La ilusión de todo el mundo (parece ser) es escribir un libro. Labor que yo, personalmente, encuentro muy difícil y complicada. Por eso yo no escribo libros pero me dedico a comentarlos intentando comunicar mis impresiones a todo aquel que tiene la bondad y misericordia de leerme.
Ahora bien, sí tenía el gusanillo de intentar “hacer” el libro que me gustaría tener, el libro que recogiese aquellas cosas que me encantaría leer. Y eso es lo que ocurre con Cartagena Negra –antología de relatos negros–. Voy a intentar resumir el proceso, embarazo y parto…
Al acabar la segunda edición de CTNEGRA y comenzar a preparar la edición –tercera– de 2017, con el incombustible Antonio Parra, surge la idea –con toda seguridad que fue suya– de publicar una antología en la que participaran autores que hubiesen pasado por la primera y segunda ediciones de Cartagena Negra y escritores de la región… Necesito poco para que las buenas ideas me posean y nos pusimos mano a la obra. Contactamos con los que, en definitiva, tenían que dar forma al proyecto… Las respuestas, fueron automáticas y con entusiasmo se pusieron mano a la obra. 23 autores 23 –casi ná–. El trabajo duro recayó en Antonio pues es él el responsable de la edición. Llegado el momento de buscar editorial no dudamos en que sería de la región y el encargo recayó en La Fea Burguesía, las negociaciones rápidas y claras y aquí está el fruto de lo que comenzó siendo una idea y un deseo. Yo, ni más ni menos, me he encargado del prólogo… Gran responsabilidad ya que es lo primero que se encuentra el lector. Por ello, y sin que sirva de precedente, me voy a auto citar y reproduzco parte de dicho prólogo:
«Los 23 autores lo son de categoría a los que quedaremos siempre profundamente agradecidos, por la calidad impresa y por las tensiones que nos transmiten. Pasamos mucha sed con Nieves Abarca, Santiago Álvarez se hace acompañar de Mejías. ¿Existen los gafes? Se pregunta Ana Ballabriga, mientras que caminamos hacia un azul de locura de la mano de Claudio Cerdán. Mala noche para Estela Chocarro en el Hotel Los Habaneros, obsesionada con la Corporación. Experto en nada y maestro en muchas tareas pasea por la calle del Carmen Pablo de Aguilar. Empar Fernández atiende a alguien que se ha extraviado en la calle Mayor. No podía faltar la investigación de un atraco de la mano y bien amueblada cabeza de Rafael Guerrero. De quicio nos saca Alfonso Gutiérrez al dejarnos encerrados en un ascensor acompañados de un asesino. Pasamos por cobarde al leer a David Jiménez ‘El Tito’ y nos adelantamos un año, sin olvidar aquella Cartagena Negra, a ciertos sucesos, de la mano de Joaquín Llorens. Del maldito chino pasamos a Pink Paanther teniendo como maestro de ceremonias a Paco López Mengual. ¡Qué decir de la bondad y tranquilidad de Cabo de Palos! alterada por un crimen relatado con maestría por Pedro Martí. Sergio Gomes, en las noches húmedas de Antonio Parra, se puede encontrar al monstruo de Víctor Mirete o a un tipo listo que acompaña a Graziella Moreno… incluso a Clark Gable o a un hombre que se parecía a él según testimonio de Manolo Moyano. Tanto a nosotros como al verdugo de Mónica Rouanet nos gusta la mariposa que nos brinda Ginés Sánchez.
Una bruma, y no de Marte precisamente, venida de Siberia hace que Rubén F. Uceda y Jesús Zaplana, como almas de arena, acompañen a Cristóbal Terrer en esta antología a la que también se asoma Juan Soto Ivars para hablarnos de su madre y «el dinero».
Señalar que es la primera antología publicada, en España, por un festival de novela negra. Deseamos que sea del agrado de todos aquellos que se acerquen a ella.