“El cada vez más rápido progreso tecnológico y los cambios en el modo de la vida humana, lo que da la apariencia de que se acerca alguna singularidad esencial en la historia de la raza humana más allá de sus propios asuntos tales como los conocemos, no puede seguir.”
John von Neumann, 1957
La singularidad tecnológica. El momento en que la inteligencia artificial superará a la humana. ¿Misterioso concepto de ficción científica o realidad más cercana de lo que pensamos? Si hemos de creer a su mayor profeta, Roy Kurzweill -cuya Singularity University recalará en Madrid en marzo de 2020 con un congreso-, está a la vuelta de la esquina y muchos de los de la Generación X, esos consumistas descreídos nacidos entre 1965 y 1980, esperamos vivir para verlo. En solo 25 años, siempre según Kurzweill, las máquinas sabrán y podrán más que nosotros. ¿Y eso es bueno o malo? Pues depende, como decía Jarabe de Palo. Para Mark Zuckerberg, míster Facebook, será lo primero. Para Elon Musk, creador del coche automático Tesla y del cohete Space X, lo segundo. Da para poner un emoji pensador...
Mientras tanto, los tontos nos divertimos como podemos con las posibilidades de inteligencia artificial (o AI, por sus siglas en inglés) que tenemos a nuestro alcance en la actualidad. Algunos atormentan con preguntas inverosímiles a la pobre Siri, la asistente virtual de Apple, o se llevan un susto de muerte cuando Alexa, la de Amazon, arranca a hablar sola en plena noche. (Por cierto, que sean todas femeninas da para un sesudo estudio).
Otros, como yo, se topan con una webapp de reconocimiento de personas, ImageNet Roulette. Un experimento de unos investigadores de la Universidad de Stanford cuya AI promete categorizar humanos como los humanos. Por ello, la web avisa a los navegantes que osen subir una foto para ser clasificados que los resultados pueden ser crueles, sexistas, racistas o misóginos. Así somos y así nos reflejamos en esa, supuestamente, todavía menos lista inteligencia artificial. La humanidad emulando a Benjamin Button: volviendo al punto 1:26 del Génesis, en el que el señor de la barba que levita en las nubes nos creó a su imagen y semejanza, ahora que nosotros hemos copiado esas maneras para aplicarlas a las máquinas. Kubrick debería volver a la tierra para hacer la película.
En resumidas cuentas, lo bueno de ImageNet Roulette es que sus pensadores la crearon expresamente como una “provocación” para que veamos cómo los sistemas de aprendizaje de inteligencia artificial clasifican a los humanos, y forma parte de un proyecto más amplio, Excavating AI (“The politics of images in machine learning training sets”), con el objetivo de alertar sobre las cosas que pueden ir mal cuando se entrena a un sistema de inteligencia artificial con datos problemáticos. De hecho, la webapp se ha deshabilitado al haber cumplido su objetivo dentro del proyecto para el que fue creada.
Si el reto, entonces, era subir tu retrato para descubrir cómo te categoriza la máquina y qué etiquetas te suelta, pensé en alguna forma de conseguir engañarla. Al menos, en cuanto a que todas las fotos subidas serían de la misma persona, pero tan diferentes entre sí que nunca la categorizara dos veces igual. Me acordé del trabajo de Cindy Sherman, aunque mi elección, como no podía ser de otra manera, recayó en David Bowie. El hombre de las mil personas.
¿Sería la AI capaz de clasificarlo correctamente? ¿Sabría ver tras las numerosas máscaras? ¿Es David Bowie todo el mundo?
La respuesta: https://davidbowie-vs-ai.tumblr.com/
“Supongo que es halagador que todos creyeran que yo era esos personajes, pero también deshumanizante.”
David Bowie