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ISSN 1989-4163

NUMERO 36 - OCTUBRE 2012

Cambio Necesario

Cristina Casaoliva

En estos días aciagos de previsiones funestas, realidades oscuras y desesperanza, al caminar por las calles, nuestra mente alerta nos obliga a observar con atención nuestro entorno de aire enrarecido, olvidando a cada paso esos andares despreocupados en los que cruzábamos nuestras días, conformándonos con una mirada superflua y demorados en la confianza.

Caminando, decía, observo escenas que me hacen dar un salto en el tiempo de la memoria ,oteo el ingenio de la supervivencia, la fuerza de la necesidad, el cambio que se abre paso.

Una furgoneta con altavoces rondaba las calles anunciando la venta de frutas y verduras en la puerta de  casa, sin facturas, se entiende.
 Por las abiertas ventanas veraniegas se filtran semanalmente las notas de la nostálgica armónica del afilador, que tras largos años desaparecido, vuelve a rondar los barrios ofreciendo sus servicios a cambio de pagos en efectivo.

Veía por televisión un matrimonio en paro que cambia su piso de propiedad en Madrid por una licencia de taxi, como máximo exponente del regreso del veterano trueque.

No puedo evitar pensar que son indicativos incipientes de un cambio necesario. Me empuja a  preguntarme si para avanzar debemos rescatar del baúl de los recuerdos ciertas prácticas olvidadas.

Cuando se ha hecho evidente que en ningún país y militando en ninguna tendencia, hay un político y/o dirigente que trabaje por y para el pueblo.
 Cuando está más claro que nunca que el sistema que pretendemos arreglar tiene un problema de raíz, de planteamiento, de cimentación.
Cuando sabemos que la anarquía es, sin embargo,un despropósito y que los extremos y comunismos varios conducen siempre a la otra cara de moneda, acomodando dictaduras.

Cuando una impávida minoría se conoce que es la única beneficiada y beneficiaria del sistema vigente. Puede que lo más sensato sea romper la baraja e inventar un nuevo juego de naipes.

Tal vez tengamos la obligación de imaginar el mundo que queremos y nosotros el pueblo, allí donde estemos, que somos mayoría, debamos obligar a esa minoría privilegiada a aceptar cambios que no desean, a sanear el planeta y cambiar nuestro legado y la vida de todos.
Puede que puestos a imaginar, los únicos bancos que debieran existir fueran los bancos de tiempo, los que intercambian nuestro tiempo y habilidades por las de otros.

Quizá empecemos a ver en jardines públicos, escuelas y balcones, pequeños huertos, a ejercer el trueque para alejarnos de la tiranía del dinero.

A buscar el conocimiento con el fin  de una mejora personal. Y convirtamos el reciclaje y la reutilización en una cotidianeidad.
Es posible que parezca impensable, pero en el futuro, podrían las nuevas generaciones prepararse para ejercer una profesión: medicina, deportes, ingeniería, como contribución a la sociedad, por interés y crecimiento personal, por principios y vocación. Y que  la finalidad única del enriquecimiento a costa del sudor ajeno, el lujo, el enaltecimiento público de la vanidad y éxito medido y desmedido a fuerza de la comparación con el supuesto fracaso del prójimo sea lo impensable.

Donde anhelemos tiempo para vivir y usemos lo que necesitamos y dejemos de intentar vivir en el contrasentido de la opulencia más rancia  y la obscenidad del despilfarro.

Una sociedad en la que ninguna familia de cuatro miembros requiera un palacio para vivir, obviando la absoluta pobreza de sus congéneres, donde carezca de sentido fabricar un retrete de oro y gemas preciosas. Por citar algún  absurdo real.

Un mundo de viviendas bioclimáticas, donde la tecnología esté al servicio de la humanidad, de toda ella y no de unos cuantos y los avances, en el campo que sea, supongan la inmediata mejora de la calidad de vida, equitativa y justa para todos, en todas partes.

Donde las comunidades vivan en el respeto al entorno, a la naturaleza y a la vida, sea humana o animal.

Unidos en algo más que individuos o familias acaso estructuradas, contando con refuerzos y apoyo, como en los antiguos clanes, grandes comunidades compartiendo objetivos, tiempo, nacimientos y emociones.
Creo en aquello que alguien afirmó de que cuanto puede ser concebido por la mente es susceptible de convertirse en realidad.

Supongo que por ello empieza a ser vital revisar nuestro modo de vida, ser críticos con nosotros, nuestras tolerancias, con los objetivos de nuestra sociedad.

Puede que sea necesario e imperativo pararnos a imaginar.

Cambio necesario

 

 

 

 

 

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