Mi nombre es Alex Gombrowicz. Todo comienza, si es que las cosas comienzan, con la apertura de un fractal en la portada. En una conferencia magistral muere asesinado John Lehninger al grito de ¡Viva Borges! Era una noche lluviosa de abril allá por el Paseo de Recoletos en Madrid. ¿Quién era Lehninger? ¿Fue pieza clave para el desarrollo de esta historia o sólo un eslabón más de este gran entretejido de caracteres? ¿Mi voz en su voz? El historiador Lehninger desmitificaba dioses. Esa noche dio la noticia de la existencia de un manuscrito, una novela inconclusa de 69 páginas escrita por Jorge Luis Borges: el siguiente en su lista.
La incapacidad de escribir una novela, según John Lehninger, demuestra que Borges no es el escritor de talla que siempre se ha creído (siempre lo he dicho), sino un genio en el diseño de interiores literarios: ornamentos intelectuales y fuegos de artificio fue su fórmula. El historiador pone en tela de juicio algunos de sus textos, donde se oculta la causa psicológica en la incapacidad para escribir una novela: una débil sexualidad y un apego al seno materno bajo el complejo de Edipo. Borges no es Borges. Lehninger murió acuchillado por un pelirrojo, con siete puñaladas en el pecho.
Aurora Yazbeck, una chica estudiante de literatura que presenció el asesinato, decide ir en busca del manuscrito. A partir de esa noche comienza el juego de ajedrez, donde el tiempo, el pasado y el futuro se funden en un mismo instante, para luego multiplicarse en dos, tres, en cuatro, en la repetición de actos que nos llevan a otros actos repetidos con las mismas personas, las mismas contraposiciones. Con muchas de mis ideas, y un importante rol del papel profético de los nombres, nos adentramos en una realidad donde a menudo ya no se sabe si es peón, alfil, dama, torre, rey o el tablero donde juegan los demás.
Jorge Luis, madrileño y aprendiz de literato, que asiste con Aurora a la conferencia en su calidad histórica de “gato”, se atreve a acompañar a la joven en su empresa con tal de experimentar más vivencias y desligarse de una vez por todas de la influencia psicológica del nombre que pesa sobre él: su homónimo Jorge Luis Borges. ¿Cuál es el móvil de todo esto? ¿La pasión literaria? ¿Intereses particulares de fanáticos borgianos? ¿Satisfacer la pulsión de un deseo sexual? ¿Una partida de ajedrez con todos sus movimientos ya previstos y determinados?
Conforme transcurren las horas van aconteciendo sucesos cada vez más raros, aparece la sospecha, la duplicidad en el entorno, un poco de sangre y la loca sensación de ser perseguidos. La materia y los hechos se alternan entre varios espacios y tiempos y dan esa visión caleidoscópica que no se logra a diario pero de la cual, en el fondo, tenemos consciencia.
La próxima estación es el aeropuerto, el destino: la ciudad de Guanajuato, México.
El caos fractal continúa y llegan a México. Un país paradisíaco por esencia. Las cosas han sucedido de manera extraña y para Jorge Luis, ya con una percepción más amplia sobre la literatura, la vida se le asemeja a un caleidoscopio que a la par que gira emite formas y esas formas somos nosotros, exactas pero irregulares. Comienza la asimilación de la dualidad presente en todo: el 陰陽 [
¿El final? Es lo simbólico, no sean holgazanes. Para este libro fractal no importa las veces que se lee con detenimiento ni cuántas veces aumentemos la escala, pues cada ocasión será la parte de un todo, seguirán apareciendo formas sencillas y de complejidad infinitas; en lo personal yo descubrí la figura de Marcel Proust al final, apareciendo junto a Kafka y Borges. Sesenta y nueve capítulos de espectros, de cábala y diferentes modos de percibir la realidad que nos comparte Pablo Paniagua.