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ISSN 1989-4163

NUMERO 36 - OCTUBRE 2012

Fuck You

Los Fashiónpedists

"HAN CAMBIADO LAS CIRCUNSTANCIAS Y TENGO QUE ADAPTARME A ELLAS", AHORA SÉ QUE SOY GILIPOLLAS


Lo hemos hecho fatal, pero no nos da la cabeza para arrepentirnos. El shock y la cara de gilipollas nos impiden pensar con claridad.

Durante veintitantos años estos cuatro gilipollas no sólo hemos seguido a pies juntillas el lema “Haz lo que hay que hacer” es que además, porque somos así, gilipollas, le pusimos una coletilla: “Haz lo que hay hacer y, además, cree en lo que haces”

Y eso hicimos. Matarnos en el colegio, sobresaliente en Selectividad. Porque era lo que “había que hacer”. Carreras de letras, muy idealistas, no da de comer a no ser que “lo des todo y seas bueno” Y eso volvimos a hacer, darlo todo, licenciarnos a tiempo. Y con nota.

No es suficiente. Especialízate, haz cursos, págate un máster, dos, un doctorado. Y eso hicimos, pagarlos currando de teleoperadores, profesores particulares, camareros. Trabajos temporales de transición, medios para un fin mejor que hoy, oh ironía, ojalá tuviéramos otra vez. Esta vez un incluso como fines en sí mismos.

Muchos amigos de la que esto escribe optaron por opositar. Me arrepentí de no haberlo hecho. Un año después, los echaron y tuvieron que trabajar de teleoperadores, camareros y profesores particulares para pagarse el máster/doctorado/postgrado. Como yo. Muchos otros hicieron lo mismo para pagarse el ahora carísimo curso que te capacita como profesor y poder esperar sentado a que salgan las oposiciones. Todas las puertas cerradas.

Y te masterizas. Y luego te doctoras. Que no falte de ná. Y cuando llevas unos cuantos meses, si no años, en el proceso, te das cuenta de que ni siquiera en la universidad funciona la meritocracia. Tendrás beca si te alías con el profesor poderoso, no con el que consideras apto para tus proyectos. Y como tus proyectos no tienen nada que ver con el profesor poderoso (ni siquiera lo conoces, de hecho) no importan tus notas, ni tus cursos, ni tus escuelas de idiomas, ni tus méritos. Vamos, que podías haber visto la tele y haberte tajado mucho más de lo que lo hiciste en tus años de carrera. Y empiezas a dudar del “haz lo que hay que hacer” y del “hijo, estudia, que sin estudios no vas a ninguna parte” porque de repente un día, de tanto hacer lo que hay que hacer, no te da para pagarte el metrobús, y entonces sí que no puedes ir a ninguna parte.

Y mientras sigues estudiando, doctorándote, haciéndote el máster número 23, empiezas a trabajar. Porque claro, ya eres mayor. Y resulta que no te dejan trabajar. Ya no puedes ser teleoperador o dependiente del Zara porque, oh, tienes demasiados estudios. Tampoco puedes optar al trabajo para el que has estudiado porque, oh, ya eres mayor y no pueden sacarte el jugo como becario. Tenías que haber buscado trabajo antes de alfabetizarte, ahora te jodes y te vas con tus añitos de esfuerzo a otra parte.

Ya no creemos en el “haz lo que tienes que hacer” porque, sinceramente no sabemos lo que hay que hacer. Pero es que tampoco nos gusta mucho el “cree en lo que estás haciendo” Y ahí, con la desmotivación de por medio, sí que estamos jodidos. En los Fashiónpedists hay gente con jornadas maratonianas que les impiden tener una vida de ocio normal, gente que lleva años trabajando gratis, gente con quinientos trabajos diferentes que ya no sabe ni a qué se dedica. Gente que al tener que desempeñar quince trabajos diferentes ha sido rechazada del número quinientos uno por ser “demasiado ecléctica profesionalmente”. Hay muchas facturas sin pagar, porque ahora la seguridad social te la pagas tú y nosotros, empresas más que solventes, ya te pagaremos cuando nos dé la gana, porque nosotros podemos y tú no. Meses esperando para cobrar y poder irte unos días, meses que te gastas unos euros en cañas y te sientes culpable porque no sabes cuánto te va a llegar de factura de teléfono o de gas. Y sin dejar de currar, ni de estudiar, ni un solo día. En una cosa u otra, pero siempre con algún marrón, la agenda de un ministro y más pobre que las ratas.

