Todo empezó el día que nació Diego, dos años después de que se firmara la paz en su país; la guerrilla y los conflictos armados no cesaron de inmediato, vio la muerte en las calles, le horrorizó aunque no podía explicarlo. Era muy, muy pequeño.
El dinero estaba en poder de unos pocos, nacían más niños de los que sus madres podían alimentar; sus padres, en muchas ocasiones, eran desconocidos. Vivían en las calles, dormían amontonados con los adultos, no había más espacio. Sólo sobrevivían los fuertes.
Así vivía Diego, con sólo un año. En ese tiempo, su madre lo dejó en un centro y el centro con una familia. Él, tan pequeño, tuvo que acostumbrarse y despedirse de su madre, sin saberlo.
Era un niño serio; triste, también fuerte, muy guapo, con ojos profundísimos y una sonrisa... que le llenaba de contrastes y de posibilidades. Vivió con otros niños como él y todos se sentían hermanos, no estaba solo en su escasa vida.
Cambiar eso le producía miedo.
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Maribel cuida la puerta de la casa grande, un día me llevó con ella para que pudiera tomar más leche, echo en falta a mis hermanos pero no tengo hambre.
Nuestro perro se llama Tobi, jugamos mucho juntos, nos hacemos compañía; los hijos de Maribel, Sara y Benjamín, son mayores, les gusta la música y bailar, me enseñan a hacerlo, a mí también me gusta, aunque soy muy pequeño ya ando y corro, me muevo mucho.
Maribel tiene marido a ratos, no está siempre, se llama Florencio, yo lo quiero porque él me quiere a mí y me da caramelos. No todos lo quieren, Maribel se enfada porque se va y tarda días en volver; sus hijos, por lo mismo y porque discute con su mamá y le grita.
Sea como sea, cuando está comemos más porque trae dinero, aunque Maribel trabaja, por cuidarme cobra un sueldo y otro en la casa grande. No es suficiente, parece.
Estoy mucho tiempo solo o con los hijos de Maribel, no hay niños para jugar, me pongo triste en ocasiones, no sé dónde está mi mamá, tampoco veo a mis hermanos. Quiero que vengan y no vienen.
Estoy tan asustado que me enfado y lloro, porque no entiendo ¿qué está pasando? No quiero despedirme otra vez, no volveré a llorar -digo-.
Es inútil, me llevan a un sitio que no conozco y me presentan a gente que no conozco, hablan muy fuerte en un idioma parecido al mío. Me cogen, yo no quiero ir con ellos, lloro mucho pensando que no querrán llevarme si lo hago; no es así, aguantan mi llanto y me llevan, no sé a dónde.
Ahora aún estoy más asustado, duermo mucho, mucho tiempo
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Cuando despertó, Diego tenía otra familia, vivía en un mundo aparentemente mejor, donde había escuelas, buena medicina...lo poseía todo, lo que necesitaba y lo que no.
¿Por qué, entonces, en ocasiones, sus ojos se veían profundamente tristes y apenas encontraba su sonrisa?
Durante un tiempo no pronunció palabra, luego empezó a hablar como si siempre lo hubiera hecho.
No es posible que recuerde. Pero..., esa mirada tan profunda, como en una constante búsqueda!!!