Una foto de Rita Barberá desnucada contra el respaldo de un sillón del Senado y roncando a pierna suelta ha despertado una oleada de indignación y otra de carcajadas en este coso taurino denominado España. Quizá más carcajadas que indignación, porque sinceramente nadie creía que Rita aguantara a pie firme el coñazo letárgico de una sesión del Senado ni aunque esa sesión fuese la primera. Algunos esperaban que soportara al menos hasta la segunda para abrir la espita del gas, no obstante, Rita tiene su público y no puede decepcionarlo. No le importa ser el foco de todas las miradas.
Cinco mil euros y pico sólo por ponerse a roncar como una osa parda puede parecer mucho dinero, pero hay que tener en cuenta las contraprestraciones. A Robert Mitchum, por ejemplo, lo contrataron una vez para una sola escena en una película y exigió una millonada; el productor, que quería estar presente, asistió estupefacto al momento en que Mitchum se paseaba delante de la cámara sin alzar ni una ceja. Le pidió al director que repitiera la escena, que él no había visto un carajo, pero el hombre, que sabía por lo que estaba pagando, explicó: “Tú no lo has visto, yo no lo he visto, pero la cámara lo ha visto”. El arte cinematográfico de Mitchum es como el de Rita Barberá, sutil, imperceptible, casi cinegético: hace falta una millonada sólo para que no haga nada y además una cámara rodando para inmortalizar el momento.
En efecto, ha costado más de cinco mil euros mensuales apartar a Rita de su zona de caza habitual y acorralarla en un santuario para que practique la hibernación a su gusto. Reconozcamos que nos sale barato, muy barato. No hay más que echar cuentas y calcular el montante de lo que costaría que Rita siguiera a su bola, libre y hambrienta por el campo. Sin embargo, no todos están contentos; le han reducido sus competencias al mínimo -lo cual quiere decir que no ronque muy alto- y Carles Mulet, de Compromis, llegó a pedirle al PP que, por favor, no tirase su basura dentro de su grupo parlamentario. Tuvo suerte de que a Rita le pillase somnolienta, tanto que accedió a entrar en el Grupo Mixto sólo porque lo confundió con un sándwich mixto.
Este apacible retiro no quiere decir que Rita sea susceptible de domesticación; los políticos viejos no aprenden trucos nuevos y ninguno ha sabido retirarse a tiempo. Tendría que ser obligatoria la jubilación a los 65 años y algunos harían bien jubilándose a los 18. Todo el mundo recuerda a Fraga, por ejemplo, al que cada día Rita se parece más, aunque con peluca. Parece que fue ayer cuando le concedieron el título de Musa del Humor, título que ha portado con orgullo a lo largo de cuatro décadas. Y las que le quedan. En la foto del delito, si se contempla atentamente, puede oírse un borborigmo a lo Lovecraft y, por debajo, la voz ecuménica de Félix Rodríguez de la Fuente, aquel excelso corifeo de la vida salvaje que adornaba los documentales de nuestra infancia: Queeeriiiduuuoooos amigooouuus delafaunaibérica.