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ISSN 1989-4163

NUMERO 56 - OCTUBRE 2014

La Mujer Decapitada

Jesús Zomeño

Sherlock Holmes le preguntó a Watson si le parecía hermosa aquella mujer decapitada.

-Por supuesto que no –contestó.

-Sin cabeza no existe la inteligencia, ni la capacidad de hacer el bien o el mal. El alma está en la cabeza... No obstante, Watson, fíjese bien, ¡qué hermosa es!

Era una agradable tarde de primavera; apenas las hormigas, cubriendo la herida, alteraban la calma con su fatigoso quehacer de arrancar coágulos para llevárselos al hormiguero. Menos mal que masticaban en silencio. Holmes encendió la pipa y miró fijamente el culo de aquel cuerpo. Para comprobar lo que estaba pensando, sacó un pañuelo del bolsillo y se acercó al arroyo. Watson, mientras, se había alejado porque el cadáver empezaba a oler mal.

Habían enviado recado a la Policía de Statron Hols para que acudiesen a hacerse cargo del cuerpo. Julius, el pelirrojo de la hospedería Almirante Willowy, hacía más de una hora que había salido en bicicleta. Era el menos afectado, Julius, por la muerte de Rebecca. La mujer había sido institutriz en Hansfield antes de registrarse en la hospedería. Unas vacaciones que terminaron en tragedia. La encontró Julius junto al molino, boca abajo. Dos días antes, por la mañana, la mujer había salido para pintar unas acuarelas, con una cesta para el almuerzo y unas sandalias rojas. Holmes y Watson se alojaban también en la hospedería, a causa de una extraña carta que habían recibido alertándoles de un peligro. La carta no tenía remite, aunque descubrieron después que la había enviado el Barón de Hansfield porque sospechaba de su celosa esposa.

Holmes estaba seguro que el secreto de todo aquello estaba en las sandalias rojas, pero mirando aquel culo no se podía concentrar en resolver el misterio. Se acercó con el pañuelo empapado en agua y frotó las nalgas del cadáver. Era una piel blanca y contorneaba una silueta perfecta, apenas veinte años. Holmes se entretuvo con el pañuelo, después llamó a Watson.

-¿De verdad que no le parece un cuerpo precioso?

Watson no contestó.

De alguna manera, Holmes se relajaba ante una mujer sin cabeza. Era lo mas parecido a un cuerpo sin reproches, ni exigencia. Se sentía a salvo por no imaginarle boca ni cerebro. No era una atracción sexual, era algo mucho menos superficial, se trataba de la infancia de Holmes, de su impotencia para comunicarse con las mujeres, las que tanto se habían burlado antes de él, incluida su madre por ser menos corpulento y popular de su hermano Mycroft. Así, se sentía a gusto frente a aquel cadáver silencioso y blanco, sin cabeza, sin hostilidad.

 

 

 

 

La mujer decapitada

 

 

 

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