escapa por todos los costados. El pan necesario para Todos sin el que la vida es una trampa sin salida. Y recuerdo a los poetas, los filósofos, los estudiosos de tan alto y preciado bien para los humanos. Pero no llegó a alcanzar ni en varias tardes el altísimo alcance de la palabra ni el árbol de sus ramificaciones. Amor a las personas, Amor a la Vida, Amor a la Naturaleza, Amor a los Demás, Amor al Bien... La palabra se escapa por todas sus ranuras. Queremos encorsetar la llamada Realidad con palabras pero se escapa por una amplia red de fisuras.
Salgo otra jornada y me viene al magín la palabra “Niño”. Pienso, medito, siento en ella y todo se me escapa. Su amplio alcance que me desborda, que enternece mis sentimientos, que abre todas las junturas de los adentros. Los hijos que ya no tendré, nuestros grandes maestros. Los embajadores del misterio. La inocencia hecha vida y presencia. Y otra tarde más se escapa el intento de aprehender el significado de la palabra “Niño”.
Y así una tarde y otra, en busca del sentido de las palabras centrales de mi diccionario. Desde la reflexión junto al sentimiento y ser incapaz de encontrar sus significados. Y llegar cansado de ser incapaz de encontrar los centros que me importan. Ni siquiera bordear su importancia. Como veis, un hombre que ya no llegará a ningún sitio y más con esta inútil manera de perder el tiempo. Y de haceros perder el tiempo con la lectura de este artículo.