Y ves a gente que lo ha conseguido con mucho esfuerzo y talento, y gente que lo ha hecho con talento y gracias a un máster privado de veinte mil euros. Y mucha gente sin talento, ni esfuerzo, pero con muchos euros. Sin becas y sin trabajos dignos todavía no nos da el dinero para pagar por trabajar. Si lo tuviéramos, pagaríamos por trabajar. Así de locos estamos.

Pero resulta que, según ha dicho Rajoy, no estamos lo suficientemente incentivados y muchos están “acomodados” cobrando el paro. Creo que se ha hecho un lío, y cuando ha dicho “incentivado”, quería decir “desmotivado”. Siempre le pasa, nunca quiere decir lo que dice y tiene que andar desdiciéndose. Pobre, todo lo que trabaja y encima tener que andar dando explicaciones…

Lo peor de todo es que saben que estamos deprimidos, apáticos y con cara de gilipollas. Y les da igual. Los altos ejecutivos han ganado un 9% más que el año pasado y, hasta donde yo sé, la eficacia de un directivo viene dada en su mayoría por la eficacia de todos los empleados desmotivados y deprimidos que tiene a su cargo. Pero eso también da igual. No creo que sean tan tontos como para no darse cuenta de que Eurovegas es una aberración, y más ahora que el brick de leche va a costar casi el doble. Pero es que les da igual.

“Haz lo que tienes que hacer” Y nos lo creímos en un país en el que la ética brilla por su ausencia (¿cuántos desahucios van?, ¿cuántos cierres de empresas de la noche a la mañana sin previo aviso y enterándote de tu nueva situación por la prensa?), la meritocracia es un palabro desconocido y en el que ha quedado ampliamente demostrado que hacer lo que no debes se celebra, se exculpa y se premia con amnistías. “Estudia, hijo, estudia” en un país al que la educación le importa menos que a mí la liga de balonmano. Y así estamos donde estamos, por no apoyar lo que de verdad hay que apoyar y bailarle el agua a quien no debemos. Por eso otros no están como estamos, porque para ellos la educación y la cualificación importaron y dieron sus frutos. Al menos nosotros pudimos, y, por lo visto, arruinamos a la Complutense porque salíamos carísimos: “no estudies, hijo, ahora no te lo podemos pagar y tú no puedes pagártelo, porque no te van a pagar por trabajar. Es al revés, tú pagas”

“Cree en lo que haces” Pues se nos ha acabado el crédito, como a Bankia. Con el pequeño matiz de que a nosotros no nos rescatan. No puedes creer en lo que haces cuando nadie lo valora y cuando todo parece dar igual. Y si haces algo relacionado con Moda, ya no es que te vuelvas ateo, es que eres ateo y a veces lloras un ratito sin venir a cuento. Normalmente a la Moda, en cualquiera de sus vertientes, se entra por pasión y se sale por desesperación. Y digo normalmente porque muchos entran por pasión a Sexo en Nueva York o porque quieren ponerse pamela y no saben cómo. Esos salen por donde han entrado o se quedan. Porque de todo tiene que haber en la viña del señor. El problema viene cuando la viña del señor se convierte en un monopolio de eventos sin ningún tipo de finalidad, diseñadores que no se apean del burro, subvenciones que alientan el inmovilismo, empresas que prefieren pagar a la chica de moda que al experto en marketing, dinero derrochado en desfiles que no llegan a las tiendas, revistas que crecen debajo de las piedras porque tienen la misión de informar de lo mismo que todas las demás, chavales que creen que abrirse un blog y enseñar sus faldas fucsias les catapultará a una vida glamour, chavales que creen que diseñar es poder hacer un desfile imposible y “artístico” y ya está. Un mundo en el que te llaman para dar ponencias o para escribir o para enseñar. Gratis y haciéndolo con mucho gusto. Hasta que te das cuenta que enseñas, escribes o expones para gente que está ganando dinero con tu trabajo. Y aún así, lo sigues haciendo con mucho gusto, porque te gusta y porque, sí, eres rotundamente gilipollas.


Una cosa está clara. Llegados a este punto no tenemos nada que perder. Lo importante es darnos cuenta de eso, de que no tenemos nada. Un grupo de gente desesperada es un grupo de gente muy poderosa. Y en eso, más o menos, seguimos creyendo.

Por lo demás, si saben dónde o cómo podemos recuperar la fe en el país en la gente en la Moda y en nosotros mismos, avísennos. Lo que sea por quitarnos esta cara de gilipollas.


Los Fashiónpedists

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