Autor: Antón Chéjov. Páginas de espuma. 2015. 1208 páginas. 39 €
Avanzar por los cuentos de Antón Chéjov es como adentrarse en una selva que nos va a deslumbrar tras cada árbol, desde la ladera de cada colina, al levantar cada roca, porque en ellos burbujea y aguarda siempre la maravilla. A veces se trata de un adjetivo; otras, de una observación psicológica plena de agudeza; otras, de una descripción tan sucinta como gráfica de un rostro o de una actitud. Chéjov es uno de los creadores de cuentos más increíbles de la Historia de la Literatura. Y lo es por un detalle esencial: reúne prodigios que, de forma aislada, brillaban en algunos autores con asombroso esplendor... pero que nadie había presentado hasta entonces unificadamente. Porque el genio de Taganrog es, al mismo tiempo, un excelente acuarelista, un eximio conocedor del alma humana, un mago de la elipsis, un portentoso creador de atmósferas, un espectador de la sociedad que lo rodea, un grande de los silencios. Y pretender explicar o detallar esos logros en una reseña es un proyecto condenado al fracaso. En este tercer volumen que la editorial Páginas de Espuma consagra de la mano de Paul Viejo a la producción cuentística completa del maestro ruso se abarca el período que va desde 1887 a 1893, y en él brillan relatos auténticamente increíbles, como “La helada” (unas hermosas y duras reflexiones sobre los estragos que produce el frío en el cuerpo y el espíritu humanos), “Enemigos” (donde nos encontramos con la congoja de un médico que, mientras vela el cuerpo de su hijo de seis años, recibe una petición de auxilio profesional por parte de un marido cuya esposa se encuentra muy enferma) o “La sala número seis” (uno de las mejores obras que salieron de su mano, y cuyo argumento es tan universalmente conocido que resultaría petulante aportarlo en esta página). Pero a mí me gustaría destacar tres textos que, sin pertenecer al corpus de sus piezas más alabadas, siempre me han encantado. El primero es “Polinka”, un delicioso relato triste en el que un pobre dependiente despacha a una clienta de su mercería mientras, en voz baja y de modo trompicado, comprende que su relación sentimental con ella no va a ningún sitio, porque la muchacha parece haberse enamorado de un estudiante. El segundo es “Vecinos”, donde descubrimos a Piotr, que soporta con una extraña mezcla de rabia y de vergüenza la huida de su hermana con un hombre casado, a quienes trata de odiar y comprender, al mismo tiempo. Y el tercero es “Ganas de dormir”, donde la jovencita Varka (13 años), hija del difunto Efim y de la campesina Pelagueia, tiene que trabajar sin desmayo para un zapatero que la explota miserablemente. El final del cuento figura, creo yo, entre las páginas más espeluznantes que produjo el autor ruso... A falta de disfrutar del cuarto y último volumen de la serie, esta oceánica edición de los relatos de Antón Chéjov que está llevando a cabo Páginas de Espuma puede ser tildada sin rubor y sin equivocaciones de insuperable. Esfuerzos así llenan de brillo, de prestigio y de orgullo la historia de una editorial.