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ISSN 1989-4163

NUMERO 126 - OCTUBRE 2021

 

Patricia 1906 - II - Trilogía

Ramón Asquerino

 

 

«Aquel perfume de noche herido,
la singladura de tus ojos,
y tu palabra latiendo semillas»
Pablo de Sotomenor: La verde soledad del agua

 

«La hora del minotauro del aire,
que nos coja leídos»
La hora del minotauro del aire

 

 

«La penuria de los cuerpos derribados que no logran esconder la herida de su destrucción»
Luis Mateo Díez: El animal piadoso

A Patricia Dolores Fernández Ridruejo
(17/3/1906-13/2/1988)

 

II

«Nomen est omen»

Aquel 17 de marzo, santa Patricia, de 1906,
fue un día aún de invierno,
por donde se caía, extenuada, la tarde
con su escote de primavera,
la falda larga de sábado,
y su cola de lentejuelas
empedradas.

Te inventaremos ahora
nomenestomen
para cambiarte el nombre
que se te pegó entre el costado
hidatídico de tu hermano,
y la cicatriz de tu padre en huida
a México
—«No es que se me haya ido: nunca ha estado»
(Sigue marzo):Don de la ebriedad: Claudio Rodríguez—,
sin más explicación que aquella tarde opaca de marzo,
una tarde como en la que escribo ahora ciento quince años después
con la amarillenta adrenalina de tus fotos
que naufragan como tu barco de juventud
exiliada: «Est-ce en ces nuits sans fonds que tu dors et t’exiles»,
sin un Rimbaud en su Bateau ivre frenético de verso.

Hoy ya hace tal número de años,
ciento quince, te decía,
que lo único que permanecen son tu nombre cambiado,
la misma tarde,Sigue marzo,
el traspié de la noche que se escurre encima,
la retahíla de imágenes trizadas,
el tiempo puesto en pie para saludarte,
la memoria de una piedra,
el brizado saber ebrio de tu pasado,
oculto entre la sombra de un jardín del Sur
aquel 17 de marzo de 1906.

Tus amores inertes desvaídos,
el mareo de tus sueños inerme,
la eterna noche de la guerra,
las cartas que no llegaban,
la viudez a la que te sometieron,
—«Detente, cierço muerto»—
el llorar en el balcón de las penurias
la verdad intensa de tus hijos,
que aún no te habían nacido.
Tal vez haya que ir mendigando por un verso
—de Claudio, Arthur, el Juan de la Cruz en tu agonía—,
o ir a buscarlo al patio falso, entre la palmera,
por el níspero que aún no había sembrado el viento,
bajo la luz apagada de la tarde,
tras el semblante limpio de tu madre,
la transparente felicidad de tu tía.

Aquel 17 de marzo, santa Patricia, de 1906,
sería un amanecer aún de invierno,
por donde se caía, crujiente, la noche,
con su escote de primavera,
su falda larga de sábado,
y el canto de zapatos de charol
entonados.

Habrá que ir mendigando versos por las esquinas,
para plantar otra palmera de besos
y regar el níspero de los abrazos,
pero en silencio, sin que se entere la memoria
mojada por tanta lluvia ajada,
con la espalda abatida por tanta lágrima,
con tanto geranio suplicando un alféizar:
«Un temor calcáreo removió la penumbra».
Y desde este balcón del desvarío,
ante esta tierra última, difícil de subir,
—será la música que está escuchando
el piano sordo de tus manos—
espero verte otro 17 de marzo
tú y yo remando el barco de Rimbaud
por La verde soledad del agua.

*

 

 

«¿Es en estas noches sin fondo en las que te duermes y te exilias […]?»Rimbaud: Bateau ivre
«No es que se me haya ido: nunca ha estado»: “Sigue marzo”: Don de la ebriedad: Claudio Rodríguez
«Detente, cierço muerto»: Juan de la Cruz: Cántico
«Un temor calcáreo removió la penumbra»: Luis Mateo Díez: El animal piadoso
                                                                                                                                              

 

 


 

 

Nomenestomen

 

 

 

 
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