¿Por qué a lo largo de la historia la riqueza y el poder se distribuyeron de la forma que hoy conocemos y no de otro modo? ¿Por qué el desarrollo humano se produjo a diferentes velocidades en los distintos continentes? ¿Por qué fueron los europeos, en lugar de los africanos o los indios americanos, quienes se hicieron con armas de fuego, con los gérmenes más malignos y con el acero?
Estas son algunas de las preguntas que constituyen la base del libro "Guns, Germs, and Steel - The Fate of Human Societies" (Armas, gérmenes y acero - Breve historia de la humanidad en los últimos trece mil años), publicado originalmente en 1997 –disponible aquí en Debate y Debolsillo- y en su día galardonado con el Premio Pulitzer, escrito por el investigador y escritor Jared Diamond, profesor de Geografía en la Unversidad de Los Angeles. El sujeto de su libro es la historia pero su enfoque es científico, a través principalmente de la biología evolucionaria y de la geología.
Es sabido que la domesticación de plantas y de animales permitió el desarrollo de densas poblaciones humanas mientras que los excedentes alimentarios y el transporte animal favorecieron el desarrollo de sociedades políticamente centralizadas, estratificadas socialmente, complejas económicamente e innovadoras desde el punto de vista tecnológico. Sin embargo solo unas pocas áreas del mundo lograron desarrollar la producción de alimentos de forma independiente y lo hicieron en momentos diferentes. Las gentes que habitaban las áreas que cobraron ventaja en la producción de alimentos la adquirieron también en el camino hacia las armas, los gérmenes y el acero, los factores que, en última instancia, darían forma al mundo moderno y determinarían la interacción entre gente diversa a lo largo de la historia.
Las ventajas comparativas del Creciente Fértil a la hora de desarrollar la producción de alimentos con respecto a otras áreas son: un clima mediterráneo, la existencia abundante de ancestros salvajes de muchos tipos de plantas válidas para la producción y un alto porcentaje de plantas hermafroditas que se encargan de su propia polinización (las primeras 8 clases de cosechas desarrolladas en el Creciente Fértil lo fueron a partir de plantas hermafroditas).
Las ventajas del Creciente Fértil con respecto a otras áreas de clima mediterráneo fueron: su más amplia extensión, mayor diversidad de plantas salvajes y especies animales, mayor variación climática, mayor diversidad de altitudes y topografías en un espacio reducido, alta diversidad biológica en pequeñas distancias y débil competición por parte del estilo de vida cazador-recolector.
Una vez desarrollada la civilización en el Creciente Fértil gozó para su transmisión de una ventaja comparativa respecto a otros focos en los que también surgió la civilización de forma independiente: Eurasia contiene la más ancha franja de tierra a la misma latitud con similar clima y variaciones estacionales en el mundo lo que facilita la transmisión de plantas y animales domesticados, de materiales y tecnologías. Mientras el eje de Eurasia recorre el continente de este a oeste, los ejes de América y de Africa se desplazan de norte a sur lo que favorece las variaciones climáticas y ambientales y por tanto dificulta la adaptación de cultivos.
La conquista de América por parte de los europeos se explicaría en buena medida porque los mayores asesinos de la historia han sido las enfermedades infecciosas que evolucionan a partir de las de animales domésticos. Mientras que muchos de esos animales habían sido domesticados en Eurasia, solo cinco de ellos lo habían sido en América y en ningún caso tenían el potencial infeccioso de la vaca o el cerdo. Otros factores fueron la escritura, la tecnología o la existencia de sistemas de gobierno centralizados con una religión organizada, posibles solo en sociedades evolucionadas a partir de la independencia alimentaria.
Por tanto, la razón por la que fueron las sociedades europeas en lugar de las del Creciente Fértil, India o China las que adquirieron una ventaja fundamental a la hora de desarrollarse en el continente euroasiático y posteriormente expandirse a otros continentes convirtiéndose en hegemónicas consistiría en que las sociedades del Creciente Fértil surgieron en un entorno muy frágil desde el punto de vista ecológico y la rápida deforestación hizo que el poder se desplazara hacia el oeste donde el entorno, gracias a la abundante lluvia, resultaba más robusto. China, por su parte, gozó de la ventaja inicial de contar con modestas barreras físicas y una fácil conexión geográfica en su territorio lo que favoreció una temprana centralización política pero ello se convirtió en una desventaja cuando un déspota estuvo, por cualesquiera razones, en condiciones de frenar la innovación en todo el territorio con solo una orden. En contraste, la balcanización de Europa resultó en el surgimiento de decenas y centenares de centros de poder independientes, que competían entre sí estimulando la innovación.
La secuencia histórica se podría sintetizar en la existencia de grupos humanos con armas, gérmenes y acero, o con más tempranas ventajas tecnológicas y militares, que se expanden a expensas de otros grupos hasta que estos son remplazados o hasta que cada uno de ellos comparte las nuevas ventajas.
En definitiva, son las diferencias ambientales –no las biológicas- las que determinan en gran medida la suerte de las gentes en función de los continentes respectivos en los que se habita a lo largo de la historia. Una conclusión –y una lectura- de enorme interés para comprender los factores determinantes del desarrollo humano y especialmente oportuna para rebatir prejuicios y clichés en estos tiempos oscuros que se dirían abonados para la proliferación de la xenofobia.