No sé a quién se le ha ido la pinza, si a Jerónimo o a Víctor. Cuando leemos esta novela, que se lee de una forma ágil y amena, nos encontramos con una historia que, desde un principio, podemos imaginarnos por donde va a ir. Incluso, para los más duchos seguidores de este peculiar detective, Víctor Ros, el final es muy previsible. ¡Vale! Pero ahí está lo bueno y lo interesante; podemos ir paralelamente haciendo nuestras investigaciones, nuestras deducciones y... cuando todo parece lo que es, el sagaz detective se lleva el mismo chasco que nosotros: ¡No es! Y vuelta a empezar.
Suiza, 1882. Bárbara Miranda, una psicópata custodiada por el Sello de Brandenburgo, escapa de su celda y desaparece.
Un año después, en Oviedo, aparece asesinado Ramón Férez, primogénito de un acaudalado industrial. Se inicia entonces una investigación policial en la que, para desesperación de las fuerzas del orden de la ciudad, no dejan de aparecer sospechosos del crimen. El juez encargado del sumario, Agustín Casamajó, incapaz de encontrar al verdadero culpable, decide llamar a su gran amigo y famoso detective, Víctor Ros.
Pero el caso no será fácil. El detective tendrá que evitar las trampas que le colocarán en su camino las personas que menos esperaría, y se encontrará con un amor del pasado al que traicionó en su juventud. Sin embargo, con la ayuda de su hijo adoptivo Eduardo y de su mujer Clara, intentará salir airoso del caso más peligroso de su vida.
Víctor Ros usa unos métodos hasta entonces desconocidos o poco comunes: hace uso, por ejemplo, de la frenología (antigua teoría que afirmaba la posible determinación del carácter y los rasgos de la personalidad, así como las tendencias criminales, basándose en la forma del cráneo, cabeza y facciones). Pero una de las cosas que me ha llamado más la atención lo encontramos en la página 117, veamos:
« ... esto es un estetoscopio... No tema –dice aplicando el extremo del tubo en el pecho del preso, justo sobre el corazón. Los dos conos acaban sobre las orejas del detective... » .
Le hace una serie de preguntas al acusado y en la página 119, dice:
« ... debe de estar tranquilo. Hágame caso, nada tiene que temer. Es usted inocente y yo lo sé... » .
Me descubro ante el detective. Hace poco he leído una novela (ya reseñada, en su momento) titulada Prodigioscopio en la que se hablan maravillas del estetoscopio de esa época. Una maravilla más debe ser la determinación de la culpabilidad o inocencia de una persona. No dudo de que esto sea posible.
Le doy las gracias al autor por hacernos pensar al hacer uso de algunas estratagemas; que tanto en esa época y ahora llaman la atención, por lo menos. Me ha gustado el uso del lenguaje, el uso de algunas palabras que me han trasladado a mi infancia. Una palabra, que hacía mucho tiempo no oía me hizo sonreír, aparece en la página 76:
« ... los pantalones zurzidos y sujetos con una cuerda, camisa blanca llena de chorretes ... » .
Cuando leo una novela voy buscando la frase que me llame la atención, si la encuentro mi reconocimiento al autor es automático –no siempre se encuentra, en esta ocasión si- y eso hace que lo mire de otra forma, será porque yo no se redactarlas. Página 209:
« Sí, con don Celemín, un cura joven de San Isidoro que confiesa igual a criadas y señoras, dicen que es hombre muy liberal » . Sencillamente genial.
Una fauna de personajes curiosos complica y enredan la historia. Historia que maneja de forma rigurosa Jerónimo para, al final, encajar todas las piezas del puzzle sin que sobre, ni falte ninguna. Entre otros nos encontramos con: Un afinador de pianos homosexual, un mozo de cuadras de nombre equívoco, cerdos que se comen las margaritas de los Férez, don Reinaldo que esconde más que expone, una institutriz que ya, ya...
Me he sentido muy a gusto leyendo las peripecias del detective. Animo a Jerónimo Tristante a que siga escribiendo estas historias folletinescas , cómo corresponde a la época. Se que el autor escribe, y así lo dice, para un numeroso público; él no escribe para si mismo y su crítico de cabecera. ¡No!, quiere que lo lea mucha gente, cuanta más mejor. Esta es una buena historia, clara, con numerosos diálogos, cincuenta y un capítulos cortos que hacen la lectura cómoda, y un epílogo -hay que leerlo también, porque...-.
Jerónimo Tristante (Murcia, 1969) se dedica a la docencia, es profesor de Biología y Geología de Enseñanza Secundaria. Su primera obra Crónica de Jufré (Tres Fronteras, 2003); le siguen, El Rojo en el Azul (Inéditas ediciones, 2004), El misterio de la Casa Aranda (Maeva, 2007)*, El Caso de la Viuda Negra (Maeva, 2008)*, El Tesoro de los nazareos (Roca editorial, 2009), 1969 (Maeva, 2009), El enigma de la calle Calabria (Maeva, 2011)*, El valle de las sombras (Plaza & Janés, 2011), Océano de tiempo (DEBOLSILLO, 2013).
*Saga en la que interviene Víctor Ros.
Conversamos con Jerónimo para conocer algo más de él y de Víctor Ros, con permiso...
¿Biólogo-escritor o escritor-biólogo?
Yo soy profesor, profesor de Biología. Lo que ocurre es que escribo en mi tiempo libre. Pero me gano la vida enseñando, es algo que nunca debo olvidar.
Con cada novela nos quedamos con la miel en los labios, en esta no podía ser menos. ¿Será, realmente, la última noche de Víctor Ros?
