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ISSN 1989-4163

NUMERO 75 - SEPTIEMBRE 2016

Kafka 3.1 - 2016

Joaquín Lloréns

 

     

Cuatro años... y un día más. Otro día más. Otro día menos. Otro día. Nueve a dos. Cuatro menos cuarto a seis. Otro día más. El invierno ha llegado. El sol se reivindica. Los papeles inundan la mesa. Los convierto en bites. El ordenador los traga. Salgo a fumar. Cada hora. Respiro. La ceniza crece y cae. A veces la tiro yo. Un gesto displicente. Más papeles reconvertidos en unos y ceros. Otro cigarrillo en el patio. Tiene forma de P. El palo, seis metros. Cuatro la barriga. El suelo, de baldosas de treinta centímetros de lado. Al mediodía, el sol alcanza las dos primeras. Es invierno. Me pego a la blanca pared. Allí recojo algún rayo. Pasan los días. Alguien coloca cuatro macetas. Nuevos ceniceros. Grandes, llenos de yerma tierra. Los cartones de tabaco se suceden. La corriente del tiempo sigue nutriendo mi mesa de papeles. El sol llega a la tercera baldosa. Esperanza de primavera. Más días. Más semanas. A veces un gorrión escapa volando cuando salgo a fumar. Contemplo el recortado trozo de cielo. Otro día encuentro una pequeña eclosión de ciempiés. Llego a contar siete. Su elástico reptar me acompaña mientras fumo. No dan mucho de sí. El sol alcanza la sexta baldosa. Tres brotes nacen en dos macetas. La vida se abre camino incluso aquí. La tierra baldía no lo es del todo. Un cartón de tabaco. Las plantas crecen. Las estudio con interés de botánico. Me visita una langosta. Otro cigarrillo es testigo de la huida de un dragón. Un agujero de la tubería es su vía de escape. Las escuálidas plantas crean esperanza. A veces los papeles se agotan. Entonces el tiempo se expande. Un lunes, muero un poco. Alguien ha arrancado las plantas. Una manguera recogida sobre un tiesto es su firma. Una reivindicación cruel. Días grises. El sol alcanza la octava baldosa. Otro día más. Otro día menos. Bajo la manguera un ciempiés recorre la tierra de la maceta. Un camino a ninguna parte. Más días. Las paredes del patio mantienen sus tres metros de altura. Más papeles. Más bites. Más cigarrillos. Más días. Menos días. Sorprendo otro dragón tras un cubo. Toca entomología. Los cigarrillos me dan la pauta. Hasta las once recorre la tierra de la yerma maceta. ¿Qué comerá? Al mediodía sestea. A la tarde vuelve a activarse. Más días. Más semanas. Cartones de tabaco. Me fijo en una telaraña. Está sobre la verja. Le tiro ceniza con un golpe del índice. Una pequeña araña surge velóz desde la esquina. Se detiene. La falta de otro movimiento la hace retirarse. Llueve. El universo del ciempiés se inunda. Con inesperada habilidad, sobrevive. La tierra de la maceta parece ahuecarse. A veces el ciempiés se oculta en su interior. Más días. Sigue dando vueltas a su microcosmos. Actividad tan intrascendente como mis bites. Un día no está. Lamento no haberle puesto nombre. Me hubiera sentido más unido a él. Destinos paralelos. Con reparo cojo otro ciempiés. Lo deposito en la maceta. Vano intento. Tres paquetes después desaparece. El sol alcanza la décima baldosa. Un día escucho una algarabía. Dos niños y su padre se bañan. Desde mi patio no los veo. Solo escucho sus chapoteos. Más allá de la celosía yedrada. Su alegría. Risas inesperadas. Desaparecen. Más días. El agua del aire acondicionado cae al cubo. Otra langosta me visita. Cae en el balde con agua. No puede salir. Tiro el agua por el sumidero. La langosta queda inmóvil. Quizás agoniza. Más días. La langosta permanece. ¿En agradecimiento? La estudio. Su abdomen es enorme. Solsticio. Sol en la undécima baldosa. La langosta varía de posición en cada cigarrillo. Pero no se va. ¿También necesita compañía? ¿O son demasiado altos los muros? A mí me pasa igual. Sus patas serradas. Su exterior terroso y uniforme. Sus pequeños ojos. Sus antenas cortas, gruesas. Le gusta situarse sobre la manguera. Al verme, se gira para ocultarse. Pero no salta. ¿No puede o no quiere? Más días. Un lunes ya no está. Temo por él. La manguera desordenada es una señal. ¿La han matado? ¿Consiguió huir? Vuelvo a fumar solo. Los papeles caen sobre mi mesa. Más días. Menos días. ¿Cuándo acabara este sinsentido? Llueve por sorpresa. Inesperada también es la reaparición de un ciempiés en la maceta. Da vueltas y es grande. ¿Es posible que sea el mismo? Pedro, le bautizo antes de que sea tarde. Como si también arrancara su coche con los pies. Contemplo durante un cigarrillo sus movimientos. Corretea por el fondo sin ningún orden. Tres cigarrillos. El sol vuelve a brillar. A la tarde, duerme inmóvil, con dejadez. Con un golpe de ceniza, aviso a la araña. Se asoma rauda. Se detiene esperando más movimiento. Le anuncio la nueva buena. Sonrío. La sonrisa de una payaso triste.



 

 

Kafka

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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