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ISSN 1989-4163

NUMERO 106 - OCTUBRE 2019

 

El Síndrome del Diógenes Digital

Inés Matute

¿Eres de los que sufren cuando eliminas un archivo de tu móvil o tablet? (desde fotografías a vídeos, música, wassaps o mails) Pues entonces padeces el dichoso síndrome. Aunque los libros de psiquiatría aún no lo recogen como patología mental, los psicólogos catalogan este comportamiento acumulativo de “basura digital” en los dispositivos electrónicos como un trastorno obsesivo por ansiedad que tiene mucho que ver con la inseguridad y la necesidad de tener el móvil o la tableta sujetos a un orden que la persona es incapaz de imprimir a su vida.

Suelen los afectados contratar más espacio en  la nube o comprar más dispositivos de almacenamiento -tarjetas de memoria o discos duros- antes que borrar esos archivos que nunca utilizan o utilizarán. Solo de pensar en destruirlos entran en pánico. Algunas asociaciones de Adicciones en la Comunidad Valenciana han empezado a tratar los primeros casos. El psicólogo Enrique Madrid advierte de que aparentemente no hay nada nocivo en acumular material “por si acaso” en un espacio intangible como lo es el digital…. Hasta que se establece un apego emocional con todo lo guardado como si se tratase de un tesoro, y prescindir del recuerdo (esa canción, esa fotografía) representa amputar una parte de ti. Como recomendación preventiva, nos sugiere borrar todo aquello que no haya sido tocado en un año, por más que nos duela hacerlo y el botón de delete se nos resista.

Acumular archivos nos da una falsa seguridad y disfraza problemas como la soledad o la dificultad para las relaciones interpersonales. Algunas personas lo llegan a vivir como un trabajo, y dedican muchas horas a bajar canciones de Internet para luego catalogarlas y ordenarlas como si se les fuera la vida en ello. Tampoco se deshacen de los móviles que ya no funcionan y que incluso visualmente nos resultan horrendos. ¿Motivos sentimentales, nostalgia, piezas de museo, dejadez?

Recuerdo ahora a mi difunto amigo Adrián I., que anotaba meticulosamente todos los vuelos que había tomado en su vida. Treinta años de viajes con su ruta, código y compañía aérea. Por motivos laborales, y también de placer, recorrió el mundo en todas direcciones. Y todo quedó escrupulosamente recogido en una serie de cuadernos que, lógicamente, sólo tenían valor para él. Supongo que cuando murió esos cuadernos acabaron en la basura, aunque a su manera contaban la historia de lo que había sido su vida. Es curioso cómo nos empeñamos en dejar señales de quiénes hemos sido en forma de diarios, anotaciones al margen o libros subrayados. En forma de cuadernos con los aviones que hemos tomado, las fechas y los destinos. Es como si de alguna manera nadie se resignara a lo que es una certeza absoluta: estamos de paso y la mayoría de nuestros “tesoros” se convertirán, con el paso del tiempo, en basura. Digital o física. Pero sólo eso: polvo y basura.

Borremos. Tiremos. Quedémonos sólo con aquello que nos es útil. El Medio Ambiente nos lo agradecerá. Y nuestra salud mental, también.

 

 

 

 

 


 

 

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