I
Desde que me despierto
tomo mis posiciones:
coloco el esternón
en modo aguja,
carraspeo los polvos de la noche,
contamino de ojeras el espejo.
Me jode este Cardoza a todas horas
con su manera de "reír llorando"
por lo que no acontece y lo que sí.
Soy un 'mono de alambre' dando vueltas
al calendario azul
de todos los albures del infierno.
Yo les quiero anunciar, honestamente,
que este virus me tiene hasta la madre,
entre colmos de encierro,
cubrebocas,
paranoias de gel,
espejos rotos.
Yo que era el tayacán de los inviernos
y me sombreaba solo, sin camisa,
bajo las frías lunas de febrero,
hoy preciso de abrigos
para surcar beatíficos sudarios.
II
En verdad os digo:
llevaba quince días
aguardando a mi rabí.
Él propuso un arcano
de almas mustias
y acólitos precisos.
Y aquí tienen
que aparece de pronto
un obituario
en el que el doctor House
columpia hexámetros
en la cotona azul
de un día nublado.
Sopla el viento
cenizas de algún virus
que pretende ser sol
si te descuidas
y reconoce el polvo
que es un hombre adosado
a un calendario.
Igual que un viernes santo
en su séptima palabra,
existen mil vacunas
para curar de rodillas sangrantes
los calvarios
y no hay un sólo Dios
que firme la receta.
Como siempre:
el día concluye
en la crepitación de sus arcángeles.
III
Amanece en los pájaros propicios.
El viento aún despide olor a insomnio.
Voy buscándome a fondo, no me encuentro
por más que broten ojos del paisaje.
Cuando dudo respiro puro instinto,
si dormito soy ala desplegada.
Abro mi corazón, fundo ciudades
que trasudan imágenes de ascenso.
Un astrolabio. Brújula es el cuento
tras el mar que atesora la poesía.
Allá lejos bosteza algún mochuelo
en la fronda menguante de la luna.