- ¿Qué es una isla?
- Una isla es un sueño.
- ¿Y qué es un sueño?
No ha encontrado a nadie que tenga la respuesta a eso. La pregunta es tan bella, le dijeron una vez, que no merece respuesta, no estaría a la altura.
Ahora tiene una isla frente a ella y le parece, más que nunca, un sueño. Es cierto. No siempre son necesarias las respuestas.
Pero no quiere dejarse engullir por las arenas movedizas de sus recuerdos y decide volver a la realidad. Para que el tránsito no sea demasiado trabajoso, la siempre hábil providencia ha dejado un periódico abandonado en el muro de la playa, justo a su lado.
Mira la fecha: 27 de julio. Vaya. Se da cuenta de que ha pasado casi un mes sin saber lo que sucede por el mundo. Una irresponsabilidad o todo lo contrario, según se mire. Puede que también el mundo, la vida, se haya detenido durante estas semanas. O puede que realmente el tiempo haya echado marcha atrás y se encuentre de nuevo al principio de su merecido mes de descanso.
Mientras se autocensura por albergar inútiles esperanzas -porque en el fondo sabe que alimentar ese sueño del eterno retorno no es rentable- hojea el periódico con desgana. Y se detiene en la sonrisa de una niña, pre adolescente, que parece haber conquistado el mundo. No se equivoca tanto, por lo que lee, está a punto de llevarla a cabo, su conquista del mundo, se entiende. Se llama Laura y tiene un sueño: ser la persona más joven en dar la vuelta al mundo en velero, en solitario. Tiene catorce años y por lo que se ve, la justicia holandesa ha intervenido para poner barreras legales a los sueños de conquista de Laura Dekker aunque finalmente la ley se ha rendido ante la evidencia de que no se pueden poner barreras a los sueños y mucho menos barreras legales y menos aún si los sueños son infantiles.
Piensas en Huckleberry Finn, en sus hazañas que tanta compañía te han hecho este verano; se ve que tú, en tu madurez, también tienes ganas de romper las fronteras de tus sueños y lanzarte a la aventura –aunque sea literaria- de la huída.
La isla y el sueño.
El sueño de Laura Dekker… el sueño intervenido, claro, porque hay que salvar al niño de sus propios sueños, no vayan a hacerse realidad y deriven responsabilidades civiles o, peor aún, penales.
No dista mucho el sueño de Laura del de Huckleberry Finn, el personaje de Twain, que no tiene otra frontera para sus sueños que el dulce agotamiento que produce estar vivo, estar realmente vivo. En plena escapada por el Missisippi con Jim, el negro esclavo con el que huye hacia los estados libres, Huck dice: “después de todo, el mejor hogar es una balsa. Otros hogares parecen absorbentes y aburridos, pero una balsa no. En una balsa uno se siente libre y cómodo como en su casa”.
Huck Finn y Laura Dekker, ellos sí deben saber qué es un sueño. Hacer de una aventura un hogar.
Ya no estás a tiempo de eso. Aventuras las justas y si pueden ser programadas y todo incluido, mejor. Hogar… hogar es a veces alejarse del hogar, precisamente. Este tiempo estival en que el tiempo se comprime y dilata, a capricho…
“¡¡¡¡El apocalipsis!!!! ¡¡¡¡Artículos de oficina cayendo del cielo!!!!”
Te despierta la televisión, Patricio Estrella, el amigo inseparable de Bob Esponja, anunciando a voz en grito el fin del mundo. Te cuesta saber dónde estás y cuándo. Un libro abierto descansa sobre tu regazo: “Las aventuras de Huckleberry Finn”. El periódico está sobre la mesa. Miras la fecha: 27 de julio.
-¿Qué día es hoy? –preguntas para cerciorarte.
Y tu madre sonríe, dándote por perdida.
Qué más da. Estás a tiempo de soñar tu propia isla.