“¡Si hubiera encontrado un grito a qué asirse!”: El destino de Lázaro: Manuel Andújar
Para Pedro Hernández el Bueno, que ausculta de alma gritos, a quien solo falta tu Alonso: “[…] porque no hay otro yo en el mundo”
Déjame que te ponga un chal de palabras
por tu pantalla de cristal vidrioso,
por tus hombros vestidos
de silencio,
como un desnudo suspiro,
que viste –ciego- un frío desasosiego,
húmedo dolor a Longa noite de pedra,
porque Lázaro aún no quiere resucitar.
Ese olor a caoba antiguo
que te sale del pelo, alto,
es un aroma a vacío
que muerde a besos digitales.
Y sé insaciable contigo
mientras lleno de vísperas el miedo
largo de una tarde de domingo
y no encuentro un grito adonde asirme.
Manos de caoba enjuagándote la coleta:
color caoba llevan tus manos,
cometas del fin del mundo, mudo,
con que agrietas el pelo dichosamente alzado.
Color caoba el silencio de tu nuca.
Los ojos, sin embargo,
-y fíjate en lo que te digo-,
se quedan clavados en la pared, secos
como calderilla piden asilo en tus huesos,
mariposas tus húmeros no se lo dan.
No me llamas:
Tendré los números de tu móvil cambiados
con los que me inventaba los besos,
así he ardido todo de impaciencia,
urdido tu nombre tan oculto
-madriguera de mis secretos-
velas que te vela la noche despiadada desvelada,
en venta armado, desamado caballero.
Aquel violento olor a caoba
que dibuja extrañado de ínsulas,
con las manos frágil de tiempo,
un suspirar de canela en tu nuca.
Lo malo de estos besos digitales
-¿sabes?: ¿a que no te saben ni te los sabes?-
es que solo se dan con los dedos de las letras
no con las yemas de los labios,
y son muy eternos: no se borran nunca,
y son muy peligrosos: salen a flor de piel
en cualquier consulta de cabecera,
en cualquier análisis sintáctico
cuyo ignorado sujeto busca inútil su nominativo
a gritos por las esquinas de las palabras sin calles
con los verbos que queman como látigos de caoba
entre altares de oraciones sin dioses.
Besos digitales, triviales, virtuales,
visión a la espera inútil de un grito de caléndulas,
asas donde recoger tu pelo caoba,
ases ocultos en la bocamarga
y una sangre los labios secos de callarme.
Liviano Lázaro reza en minúsculas
-el alba entera se entera de tu silencio-
porque aún no quiere resucitar,
y los miedos huyen gritándome insultos,
indultos para la plaza rojiza pena.
¡Si hubiera encontrado un grito a qué asirse!
***
“-Visión debió de ser, sin duda –dijo don Quijote-, porque no hay otro yo en el mundo”: QII 70.
