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ISSN 1989-4163

NUMERO 76 - OCTUBRE 2016

Sobre el Sentido del Arte

Victoria Llorens

 

     

Arthur Danto lo afirma sin vacilaciones, se trata de un arte para el intelecto más que para la mirada. Necesitamos cierto conocimiento previo, panorámico y por supuesto una mirada crítica. De lo que ahora se trata es de trabajar con el hoy. Walter Benjamin ya nos lo anunció con La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica: hace tiempo que el arte por el arte dejó de ser un dogma. Esto significa que todo arte que no tenga una pretensión reflexiva se acerca más a un producto artesanal o decorativo. Es necesario hacer hincapié en ese concepto. El aficionado (entendido como no profesional o experto) del arte no tiene por qué conocer esta especificidad, pues como siempre, se basa en la historia para justificar la mirada estética como objetivo del arte. Pero es que probablemente también esto sea  mentira, pues desde el arte prehistórico el mundo pictórico ha cumplido, también, una función. Esta idea queda difusa con el arte clásico de bodegón y retrato. Ahora, la funcionalidad del arte, más allá de la fetichización del objeto, ha comprendido que ya no necesita de unos marcos académicos para inscribirse como tal. Era cuestión de tiempo que la idea del arte como independiente del mundo,como espacio para la desconexión se desplomara. Cualquier sector que forme parte de la vida (y no conocemos otra manera) está indudablemente conectado con ella y, al ser así, se impregna de otras especificidades. Entonces, ¿qué sentido tiene ignorarlas? Circunscribir el discurso artístico y fusionarlo con el científico, político, económico o social no es más que otra manera de relacionar, intercambiar, de crear mundo, tal y como se hacía antes, pero ahora de manera partícipe, consciente y comprometida.


Adorno y Horkheimer, dos grandes filósofos de la Escuela de Frankfurt, iniciadores del pensamiento crítico contemporáneo, describieron bien en la crítica a La industria cultural la maquinaria capitalista, el entramado social basado en el sistema económico. En su ensayo, encontramos claves reveladoras de cómo todo nuestro sistema responde a un encadenamiento del individuo a un mayor engranaje, que relaciona todos los campos de la existencia con el capital y que aglutina a través de la promesa constante de éxito, asociado al mito de la felicidad. En su análisis, aportan ejemplos de los campos del cine, la música y el arte. Ejemplifican el arte pictórico-escultórico como <<bien de consumo>> y en cuanto a su contenido, reflexionan sobre la paradoja que supone la inutilidad del arte como utilidad misma. Repito: definen la utilidad de arte como la no-utilidad. Estas son las definiciones que se mueven del arte dentro de las estructuras capitalistas. Un manifiesto claro de cómo al sistema no le interesa dar voz al arte, que tenga algo útil que decir.

Aún cuando más presente está esa necesidad de interrelacionar campos sociales con el artístico, el panorama general sigue insistiendo en buscar las fronteras, distinguir lo que es estrictamente arte y lo que no, olvidando que ahora, es lo de menos. Con el surgimiento del pop-art, por ejemplo, se empiezan a vislumbrar las bases arquitectónicas que definen la categoría, esto es, el espacio museo, el autor creador. Sobre esto, debemos tener cuidado, pues de hecho, el peligro está más cerca de que el arte, llamémoslo comprometido, englobado dentro del mundo del arte, caiga en las apariencias, que no hacen otra cosa sino entorpecer  el camino hacia la recepción del espectador/participante. Resulta curioso cómo el espectador aturdido por la masividad de información y acostumbrado a las estructuras, distinciones y jerarquías se ve en la constante necesidad de apartar vida cotidiana de creación artística.

Recuerdo hace unos años, en una primera clase teórica -me parece recordar con Laura Mercader-, la profesora nos preguntó sobre el arte del Siglo XX (arte conceptual, minimal…). Entre nosotros, alumnos cándidos e inexpertos, surgieron cuestiones que justificaban el rechazo en un “no se entienden” o  “no se sabe qué significan, no son claras”. Laura respondió con otra pregunta, ¿acaso sabíamos que significa una obra de Botticelli? En dos segundos, todo lo que teníamos por aprendido se derrumbó  y comprendimos que lo que hasta el momento se nos había enseñado era a identificar signos, sabíamos describir una obra, pero desconocíamos el contenido profundo. De igual modo, la mayor parte de los visitantes de museos, miran con cinismo la obra conceptual, convencidos plenamente de conocer el arte del Siglo XVII. Encontramos allí la necesidad de aprender a educar la mente tanto como la mirada.

Lo mejor del rumbo que ha tomado el arte ha sido, probablemente, la necesidad intrínseca que la hecho estallar. La creación artística, como pocos campos de la sociedad, no se ha visto forzada por los altos cargos para crear este tipo de contenido, más bien ha surgido de una necesidad, mayormente alejada de la búsqueda del beneficio monetario: poner sobre la mesa cuestiones que de otra manera parecen no ser posibles acceder o visibilizar.



 

 

Sobre el sentido del arte

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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