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ISSN 1989-4163

NUMERO 75 - SEPTIEMBRE 2016

Post de Final de Verano

Ángela Mallén

 

     

En mis veranos interplanetarios, la densidad de los estímulos es comparable a la contabilidad de las estrellas. He atravesado paisajes galácticos donde las luces llueven bajo los pies y la velocidad crea mundos impresionistas. Son lugares donde no he podido estar porque me los había tragado antes, porque entran en la digestión y te habitan más que ser habitados. Mundos vegetales cuya composición son los robledales, los hayedos y los bosques de coníferas: pino silvestre y abeto junto a los arcenes punteados de jara. Pasamos por sus lindes como un cometa de las vías interestatales y ya nunca sabremos qué había dentro de ese bosque: ¿elfos, trasgos, kodamas, marcianos, una pareja de enamorados, un señor haciendo pis, Big Foot, Hagrig, Aragog? Los puentes segmentan las autopistas y todos te miran desde sus ojos pétreos, aterrados porque saben que vas a inyectarte en ellos. Derramadas sobre las colinas, las ciudades industriosas contemporáneas exhiben como una joya limpia su corazón tal vez muerto. Y cuando llego a mis destinos, a las plataformas donde flotan mis microuniversos, todo deja de deslizarse y fluir y alcanza una inquietante parálisis donde me embargan las emociones y los significados. Porque en esos tiempos abiertos a la cálida y luminosa excepcionalidad de los veranos, recobro a mis familiares de dos lenguas, dos sistemas límbicos, dos epopeyas…; recupero a mis amigos con sus sonrisas curativas y sus ojos láser en forma de espejos mágicos; refresco las palabras que apuntalan los dominios como pequeños pendones: Bordeux, Aire de Manoire, Perigord, Dordogne, Durlach, Walzbachtal, Siezenheim…

Hoy puedo dar las gracias a los planetas que nos rondan, a los seres que nos abrazan y al tiempo que nos regurgita. Porque hoy me encuentro envuelta todavía en la compleja densidad del tránsito, protegida por la liviana fugacidad del verano y la uniformidad que imprime el calor. Y es que en las horas revueltas veraniegas nos mezclamos parias con herederos, los exiliados con los potentados, turistas con proveedores…, porque todos estamos morenos y llevamos chanclas y camisetas cutres. Sin embargo, muchos regresaremos a nuestra zona de confort para vestir el uniforme propio de nuestro presente, en tanto los desterrados seguirán buceando entre territorios ajenos, arrastrando las mismas chanclas y consumiendo por adelantado la suerte que necesitarán en el futuro. Por razones y leyes sólo aplicables en este pequeño planeta prepotente, a ellos la Fuerza no los acompaña.



 

 

Ángela

Imagen: Ángela Mallén

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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