ABISMO
Hablar, digo. Hablar despacio. Con un cigarrillo y las uñas bien pintadas de rojo. El humo. El humo bien alto. El humo entre nosotros. Hablar con el dedo Índice levantado. Yo me inclinaré un poco. Esperando. El susurro el aullido de los automóviles que cantarán un segundo sobre nuestra respiración. Entrecortada. Hablar, hablar en los sillones rojos. Sobre la telaraña que cada día baja un poco más. Es larga. Y el cigarrillo muy corto. Yo con el cabello negro anudado a lo Anaís Nin. Cosa que te molesta mucho. Hablar, esperando la nada, el gusanillo luminoso de la nada donde suelen estallar esas preguntas, yo. He estado muchas veces ahí. Hablar, porque pesa porque se requiere un gran esfuerzo, un sillón profundo, un sillón de abismo donde no se arrastren los pies ni la dulce evasión al amor. A esa sonrisa blanca parecida al amor. Y así. Despacio. Hablar.
MAR
¿Ves? Al final de la calle no encontrarás tampoco eso. Una idea que se repite constantemente, un atuendo preparado para. Y tu voz que hasta ahora no. ¿Ves? Si me dijeras siempre las margaritas en una playa donde los ciclistas se enamoran y todas las mujeres llevan sombreros blancos, entonces este nudo comenzaría a pedalear. Hasta entonces la calle sería pequeñita. Pero los ropajes siguen siendo grises y ni tú ni yo ni tú ni yo hemos cambiando al azul, al mira ese cielo tan hermoso, aunque vayamos rumbo a las nubes, aunque bajemos rumbo a. Pero. Esta vez ni la canción que has comenzado a susurrar como el viento contra la ventana, donde veo a las mujeres con sombreros blancos, donde te veo moldeando una ola dulce, a ciegas, por puro gusto, por el más suave y rebelde aburrimiento. ¿Ves?
VANIDAD
Todo esto porque creí que yo era el sol, y que si me apartaba de ti tendrías frío. Todo esto porque pensé que yo era el pozo, el río, el agua que da vida, y que si me alejaba de ti tendrías sed. Todo esto porque imaginaba que en mi vientre nacía el pan, la leche y la miel, y que si te apartaba de mí morirías de hambre. Todo esto porque noche a noche pensé que respirabas de mi cabello y mirabas por mis ojos, este solitario túnel donde anidan las arañas. Todo esto porque era fácil y, confundible, serlo todo.