Por lo visto en esta septuagésima edición del Festival de Cine Internacional de Donostia-San Sebastian -sección oficial y Perlas-
El suplente: una de profes en aulas conflictivas, al estilo de la célebre Rebelión en la aulas o la más cercana Mentes peligrosas; y solo equiparable por el contexto a otras cintas de instituto como Elephant o la excelente La ola. Correcto el planteamiento, el desarrollo de la trama y la interpretación protagonista masculina. Llamativa la participación de toda una Barbara Lennie, relegada a un papel de reparto, sin atractivo, y obligada, además, a ejercer en un español argentino del que no siempre sale airosa. Para ver, sí; para llevarse una sorpresa, no.
Runner: estamos en lo siempre. Para unos, una propuesta original, de silencios locuaces, fotografía grandiosa, con una recreación excelente de la Norteamérica profunda de los años setenta aproximadamente; para otros, una ópera prima de una lentitud exasperante, una narración de casi nada. Hay un poco de todo. Siempre me han gustado las películas con una atmósfera muy marcada, en las que la ambientación y el contexto cuentan como un personaje más, pongamos Blade Runner, Barton Fink, El piano…pero la frontera entre una ambientación poderosa y el puro esteticismo es muy fina y Runner, teniendo la primera apuesta por la segunda. La fotografía es excelente, la diálogos -no diálogos- me resultan de una parquedad fastidiosa y poco creíble -algo así me sucedió también con Lost in translation-. Para ver, quizá; para llevarse una sorpresa, seguro. Para disfrutar, probablemente, si te gusta el cine minimalista de autor.
Il Boemo: dos horas y media de música barroca. Nos relata la vida y andanzas de un compositor checo en la promiscua corte veneciana o, lo que es lo mismo, un pobre autor que aspira a escalar en la escena musical del momento, repartiendo talentos artísticos y amorosos a partes desiguales. Quizá lo peor sea la interpretación protagonista masculina, bastante plana. Lo mejor, sin duda, la música, dentro de una historia basada en hechos reales. Para ver, sí; para sorprender, no; para disfrutar, sin duda, si te gusta el barroco del XVIII y la recreación de la época.
Suro: una muy grata sorpresa, la primera película del realizador donostiarra Daniel Gurrea. Se ve con facilidad y gusto esta historia de dos arquitectos urbanitas que deciden jugárselo todo a una carta, trasladándose a vivir a una destartalada propiedad heredada, rodeada de hectáreas repletas de árboles. En la campaña del corcho -suro- se urde la trama de esta cinta, en la que podemos apreciar la habilidad con la que el director vasco maneja las idas y venidas en la relación de la pareja protagonista -lo más logrado de la cinta-, y posteriores roces -y más allá- que se originan entre los miembros de la cuadrilla de temporeros y la creciente interrelación entre la pareja y estos.
Gurrea maneja con acierto los mimbres para hablar de las relaciones de pareja -volteando a los jóvenes protagonistas, sacudiéndolos, intercambio de roles incluido-. Pero nos habla también de racismo, solidaridad, marginación. Muy destacable la interpretación protagonista de Vicky Luengo. Para ver, sí; para recomendar, también.
Pornomelancolía: ¿qué media de edad tendría el público asistente a la película de Manuel Abramovich en la proyección a la que yo asistí? Me lo pregunto porque la cinta recogió unos tímidos aplausos a su finalización. Quizá la cinta no gustó y punto; quizá Donostia sea esa ciudad chiquita de provincias que aún no está preparada para acoger un largometraje explícito sobre la vida y tribulaciones un homosexual metido a actor porno. De esas películas que le dejan a uno frío, pero van cogiendo poso con el paso de los días. En mi opinión, desequilibrado el cóctel de “porno” y de “melancolía” en favor del primero. Son escasos los momentos en los que el protagonista y sus compañeros charlan sobre sus cosas de gays y sobre el futuro y la vida, en general, porque están “ocupados” casi todo el tiempo con el sexo. No obstante, el protagonista habla sobre el futuro, sobre cómo han ido cambiando las cosas con el VIH, sabe dónde está, lo que hace, se acuerda de su madre y la mantiene al margen de su actividad… Le echa valor Abramovich con su propuesta, valentía no se le puede negar. Para el recuerdo, el rodaje de cine x que nos presenta el director argentino, con los ilustres Emiliano Zapata y Francisco -Pancho- Villa pasándoselo en grande. Para ver, sí, si no tienes prejuicios; para llevarse una sorpresa, también.
La Maternal: es un centro de acogida para madres adolescentes sin recursos. ¿Es original? No; ¿se podría parecer demasiado a un documental sobre madres quinceañeras canis sin recursos? Sí; ¿la película tiene una factura intachable? También. ¿Está bien narrada y cuenta con buenas interpretaciones? Sin duda. Con la Concha de Plata para Carla Quílez, ex aequo con Paul Kircher, protagonista de Le Lycéen. Para ver, sin duda, la interpretación protagonista femenina por sí lo merece. Y qué claro le queda al espectador tras el visionado: las niñas de quince años quieren/necesitan VIVIR -en mayúsculas- y un bebé, por crudo que sea decirlo, es una interferencia, por amado que sea. Se muestra claramente en las recurrentes quejas de las jóvenes madres, al renegar de sus bebés cada vez que lloran sin parar “Es que no me quiere...le doy de comer, le cuido, le canto, le bailo...lo hace para joderme”.
