El Perro Aguayo. White Blood Simple Games Rules
Julio Soler
“El Perro triunfará, el Perro triunfará, el Perro triunfará”. BANDA CUISILLOS
Profunda negra noche en Nochistlán a tenor del vértigo abisal que siente el gusano cuando se ve abocado a salir de la botella de Mezcal y ser testigo mudo de la escena en una caravana a las afueras de la ciudad llena de sofás cama prácticos para rendirse:
-El lo sabe, él lo sabe, él lo sabe. Los jilgueros, con su color limón verna revolotean desorientados, intuyendo que no hay final sin olor a tierra sedimentada y no removida.
-¡Si lo enterramos vivo! El fondo de sus ojos eran blanco y llevaba una máscara del luchador mejicano El Perro Aguayo y sus botas altas y lanudas también eran blancas. Del color blanco de la sangre azteca que muta cuando la herida se produce con un golpe certero de pala de marfil blanco.
-Usted no lo conoce, usted no lo conoce, usted no lo conoce. Sabe comportarse en momentos así: límites. Ha ganado máscaras y cabelleras y destrozado a un rival tan temible y poderoso como el Santo Torero de Cuatro Caminos. Sabe orientarse, ganarse a los jilgueros, mimetizarse, sobrevivir. Es un maestro, está furioso, habrá salido de ese pozo de lodo con esas botas blancas y lanudas y su torso hirsuto, cremoso, brillante y salvaje. Me gusta.
-Veo que usted, mi dueña, no sabe diferenciar el delirio de los jilgueros limón verna con la solemnidad de los cuervos blancos.
-Porque usted, el enterrado vivo, es el que está aquí ahora enfrente de mí, llegando hasta el final de nuestros juegos. Usted no vuela, pero estoy segura que volvería a cambiar el color de sus botas con tan sólo volver a verme tirar los dados. Mi Perro. Y ahora recuerde para cuando le toque el turno, que usted lleva la ficha blanca, pero deje entrar a los siguientes jugadores para que me cambien el tablero. Que también tienen sus necesidades y desean tentar a la suerte.