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ISSN 1989-4163

NUMERO 66 - OCTUBRE 2015

Ángel Stanich: el Tipo en quien Confía el Carnicero cuando Quiere Género Fresco

Gabriel Rodríguez

 

            Si alguien aún duda de que la vieja Castilla es el salvaje oeste, es porque no se ha dado una vuelta por allí: una despoblación galopante que deja pueblos fantasmagóricos en medio de vastísimas extensiones, un clima severo en el que el invierno y el verano se alargan a costa de engullir a la primavera y el otoño y lugareños con el rostro y el carácter que debe de tener Clint Eastwood antes de haberse tomado el primer café. Si el bueno de Johnny Cash hubiera cambiado su I shot a man in Reno por Disparé a un tipo en Arévalo, no hubiera estado muy desencaminado.

            Si en la novela se puede ver que la distancia que separa a Cormac McCarthy de Delibes es más corta de lo que a muchos snobs anglófilos les gustaría, la evidencia musical de la salvaje Castilla también tiende a estrechar dicha distancia. En los últimos años han aparecido unas cuantas bandas que así lo atestiguan: los pilosos pucelanos Arizona baby, los burgaleses en camiseta imperio La Maravillosa Orquesta del Alcohol, el melancólico Quique González y el nómada confeso Depedro (que puede aparecer solo o formando parte de los asimismo mestizos Calexico).

            La última cabeza peluda de esta corriente es el cántabro Ángel Stanich, hirsuto de cabellera, de barba y de guitarreo. En Stanich hay una fe que de inmediato te hace creer que lo que tienes delante no es un niño de papá jugando a ser un tipo duro. De alguna forma, uno sabe que las pintas que maneja el mozo no son lo relevante (aún se ve mucho pollo pera disfrazado de rockero), sino que por el sistema circulatorio del cántabro corre algo tan sencillo y a la vez tan volátil como es el rock.

            ¿Y en qué consiste exactamente ese marchamo de autenticidad? Por más que cueste definirlo, si uno escucha con atención, se puede averiguar dónde está y dónde no. No consiste desde luego en cantar o tocar bien (Dylan es la prueba), ni en la elegancia con que uno salga al escenario (hay grupos geniales tan aseados que les invitarías a comer con tus padres, como Pulp, o de sonido y aspecto tan zarrapastroso que dan ganas de castigarles a ordenar su cuarto y hacer la colada, Los Planetas), sino en algo tan intangible como creerse lo que uno hace hasta las últimas consecuencias más allá del márketing y la sobreproducción.

            Si alguien ha visto a Ángel Stanich tocando en directo algo tan sencillo y a la vez tan potente como Metralleta Joe o la extática Jesús levitante, sabrá a qué me refiero. Bajo la pelambrera, todo lo que hay es electricidad y rock and roll, una energía polvorienta de los tiempos en que los hombres vivían en una tierra yerma y casi desierta. Como en el salvaje oeste castellano.

https://www.youtube.com/watch?v=PSP490BsQ-w

https://www.youtube.com/watch?v=PSzblUXvp3c

 

Ángel Stanich

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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