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ISSN 1989-4163

NUMERO 135 - SEPTIEMBRE 2022

 

¿Qué le Diremos a Dios?

Adán Echeverría

Autor: Alvaro ChanonaYza. Título: Tribulaciones de un fariseo. Editorial Cisnegro. 72 pp. 2022

“Si tan solo pudiera
decir con la lengua
lo que siente mi corazón
me dolería menos
Álvaro ChanonaYza


“Tribulaciones de un fariseo” se llama el más reciente poemario del escritor Álvaro ChanonaYza (Mérida, Yucatán, 1962), un texto conmovedor, que ilustra con pavor y en ocasiones hasta con rabia lo que somos como humanidad. Tantas religiones, tanto creer en uno, dos, multitud de dioses, a lo largo de centurias, y seguimos siendo monstruosos en nuestro trato y respeto por el otro, aquel que no es como nosotros, que no cree en lo que nosotros creemos, que no piensa igual, que no tiene el mismo color de piel, el mismo tipo de ojos, la misma vestimenta, el mismo lenguaje.
Dividido en 4 fragmentos: Los muros cansados de Alepo, Shoah,Tribulaciones de un fariseo, y Singladura, el autor presenta las dolorosas imágenes de las guerras en el oriente medio, para mejores datos Siria; también nos recuerda la tragedia de mediados del siglo XX, y nos encara con la visión que desde los niños, las mujeres, las jovencitas, que huyendo se lanzan al Mediterráneo, no pensando en tener una mejor vida en Europa, sino apenas intentando sobrevivir a la persecución, a la violencia que planea sobre sus cabezas. ¿A dónde han ido a parar sus infancias, en qué lugar se escondieron sus sueños, cuándo aquel dios decidió cerrar los ojos?
“En medio de la calle hay un cráter
donde no caben ya tantos cadáveres”

En el fragmento “Shoah” el autor nos impele a recordar el Holocausto judío perpetrado por los nazis.
“escrito está en las paredes de la cámara mortuoria
que Dios jamás visitó
los campos de exterminio…”

Nos trae a la memoria la sufrida, pero valerosa historia del escritor Primo Levi, junto con multitud de escenas que la Mass Media nos ha presentado de aquellos niños que han sido lastimados; que a diferencia del autor judeo-italiano que tuvo oportunidad de ser químico, pero no pudo ejercer y que “tuvo suerte” de no morir en un campo de concentración: “llegué tarde y por eso sobreviví” llegó a decir alguna vez con un irónico dolor; por lo que sus críticos no creen en el accidente que causó su muerte, sino que hablan de suicidio; los chicos que Chanona recoge no pudieron siquiera crecer en este mundo, sus pocos años todos fueron de guerra, dolor y sufrimiento que les costó la vida.
Sin embargo, no hay rencor en los hablantes líricos de ChanonaYza, hay algo más, una como revelación de los tiempos que se están viviendo, un recuperar el valor de la escritura, el objetivo autoral de servir apenas como instrumento para que la voz de los dolidos corra por sus venas y se exprese sobre la hoja blanca:
“Me cubro con algunos
cadáveres que se parecen a mí
para no tener frío
para no tener miedo”

Para el apartado que da nombre al poemario: “Tribulaciones de un fariseo”, Chanona ha hecho de ese dolor universal, una sensación presente en su propia carne:
“Dejaré de ser un ladrón
de las palabras
que no me pertenecen
un mendigo de las caricias
con malas intenciones”

Hasta alcanzar el poema 4 de este apartado, que es en verdad hermoso, doloroso, real, visionario, humilde y al mismo tiempo lleno de ese asombro del escritor que vuelca su nombre, su propia vida, en el aparato poético, haciéndolo su morada para la eternidad:
“Se ha roto mi arco / se han quemado mis flechas / viene contra mí /una turba armada / del otro lado de las trincheras / desde donde me asechan / los remordimientos / toda peste es arrojada contra mi carpa / sin ninguna defensa. //
El frío calostro de la depresión / mancha mis dientes / anuda con fuerza mi voz y mis manos / sobre el carbón recién encendido / del amanecer / cae la lluvia / busco con torpeza las llaves / de mi vida / en los cajones desordenados / de mi esposa / como quien desea / en la cuenca baldía de sus brazos / encontrar la muerte.”

Con estas dos estrofas comienza ese poema, el de más largo aliento de todo el poemario, en el que ChanonaYza se ha vertido, dando testimonio de su dolor, quizá incluso su miedo, para rasgarse las vestiduras de la voz, y echarnos encima todo ese valor que requiere desdoblarse y ser poema. El escritor que se hace uno con su obra.
El autor retoma palabras, notas, imágenes, que dieron la vuelta al mundo y que nos oprimieron el corazón, y que quizá debieron conmovernos, para intentar ser mejores personas, pero en vez de eso, decidimos señalar la tragedia, beber un café, y salir a la normalizada vida, una vida donde todos los días nos preguntamos si sobreviviremos.
De epígrafe pone el autor de estos poemas, las palabras de aquel pequeño niño sirio antes de morir: “Cuando muera le contaré todo a Dios…”; y cómo duelen aún esas palabras. ¿Qué sensación nos provoca leerlas, escucharlas una y otra vez?
¿Alguna vez veremos luz en todos aquellos crímenes cometemos y se comenten a nuestro alrededor, sobre nosotros, sobre los que decimos amar, o todo será normalizado cada vez para jamás conocer la verdad de los hechos que ocurren a diario? ¿Seguiremos señalando a los culpables? Tal vez el culpable siga siendo aquel dios que cuando se siente enfermo solamente cierra los ojos:
“¿Servirá de algo
que me corte las venas
en presencia de este verdugo
que se ha quitado
la máscara
y me revela su nombre?” 

 

 

 

 


 

 

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