Boqueamos y nos retorcemos como alimañas prisioneras en la trampa o peces capturados en la red. Queremos ser felices.
Y eso está muy bien.
La búsqueda, hay que tenerlo en cuenta, termina a veces en callejones sin salida y lugares recónditos, en casitas de ventanas rojas, chimenea y acogedoras buhardillas; el escondite perfecto para las serpientes azules, tan difíciles de ver.
Nosotras solíamos tenerles miedo.
Pero eso fue antes de bañarnos en el río.
De repente parece que ha pasado mucho tiempo, el suficiente como para que el bosque se convierta en un lugar de reencuentro y, aunque no pase nada, aunque no veamos a nadie, haya cosas de que hablar.
Recordaré la luz.
Se sucederán el sol y la lluvia: four seassons in one day. Y escribiré un montón de palabras que no valdrán, que se desharán entre los dedos.
Durante la madrugada y en el desayuno reflexionaremos sobre el amor, que yo me empeño en buscar en los lugares más difíciles, y que tú has encontrado ya.
El bañador no se secará.
Leeremos relatos escritos por mujeres.
Discutiremos el nombre de las constelaciones y conduciremos atravesando la espesura y escuchando el réquiem, como si fueran a torturarnos a continuación. ¿No viste Funny Games?
No haremos nada diferente y, sin embargo, rezaré para que una milésima parte de nuestras insignificancias cristalice en una piedra de sal, porque son importantes para mí y cada vez es menos lo que me importa.
Valientes, ignoraremos la presencia de la serpiente azul.
Y creo que cuando me vaya, a pesar de tus advertencias, volveré a empezar sin una pizca de sensatez, con el peligro que encierran algunas determinaciones, que son como cuchillas deslizándose en vertical por las muñecas.
No sé vivir de otra manera.
No me gustaría.
Mientras tanto sé que estarás a salvo.
Nunca hasta hoy había conocido a un cazador de serpientes azules.