Me encontré al fantasma de una oruga mirándose en un espejo con agujero negro creyendo que era un conejo pascual adorado por niños hechos de cartón con dibujos de corazones y otras cosas, entre ellas, tréboles. La oruga comió un trébol pero le generó gases y explotó, llenando parte del agujero negro de melaza incongruente.
Un profesor de matemática que pasaba en el segundo posterior vio el espejo, le puso la mano en la cabeza al conejo y salió brincando sobre una biblia pensando en cierta niña a quien le gustaba mirarse en el espejo y verse como la reina de corazones, pero de corazones solitarios, como el disco de The Beatles que quedó tirado junto a una estufa para calentar el agua que un poeta argentino miraba, la ñata contra el vidrio, pensando en un buen baño caliente para después tomarse unos mates en la pensión.