Siempre me gustaron las sábanas de satén, su tacto frío hace que mi cuerpo se estremezca antes de entrar en calor. El roce de otra alma junta a la mía, rodeadas con el abrigo de estas telas, me produce un placer tan extraño como satisfactorio.
En cada movimiento, poder sentir el aliento de mis amantes tras mis orejas, notar la humedad de los labios carnosos pegados a los míos y el frotamiento de los muslos, tensos, enloquecidos de regocijo.
Esa percepción de olores inundando la habitación, los jadeos, gritos de profundo e involuntario frenesí. Locuras desencadenadas de imaginaciones tan volátiles como sublimes, las luchas sin enemigo, ¿es amor?, ¿es sexo?
Dentro de la estancia poder construir mi entorno de un gozo definitivo. Erotismo liberado de todo tabú. Sin detención un solo instante, sin airear la alcoba, para no dejar perder el recuerdo de lo que allí está sucediendo.
Plumas en la almohada de confortable calor, con licores exquisitos que van mojando las gargantas, humedeciendo los paladares de los amantes exigentes, todo unido a esas manos trémulas acariciando los senos que inconscientes se dejan llevar, pubis calados impactados de gozo. Las risas exuberantes de los mancebos que con una palabrería sin control con movimientos exagerados a un mismo son, crean un nexo perfecto a esta magnífica locura, las miradas cómplices que van repartiendo cariño, y la dulce saliva que rezuma, que resbala por la comisura de esas bocas perturbadas que piden más.
Tras arrebatos placenteros y palmadas en las nalgas que se rinden a la diversión, aparece ese sudor frío empapando la piel de los seres que noche tras noche se dejan llevar entregándose a la dicha. La música que con sus notas llena de emoción y extravagancia el escondite, el silencio roto por este moral sonido, esperando el clímax que tiene que llegar, suspiros infinitos dan el aviso de que está apareciendo, que viene y fugaz te sumerge en su aturdimiento, mancillando tu existencia y dotando de un color a tu cabello del tono del fuego que arde en tu interior.
Caballos desbocados, con coces de dolor y locura inacabada, que hace volar tu fantasía. Los amaneceres lentos y cansados, con una caricia inesperada que provoca que tu espíritu se vuelva a despertar. El primer beso robado, sin abrir los ojos, las manos libres como palomas buscando su refugio. Aparece la extenuación infinita al ver la imagen de tu cuerpo roto reflejada en la piel de tu sumiso. Inequívocamente me vuelvo a dejar llevar, sin sentir rechazo comenzando a estimar. La unión de las lenguas ya húmedas de satisfacción, donde empieza un nuevo juego, entre sofocos entrecortados y dando paso a la desbordada imaginación, para dejar que tanto el cuerpo como la mente, ya quebrados y cansados, se unan en la carrera frenética que los lleve a la meta del trayecto sin fin.
Para poder descansar, para poder dormir.