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ISSN 1989-4163

NUMERO 36 - OCTUBRE 2012

El Biombo

Jesús Zomeño

            Tengo un pijama a rayas y con él parece que el verano se prolonga y que, si salgo a la terraza, la noche es más profunda y la marea azota los cimientos del edificio. Las aceras golpean la fachada, los semáforos provocan mareas y el calor derrite el asfalto y levanta la bruma. Suenan sirenas en la niebla, navíos que no quieren chocar si no pueden verse. El ventilador agita las cortinas como en un mundo submarino por donde pasa la hélice de un barco y su estela de burbujas. Y asomado a la proa, por encima de las aves, contemplo cómo cede el mundo, se desprende y se aleja, igual que un iceberg a la deriva.

Con el pijama entro en tu camarote y tú, que estabas esperándome, te proyectas sobre mí y nadas entre las olas que forman los pliegues de la tela al sentarme. Los náufragos se abrazan a los botones, firmemente cosidos, y sonríen sin miedo a caer de nuevo porque ahora el mundo es seguro y flota por encima de la adversidad.

Los polizones se esconden en los bolsillos como en rincones de papel los números de teléfono que anotamos con prisa y sin nombre y que ahora no recordamos a quiénes pertenecen. Los polizones se esconden y tampoco sabemos quiénes son, ni quiénes hay detrás del biombo.

El pijama a rayas es la celda de las buenas costumbres y un uniforme de continencia evidente. Me aprisionan estas barras azules de acero, pero son los tallos tiernos de un ramo de flores para ti cuando tú me abrazas.
Con uno de estos pijamas, un galán de cine te diría que eres hermosa y azul y la manzana envenenada rompería el espejo, equivocando todos los cuentos al desmayarte con su beso. Sin embargo, yo prefiero los cuentos sencillos que se repiten iguales, porque me dan confianza, y por eso no quiero que te desmayes si te beso, prefiero despertarte aunque sea con el desayuno.

Tampoco sé planchar mi ropa y disimulo las arrugas abrazándote, sin otra disculpa ni elegancia que la de un final feliz.      

La marea hace de nuestro sofá un columpio, con cada uno de los dos en un extremo, como las comisuras de la risa.

Cuando pasas detrás del biombo, tu ropa va saltando, prenda a prenda, como fuegos artificiales hasta la explosión final de tu desnudo. Y yo, sentado delante, aúllo como un lobo ante el fundido a negro de la pantalla en una película de cine mudo.

La tripulación entera ha desembarcado a una fiesta de piratas y tú guardas los cuchillos entre las sábanas. Tu cuerpo dibuja todos los planos y el mío todas las heridas. Yo me rindo, prefiero una bandera blanca si a cambio tú me perdonas los pecados.

No hay placer sin saqueo, ni lujuria sin tu perdón. El abordaje no pretende más botín que el orgullo de las heridas cuando cierran o los cuidados que requieren las cicatrices abiertas.

Mi pijama, como un código de barras arrugado, parece estar hecho de interferencias y de enredos. Por eso equivoco la caducidad de los sentimientos y me gusta el sabor amargo de lo que ya no sirve para nada. Recojo de la basura a mujeres casadas. Yo no tengo planes, ni tus afectos manual de instrucciones; será cuestión, por tanto, de que improvisemos lo que pueda hacernos felices. La felicidad no conduce a ningún otro lugar.

Por la tarde desembarca el pasaje, sus polizones, nuestro sofá del camarote y también, plegado, el biombo con el detective que, oculto detrás, me pedía fuego y tabaco cuando ibas al baño.

Tu marido te espera, y a mí el regreso al invierno, que será más breve si encuentro entre el pasaje a otra mujer que diga que los pijamas a rayas le recuerdan uno de esos libros que no entiende, llenos de renglones y sin dibujos. Entonces yo le preguntaré si tiene biombo y si le gustaría que le abreviase el argumento de todos los libros de mi pijama bajo la guillotina de su desnudo. En fin, es el resumen de enamorarse de nuevo.

Aceptaría también a mujer que escuche mis sueños en el diván de su escote y que repare con pecados las frustraciones de mi infancia, sirva la presente como anuncio por palabras.

Así el verano se prolonga y la travesía de vuelta es como otra línea recta de mi pijama.

 

El biombo

Imagen: Jesús Zomeño

 

 

 

 

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