El título está relacionado con los sucesos que vive Víctor en la novela, y no podemos desvelar si es o no su última noche porque no estaría bien para con los lectores que no la han leído.
En esta novela aparece Eduardo, hijo adoptivo de Victor Ros, que lo ayuda, disfrazado de pilluelo. ¿Lo necesita o es un guiño a Arthur Conan Doyle o a Dickens?
En las novelas de Víctor hay continuos guiños a Holmes, a Clarín, a Galdós, en fin, a una época que a mi me parece maravillosa y perfecta. Los guiños holmesianos son una constante en esta saga en mi particular homenaje a mi personaje de ficción favorito. Sí, Eduardo es una clara alusión a los irregulares de Baker Street, la banda de pilluelos que son los ojos y los oídos de Holmes en el Londres del XIX.
¿Cuanto del autor tiene Víctor Ros? Lo digo por lo sumamente seguro que parece ser.
Es muy habitual que la gente te vea reflejado en tus protagonistas, pero no es así. Uno está en todos sus personajes, incluso los más malvados. Yo estoy en todos ellos porque los he creado.
Parece que está haciendo un tour por España ¿Por qué ahora Oviedo?
Desde el principio quise que las novelas de Víctor Ros me permitieran contar una época, por eso voy cambiando de ciudad, y en las siguientes moveré a nuestro detective por Europa y América.
¿Veremos a Víctor Ros por Murcia?
Puede que lo veamos en el balneario de Archena, sí.
¿Cómo ha evolucionado el personaje respecto a las entregas anteriores?
Víctor termina muy decepcionado con el sistema al final del Enigma de la Calle Calabria . Eso le lleva a dejar la policía y a establecerse como detective-consultor. Sigue siendo un idealista, pero como a todos, los años le han hecho ser más realista. Además, en esta novela se reencuentra con su pasado, lo que nos permite saber más sobre le personaje.
¿Cuanto de Sherlock Holmes y de Galdós hay en esta novela?
Obviamente hay mucho, los autores del XIX que escribían en folletín son mis favoritos con diferencia, sobre todo Wilkie Collins.
¿Cómo se documenta? ¿Durante cuanto tiempo antes de lanzarse a la redacción?
Tardo un año más o menos en todo el proceso. En este caso compré libros sobre le Oviedo de la época, sobre todo tipo de detalles: desde la hostelería hasta los veraneos, el trazado urbano etc...También fui a la ciudad y al Archivo, allí me ayudaron mucho proporcionándome planos que son vitales. Y por supuesto, la hemeroteca que te permite pulsar como era el día a día. Lo paso muy bien investigando antes de lanzarme a escribir. Suele llevarme unos 9 meses, más o menos, a veces más.
¿Como se ha acogido a Víctor Ros por otros lares?
Muy bien, tiene muchos seguidores en toda España, que me reclaman más y más aventuras. Les estoy muy agradecido.
Una curiosidad ¿ha tenido tentación, alguna vez, de escribir poesía?
Sí, claro, hacía canciones. Muy tristes, de canta autor. Las volqué en papel y me presenté al Dionisia García. Ni me contestaron, claro. A veces las pongo en mi blog.
¿Cómo han recibido los lectores esta entrega? ¿Se pierde uno algo al leerlas de forma independiente?
Las novelas de una serie detectivesca están concebidas como episodios independientes para que el lector se incorpore en cualquier momento. Los lectores querían otra aventura de Víctor ya. Mi intención era publicar antes "36", mi próxima novela. Pero para mí la voluntad de mis lectores es lo primero. Tengo devoción por ellos y los amigos de Víctor son mis amigos. Mis lectores me tratan muy, muy bien, me leen, me siguen y me hacen sentir que lo que hago sirve para algo. No hay dinero que pague eso y me resulta difícil describir con palabras lo bien que me hacen sentir, lo que me reconcilian con esta profesión, con la vida.
¿Se ruedan todas las entregas, por TVE?
No, sólo entran las tres primeras.
¿Por qué introduce el tema de la homosexualidad en esta entrega?
Es un tema muy presente en mis novelas. Hemos avanzado mucho en eso aunque a veces, no lo suficiente. Me gusta mostrar a los lectores cómo eran las cosas en otras épocas para todo aquel que se salía de lo que se consideraba "correcto". Afortunadamente las cosas han mejorado, aunque fíjense en Rusia cómo siguen, me parece lamentable.
¿Le ha costado ambientarse en el Oviedo de finales del siglo XIX?
No, no mucho. Es un trabajo largo pero se puede hacer. Y disfruté mucho. Fui solo y pasé unos días geniales, investigando, paseando. Lo recuerdo con mucho cariño.
¿Cuales son sus autores favoritos? ¿Que está leyendo ahora mismo?
Wilkie Collins, Doyle, Dumas, Capote, Pérez Reverte, Paul Auster, Stephen King, Tolkien, George R. R. Martin... son muchos. He terminado Sunset Park de Paul Auster y estoy con una novela de Patricia Cornwell, Cama de huesos .
¿Qué manías tiene a la hora de escribir? Confiésenos alguna curiosidad literaria que no haya confesado hasta ahora.
Cuando escribo, no leo novelas. Pienso que me contamino, que puedo verme influido. Sólo leo novelas cuando no estoy escribiendo, de vacaciones literarias. Tengo que leer muchas cosas para documentarme, porque soy jurado de un premio, porque tengo que presentar un libro.... y a veces echo en falta poder leer lo que me apetece en cada momento.