Se hacinan
en las cunetas
televisores estrellados
contra el rojo manto de la tierra,
un milano doblado al medio
abatido antes del vuelo,
marranos negros sin trote
entre los charcos barrosos de
las últimas lluvias,
los densos ojos de las vacas
torpes
pacientes
absortas
que en el camino de ida y
el de vuelta
permanecen esperando que
nada pase
—y nada pasa—
junto al poste de la cerca
de espinos,
y entre nubes alargadas
sobre el asfalto
hay palabras que juegan al soy y no soy
ahora sí ahora no
mientras el aguijón pincha el guante
no la mano
y tritura el silencio del badajo sin campana
del domingo sin dios ni ley
sin dios ni amor.