Benditos sean los niños y su enorme carga de misterio que ilumina los espacios, una y otra vez benditísimos sean
Benditas sean las mamás y su mochila de amor entre las manos y labios. No conozco palabra más hermosa del diccionario humano -y una lágrima se cae del bolsillo. Perdonad, me inclino a recogerla.
Bendito sea mi padre y su niebla de hombre bueno que ha enredado su mente y duele tanto, tanto...
Benditos sean los hombres buenos que pierden y pierden y vuelven a perder y aún guardan una sonrisa para contaminarte los ojos
Benditos sean los que siguen mirando al cielo y esperan la arribada de alguna luz de no sé dónde mientras se arrean una hostia que no veas con el semáforo de la esquina
Benditos sean los parques de la city, de todas las cities donde los "improductivos" se reúnen cada tarde y uno ve el anticipo de lo que habrá de venir si se cumplen las promesas
Benditos los ingenuos de corazón porque ellos verán a Dios, según reza el libro sagrado aunque en esta vida las lleven claras. ¡Qué suerte tienen los cabrones, pero qué resuerte más fuerte!
Benditos sean los amigos, mis enormes amigos, el mayor patrimonio de este hombre en llamas. Que nadie se acerque por denarios ya que arráscome los bolsillos mediada la jornada mensual
Benditos sean los escritores y poetas que me gustan y los que me gustarán entodavía no descubiertos pues ellos abrigan mi corazón y mis tinieblas en mañanas perezosas, tardes incógnitas y noches desarboladas
Benditos los que ya no esperan casi nada pues ellos no se llevarán los consiguientes sustos morrocotudos con los vaivenes del euribor, el ibex, nasdaq, la prima de riesgo y la parentela que los crió
Benditos sean los que todavía hablan con palabras monosílabas, a lo sumo bisílabas y dicen: niño, mamá, padre, hombre, Dios, luz, amor, sí, vale
Bendito sea el necesario amor, alimento humano del mundo
Bendito sea el papa Francisco que el otro día me dejó descuadrado cuando lo vi subir a un dos caballos por la tele, igual que aquel que conducía mi tío Félix, el Ferrari
Benditos seáis todos y cada uno de vosotros porque me inyectáis las vitaminas de confianza y alegría necesarias para vivir, para seguir creyendo, para seguir esperando
con vosotros