Great Yarmouth: provisional figures: dura, cruda, desagradable por momentos. Ken Loach en estado puro, en este drama que nos plantea otra inmigración, la de europeos en Europa, la de los “pork and cheese” portugueses en mataderos de pavos británicos, porque no todos los migrantes han nacido en Bamako, porque hay submundos en la vieja Europa de barriga prominente. Hacinamiento, miseria y supervivencia tras el sabroso pavo de Navidad. Excelente interpretación protagonista femenina -Beatriz Batarda- que a buen seguro estaría en las quinielas para la Concha de Plata a la mejor interpretación. Para ver, sí -y recomendar también- partiendo de un buen estado de ánimo.
Los reyes del mundo: la vida en los márgenes, en el barro de Medellín y de la Colombia profunda, que es, en definitiva, el de toda América Latina. Un joven y sus amigos, su pandilla, sus “hermanos”, su gente. Él el mayor, el más responsable, recibe en herencia unas tierras que en su día fueron expropiadas injustamente a su abuela. Ahí comienza esta película de viajes, del periplo del protagonista y su pandilla a través del Bajo Cauca y las miserias de la condición humana en la búsqueda de la tierra prometida. Amistad, solidaridad, traición, supervivencia… correcta segunda propuesta en el Zinemaldi donostiarra de la directora Laura Mora, quien ya obtuviera el premio en la sección Nuevos Directores con Matar a Jesús. Un crítico hablaba de “nivel interpretativo que roza lo amateur”, aparte de otras lindezas como “secuencias oníricas de artificio y falsedad” o “localizaciones tan atractivas como corrosivas para su autenticidad”, jalonando los comentarios con el marchamo de “peor de las obras a concurso”. Cosas de la crítica cinematográfica. La propia realizadora felicitaba a las madres de los actores al recoger la Concha de Oro, por su coraje para sacarles ellas solas adelante. Igual este crítico pensaba que estos críos eran de método Stanislavsky. Y se supone que la búsqueda de esa tierra prometida -y desconocida- es terreno abonado para dar rienda suelta a la ilusión e imaginación, pero bueno, yo no soy crítico, tan solo un juntaletras. Por cierto, como curiosidad, la película está rodada en español y se presenta subtitulada en español, lo que da una idea de lo cerrado del habla pandillero de la aldea colombiana. Y como curiosidad dentro de la curiosidad, el uso constante entre los chavales de la palabra “gonorrea”, como sinónimo de ese compendio de palabras y expresiones que usamos por estos lares tales que “hijoputa”, “mierda” “qué putada o qué mala suerte”, etc. Para ver, sí, aunque solo sea porque es la flamante Concha de Oro 2022.
A woman: recibió la Concha de Plata al mejor guion. Discutible, si bien es cierto que el cineasta chino nos presenta a una mujer de carácter, no a una madre coraje ni a una heroína sino a una joven consciente de su situación, de las servidumbres de su reducido mundo, que reivindica más allá de su naturaleza femenina, su condición de ser humano válido, capaz, resuelto e independiente y, después, su valor como mujer, como esposa sin yugo, como trabajadora y como madre. Una mujer capaz de divorciarse hasta en dos ocasiones, en la China comunista de Mao Zedong, en la tierra que recibe con agrado el nacimiento del varón y maldice el de la hembra, una esposa y madre que se mueve entre el machismo y paternalismo recalcitrantes. Un ser humano tan noble que es capaz de renunciar al posible hombre de su vida, cuando ve que podría ser un obstáculo en el futuro prometedor del joven. Para ver, por qué no; para sorprenderse, no.
Marlowe: Liam Neeson metido en la piel del célebre detective de Raymond Chandler. No es que el actor británico tenga un abanico interpretativo demasiado amplio, pero es que el personaje tampoco lo exige. Tipo duro entrado en años -el recurrente “estoy demasiado viejo para esto”-; chica sensual y exuberante; ambientación perfecta; trama y resolución de la investigación tan clásicas como previsibles. Para entretenerse un rato, sí. Para recomendar, destacar, no.
Los renglones torcidos de Dios: adaptación de la novela de Torcuato Luca de Tena. Una película voluminosa, con cuerpo...coral, interpretaciones convincentes – aquí sí, el papel protagonista le viene a Barbara Lennie como anillo al dedo-, banda sonora sólida – excesiva por momentos- de Fernando Velázquez, una trama coherente, bien llevada, que cuenta con la impagable ventaja para los virajes que da un personaje que se mueve en la frontera entre la cordura y la patología mental. Se ve un proyecto bien armado, presupuestado, que evoca irremediablemente a cintas americanas del estilo, protagonizadas por Richard Gere o Edward Norton. Una película que interpretada por Angelina Jolie, Charlize Theron o Amy Adams de turno, tal cual está, sería un taquillazo en Estados Unidos. Para ver, sí, está bien hecha y bien llevada, no se atragantan sus casi dos horas y media de metraje.