Berlanga Reclama la Dama de Elche
Francisco Gómez
El laureado director de cine, Luis García Berlanga, autor de obras inolvidables en la mente de los cineadictos como "Bienvenido Míster Marshall" o la coral saga de los Leguineche, ha declarado recientemente a la agencia JXT 55 su derecho a la propiedad de la Dama de Elche, conocida en sus primeros tiempos del descrubrimiento como La Reina Mora. Por consiguiente, el señor desde ultratumba reivindica su derecho a percibir todas las indemnizaciones que le correspondan.
Berlanga, que sigue tan reacio como siempre a ver sus pelis una vez filmadas y entregadas a la voracidad de los productores y distribuidores, señaló a este intrépido periodista en un momento de extrema lucidez, que descubrió que la propiedad del busto ibérico le pertenece a su familia y a él concretamente pues rebuscando entre la selva de sus archivos, entrevió una escritura redactada por D. Octavio Il.lícito a principios del locuelo siglo XX donde las partes, su tatarabuelo y un tal historiador Pierre Paris se jugaron en una apasionante partida de sarangollo la pertenencia de la escultura que se acababa de descubrir en un sitio llamado La Alcudia, que a saber en aquellos entonces dónde cojones estaba ese secarral. Al parecer y siempre, según las declaraciones efectuadas por el ínclito Berlanga, le ganó al mengano París la escultura en una noble partida sin trampas ni cartas en la manga. Si el fulano estaba algo bebido mientras jugaba o no se sabía bien las reglas del sarangollo, eso ya es problema del gabacho, que dicho sea de paso también le siseó la Reina Mora al doctor Campello por un miserable lila.
La cuestión es que ahora el susodicho Berlanga se está frotando compulsivamente las manos pues hace cuentas con los euros que reciba por los derechos de la señora ibérica tras la avería que sufrió su pueblo. Podrá irse por todos los putiferios más selectos de España y parte del extranjero y solicitar las señoras más estupendas de estos lupanares que se depilen adecuadamente el chochito para así incrementar su colección de pelos de coñito de hembra ardiente.
Al parecer de los berlanguistas, podrá recorrerse durante lustros los sitios de desvarío más distinguidos y solicitar a las mujeres más esplendorosas una muestra de lo más florido de su potosí para deleite de los sentidos y olfato del cineasta. Todo ello bien acompañado por una colección de tangas y braguitas y de la lencería más chic de los más hermosos ejemplares de perdición para el hombrerío.
Berlanga se frota las manos, al parecer de quien lo frecuenta, ante el suculento regalo que desde la ultratumba le ha dispuesto su tatarabuelo al que nunca olvidará por muchos años.