5 de septiembre de 2013
Conservo un buen recuerdo de aquel encuentro. Fue en el Arenal, en el café Boulevard. Allí estaba, sentado con su camisa verde, curiosamente, yo también vestía de verde aquella tarde. Me sorprendió su vocación de escritor, su entusiasmo por forjarse un camino en la literatura. Pero cuando leí aquel libro que hablaba de surf y vidas oscuras, me dije: —Este chico tiene talento—.
Hoy he recibido un paquete con matasellos fechado el 28 de agosto. No esperaba su contenido. Su segundo libro también trata de mares, y lo primero que me ha saltado a la mente es el recuerdo de ciertos proyectos que nunca llegaron a fraguar, como casi tantas otras cosas, en esta vida.
Imagen © Estel Julià
Abro el paquete y una portada me anuncia: El último viaje del Omphalos, me pregunto, ¿qué significará Omphalos?, suscita mi curiosidad. En la contraportada, una cita muy significativa: “En este jodido planeta la regla universal es la voracidad”. Me recuerda a Unamuno y su Niebla. ¿Será que ambos autores (salvando la distancia temporal) poseen lugares comunes? Bilbao, la ría, ¿tal vez la niebla que aleja a las personas de sus lugares de origen?, o ¿la que envuelve noches de espejismos y momentos de felicidad, a propios y ajenos, en algunas ciudades del Norte?
Libros del Lince. Me digo: —es una editorial que procura por sus autores—, al menos, así me lo demuestra este envío sin coste alguno.
Imagen © Estel Julià
Pero voy a determinar cuáles son las coordenadas de este nuevo naufragio, porque la escritura es un lugar común donde naufragamos cuando regresamos de la realidad, a veces insostenible, cuando estamos a solas. Las costas donde atracar en esta ocasión, Ecuador. Indicios que me confirman que la escritura se asemeja a los círculos concéntricos del tronco de un árbol. Expansiva, pero siempre en torno a un eje central. También diana.
“Violencia y desesperación” es la instantánea del mundo de algunos seres que pueblan este planeta. También se habla de crítica, pero prefiero no hacer mucho caso de estas cosas porque lo que más me aproxima a un autor es la lectura atenta de su obra, como lo hice con Los que hemos amado, publicada en 2011, por la misma editorial; sentir los lugares recorridos por el autor en una exploración del terreno sobre el que desarrollará más tarde las tensiones humanas, el poder de las emociones, o los paisajes de las costas vascas, o magrebís. ¿Qué importa? Creo que hay que cerrar los ojos de vez en cuando e inundarse de esa rabia tan personal y sutil con la que escriben algunos autores.
Imagen © Estel Julià
No diré más.
Me dispongo a leer este bello ejemplar que me augura los mejores pasajes de la escritura reciente de Willy Uribe.
