Brevísimo Álbum de Escatología
Edgard Cardoza
Guardar oro es atesorar vida (sol) y retener el
excremento. Gastar el oro acumulado es esparcir
vida, transformar la muerte en vida... Las metamorfosis
del oro y el excremento, sus uniones y separaciones,
constituyen la historia secreta de la sociedad moderna.
OCTAVIO PAZ (Conjunciones y disyunciones)
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CONJUNCIÓN
Don Octavio lo dijo: la caca es cosa seria: oro para suplir el oro que se ausenta del cuerpo. Oro para intentar vencer las pretensiones de cualquier enemigo cuya extensión de odio no puedes precisar cuando crees dañarlo con la flecha certera de mentidas imágenes: ¿cómo podrías intuir desde el irreflexivo vituperio que excremento es metáfora de ‘sol’?. Oro entonces para el que no busca oro o no entiende su misterio, peso, brillo, densidad, y se sienta sobre su propia mina, sin saberlo. Y se nos va la vida ademándolo a la inversa en canales y lagos de inmundicia, que desde la torpeza son sólo manifiestos extremos del olor. Todos los elementos se condensan en la cacofonía estereofónica que es capaz de alcanzar notas de agudo aguado diarreísimo, y en el mismo vibrato urdir la gola para un pedestre do de asentaderas. Cantemos pues, a la docta costumbre de acomodar el ceño en punto muerto y adustar el semblante y expresarnos en la más cómoda postura de nuestra intimidad.
Ay, Don Octavio, cómo le agradezco tal dispendio: sin sus vinculatorias disyunciones nunca hubiera sabido que el retrete es un crisol, y mis evacuaciones: joyas filosofales de la alquimia.
Digamos Oooommm, señores, que ha llegado el momento de ofrendar al sol, de hacer que el oro discurra por el mundo... Para los iletrados: es hora de hacer caca. Perfumadas disculpas, Don Octavio.
2. BESO A LA MOMIA
De la larguísima fila de cadáveres expuestos en aquella infamante catacumba, galería, grieta a la eternidad a cincuenta pesos el boleto, destaca sobre todos el nonato prendido con alambres del vientre de su madre en trabajo de parto hacia la muerte. Es la imagen más tierna y también la más perversa. ¿Quién podría decirnos que no es ésta la estampa que da voz a esos seres contrahechos, que parecen gritar hacia el infierno la desventura de no poder concluir su tránsito de polvo? De sus bocas abiertas, crispadas, quizá en un gesto de horror a su no vida, a su muerte imperfecta, brota la enunciación por muda concluyente (a través del diminuto actor de este sahumerio) de que el más cruel y pútrido vacío es el silencio. Curiosamente, el que nunca nació, el que asfixió a su madre con su amor abortivo, es quien ahora charla en el mejor lenguaje de la muerte, por todos.
Antes de proseguir nuestra morbosa tropelía escuchemos a este conato de niño, sin lumbre, disertar sobre el limbo y su seno nauseabundo.
Pongámonos en actitud de beso a la placenta más sombría, agrandemos las cuencas de los ojos, que nuestra cara sea toda pómulos y dientes, extinta nariz, sienes hundidas: ajustemos nuestro espejo a ese atisbo de vida en su indumento de rey venial de la carroña. Que duela el beso, que sangre si se puede.
3. EL ALMA DE LA NOCHE
Entre otras cosas, la noche es motivo escatológico. Díganme a qué horas se gesta la digestión del mundo. En qué momento fluyen los ríos de inmundicia que la diafanidad del sol esconde. Cuándo es que el hombre se da cuenta que más que cielo es cieno y entorna los ojos para atisbar el filo salvador.
Los veneros del alma, durante el día corren transparentes; de noche son estanques de agua purulenta, desalmada. Porque el día es despliegue de dones, la noche dolorido inventario de flatulencias.
De día el hombre canta, se siente Dios en el goce de su herencia desbordada; de noche es sólo hombre, y solo, en evidencia de su naturaleza de carroña.
Y ya entrados en fermento, Don Octavio, con mis respetos a su chocante y sabia calavera, quisiera comentarle, que esa infecta sustancia llamada soledad consume ésta y todas las teorías: es escoria sin eco ni reflejo, vil noche, solamente.