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ISSN 1989-4163

NUMERO 76 - OCTUBRE 2016

Tal Vez la Niebla de unos Labios...

Ramón Asquerino

 

     

En soledad vivía,
y en soledad a puesto ya su nido,
y en soledad la guía
a solas su querido,
también en soledad de amor herido.

Juan de la Cruz: Cántico, 35


Para Amy Winehouse, por su vida y, sobre todo, por la que no le dejaron vivir. Del Cántico hubiese hecho otra voz no usada

Con un olor a bóveda y besos prohibidos, de MML
***
Y en la lejana inquietud acristalada
de las tardes, verás lento la puesta
silenciosa de largo del árbol, que ya no bebe
 el perfume roto de su copa,
igual que tú, cielo en soledad sin pájaros:
inermes ante el amargo azul de un espejismo,
como nubes inquietas y delirios transparentes,
tras la voraz garganta que clama madreselvas
por tu lengua de tierra al desamparo.
En soledad vivía.

Esperarán y espiarán a la vecina
noche, que anida la insomne madrugada,
tus ojos, duro rímel, tangente arco al iris:
tal vez la niebla de unos labios
ha puesto la intangible ola del pelo hiriendo
 tus hombros de tirantes que marcan
y ahogan, como la sed de sal,
en el fondo de tu armario de noche y luna
con un olor a bóveda y besos prohibidos.
Y en soledad a puesto ya su nido.

Canción minada con un ruido de venas,
como una oculta punzada mimada,
tu celeste cítara de brazos abierta
la guía –¡ay, Amy, a mí!–, barajando pasos de alcanfor
en  húmedo y huido callado escorzo.
Solícitos tréboles a la intemperie arrebolan
insensibles trampas, azahar prohibido:
   la ruina de las yedras mueven el perdón del aire
tras el rencor de tu llaga herida.
Y en soledad la guía.

Perfil luna de aquella palabra de desiertos,
 cuyo azar indoloro –te decía– 
ara aroma de ebrio bálsamo, fragancia
de las tardes que esconden, encanecidas,
las inexorables leyes del querido otoño,
esa apacible norma nueva: llueva,
trueno tras diluvio, Noé con el paraguas,
 se mojarán en añicos y todo su zoo con impermeables.
A salvo tu voz, marejada entre ramas de olivos.
A solas su querido.

Arca mojada, pesadilla bajo encelada quietud,
tu límite en celada al cansancio de las formas:
las miradas de la animalia secretas,
los juguetes, nómadas en baúl herido donde ya
no te orillarán más dunas que un húmero de tarde,
donde los huesos aúllan sus números nocturnos
entre las sábanas cruentas de tu insomnio:
tal vez la niebla de unos labios
como un diluvio, huracán de besos prohibidos.
También en soledad de amor herido.

 



 

 

Tal vez la niebla de unos labios

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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