“La arena de los relojes
hizo crecer el desierto.
No digas que aquí hay silencio,
podrás decir que no oyes.”
Ismael Serrano
Me voy
nos vamos
marchándome bien lejos
de amparo y asesinos,
sin llaves en la puerta
ni voltear la mirada,
sin ticket de primera
ni remedio asumido,
ni premio al maletero,
o pan para el camino.
Ni compás, ni bitácora,
como cuando vinimos,
con palabra de honor
y razones de peso,
sin abrir el paraguas
ni alimentar al perro,
ni atarse los cordones
o putear al destino.
Casi humo o marea,
viento de sudestada
o trenes de regreso.
Me voy
nos vamos
sin pensar
ni sufrir
la estrechez del servicio,
lo breve del abrazo,
el precio de estadía,
ni las muelas del juicio.
Sobrevolando el fango
de la última llovizna,
a pulso
por calles del suburbio,
donde el futuro
tiene la mirada aturdida,
donde las sombras son
caridad de la luna,
estampita sin dios
en las manos de un chico,
avispa alucinada
que estrella los cristales,
con ahogo de llanto
o la furia de un grito.
Me voy
nos vamos
algo de ustedes
se viene conmigo,
un poquito de vos
se dormirá en mi siesta,
tu sonrisa en agosto
me aliviará del frío.
En procesión marchamos,
abrasados de soles
y abrazados por ríos.
Para extrañarlo todo,
sin pena y sin rencor,
feliz por el sendero,
alerta por la fiesta
de colores que viene,
desde un lugar incierto
del que soy peregrino.
Me voy
nos vamos
con verbos y murmullos,
flores silvestres
y rescoldos aún tibios,
hambre de amor
y leche de destierro,
lo que nos dieron
o nos despojaron,
pan nuestro
de día por medio
y horizonte espejismo.
Con pelusa de dicha,
miguitas de turrón
en los bolsillos,
pero ni un puto céntimo,
hartos del buffet froid
y el bobo consumismo.
Sobre veleros
de la Plaza Francia,
con pena a sotavento
y un padre sin mirada
que se tragó el olvido.
Me voy
nos vamos
antes que se nos pudran
las manzanas,
o el cuerpo acalle
el pecado carnal del optimismo,
sin que el silencio hiele
la cama del delirio,
agitando sábanas de hospital,
una niñez trapecio
y alegrías sin red,
ante el abismo.
Sin exigir respuestas
ni deshilar motivos,
con el último sorbo
y el beso fugitivo,
un golpe de timón,
casi volcar la copa
sobre el lienzo extendido .
Cruzar la línea fatal
en las baldosas,
caer al surco
como semilla estéril,
que el viento apuesta
a añoranza u olvido.
Me voy
nos vamos
solos y en multitud
paso tras paso,
con canciones de cuna
y ataúdes de espanto,
con ecos que se apagan
o agitando los brazos.
Radiantes y jodidos,
intrigados o cautos,
sin pólizas
ni lágrimas,
sin pudor y sin mito,
ni rabia, ni milagro,
solos con nuestro atado
de confusión y
huesos carcomidos.
Me voy
nos vamos
con mentiras piadosas
y verdades suicidas,
como ebrias golondrinas
aleteando en los bares,
entre la multitud
que envejece en las plazas,
bajo puentes infectos
y en mercados con prisa.
Me voy
con una escala tierna
sobre su geografía,
sombra del más acá,
revolución de sangre,
torbellino en las venas,
colofón y morada
en medio de sus piernas,
que retienen palabras
y prolongan latidos.
Y ser un huerto,
un charco,
un recuerdo,
un racimo.
Para ya no volver
-mi corazón y yo-
porque nunca estuvimos.