Desentono de Ayer a Hoy
Rosa Ortega
Lejos de la negrura vital que me llevó a pensar tiempo atrás que todo prójimo es cualquier cosa menos un cacho de pan bendito, buena tajada le he sacado al verano, y aún coletean mis andanzas a tutti plein sin un duro. Ah, no, que duros ya no hay. Bueno, pues lo que haya de moneda en curso, según tu suelo planetario. Que lo mismo estás pisando la República de Uzûpis, que es un barrio de la capital de Lituania con un ambiente bohemio que te rilas, y como quieras pagar allí con euros unas cañas, te lo vas a comer con atole de bellota, porque hasta el 2017 no se van a adherir al Sistema Monetario Europeo y no hay tu tía. Así es que, mientras tanto, tendrás que llevar en el bolsillo litas lituanas. Y si no las llevas y estás en el atolladero, no sé cómo vas a ponerte a flote. Igual te da por suicidarte. Ponerte de cañas hasta el coma etílico, por ejemplo. ¿A que lo has pensado? Pero en Lituania no es como aquí, no sería tan grave el asunto. Allí el índice de suicidios es el más elevado de Europa (es que lo he leído), así es que tampoco ibas a levantar un escándalo titánico. No sé, digo yo. Bueno, el caso es que ha sido y aún está siendo un verano nada irrisorio. He disfrutado de planazos como: cine gratis, conciertos gratis, libros gratis, conferencias gratis, deporte gratis, playa gratis...vamos, sin orden ni concierto, pero todo muy estructurado por una servidora, con un planning soberbio y sin apoquinar. Y qué quieres que te diga, estoy más que dichosa de haberme convertido en una yonki del concepto mujer con recursos. Y con mucha hidratación, además. O sea, agua. Mucha agua. Litros de agua. Hoy me he bebido tres. Para rejuvenecer la piel y enardecer el ánimo un rato largo. Cual Venus de Milo en el Louvre. Por cierto, la Seat puso a la venta el 600 hace 57 años, y lo han celebrado este verano. Bien, ¿no? Asociación de ideas: 600 = Venus. Eh, que el 600 ahora es una mierda'coche , pero en su momento tenía que ser la hostia. Como la Venus de Milo, que tú la buscas en Google, te la miras dos segundos (con dos basta), y dices: la tía es fea. Es fea de cojones. Pero nadie tiene huevos de decirlo. ¡Oh, que tiene un aspecto clasicista, que está hecha de mármol blanco! Ya. Pero es fea. No hay más. Lo que pasa es que en su momento griego antiguo tuvo que ser la leche. Como el 600.
Pues sí. Vaya un verano fardón que me he montado. No se me ha escapado una. Ya le hubiera gustado a Freud igualarme en lo de la terminología psicológica, que hasta he descubierto que la persistencia del comportamiento infantil en la edad adulta tiene nombre: neotenia. Tal que así. Te parecerá una truculencia, pero el ser humano tarda cada vez más en alcanzar la madurez mental. Y alguno que otro ni siquiera la alcanza. Vamos, que no madura en su puta vida. A cero por hora le va el cerebro. Sotto voce te digo yo que conozco a alguno de esos, y tienen un señor vía crucis. Real como Felipe VI, con las asentaderas ya en el trono. ¿Desde cuándo es Rey, dices tú? ¿Desde cuándo va a ser? Desde este verano. Pues no hemos pasado un estío de lo más jubiloso ni nada. Yo, por ejemplo, he releído a Orwell y a Dickens. Y ahora estoy con Ray Loriga. Un tanto sui géneris, el tío. Como Wes Anderson. Pero sugestivo. También he visto cine francés. Toneladas de cine francés. Me sale cine francés por las orejas. Bueno, mediocre y malo. De Truffaut a la perogrullada de marca mayor de Vanessa Paradis. ¿Qué quieres que haga? Ya lo he visto, pues ya está hecho. Pero el hallazgo monumental de este pasado agosto ha sido Shine on me , de unos tipos, Indigos, que no suenan mal del todo. A decir verdad, suenan bastante bien. Vamos, que son la hostia. Como la galleta María. La de siempre, no me jodas. Porque ahora hacen unas galletas muy raras, bañadas de fibra adicional, picos de arándanos en remojo y el monte Urgull de Donosti y su señora madre, y donde esté una galleta María, vade retro al barroco pastelero. Farináceos aparte, estaba en que esos tipos de Shine on me son un portento de la naturaleza musical en esta era de lo raro. Folk con raíces. Algo de rock y soul. Y blues. Galleta María: la columna vertebral del repostero. La hostia, esos tipos. Como el 600.
Les puedes escuchar en Spotify. A Indigos, digo. Al 600 no. A ese le puedes escuchar en pleno llanto en el desguace. Por la mala praxis de la Seat, que más le hubiese valido seguir fabricándolo a día de hoy y dejarse de tanto Ibiza, León o Toledo. Porque iríamos todos más livianos de conciencia y con menos cenutrio suelto por la A-63 o la C-58, si en lugar de alta tecnología de diseño con cilindrada y dinamismo, circulasen rebaños de 600. A ver si te enteras, que el Pelotilla debió de ser algo así como lo que pensaba John Cusack en High fidelity , cuando decía que las mujeres le iban a redimir a uno de sus pecados. Que te crees tú eso. Pero bueno, ahí está. El Rob Gordon de la peli lo creía a pies juntillas. Y el Rob Fleming del libro, también. Porque el tío era el mismo. Menuda gilipollez, no sé por qué tienen que cambiarle el nombre a los personajes de un libro cuando lo adaptan al cine. Seguro que Nick Hornby se cabreó un rato cuando se enteró de que su Rob, el Rob Fleming de su novela, pasaba a ser Rob Gordon. A ver por qué. Pues normal que se cabrease. A John Cusack le debió dar igual, porque era la primera vez que hacía de Rob, así es que lo mismo le daba ser Rob Gordon que Rob Fleming, digo yo. Pero A Hornby, no. A ese le debió mosquear infinitamente. Como al 600. Sollozando a motor tendido en el despiece.
Ni siquiera por cuestión romántica, hombre. Una Venus. Una María. Un 600. Un Dickens. Un Truffaut. Shine on me . Ahí lo dejo.