Viene esta reflexión a colación de la huelga general celebrada el 29 de septiembre.
La huelga tiene su origen en la Revolución Industrial, que supuso la eclosión del trabajo asalariado. Pero desde los ludistas que rompían máquinas en la Inglaterra de principios del XIX, ha llovido mucho y el mundo ha cambiado también mucho, aunque lamentablemente no en todas partes en la misma proporción, lo que hace que la lucha por una igualdad real sea aún muy necesaria.
En 1975 (año glorioso en este país), el esfuerzo de muchos hizo que el derecho a huelga pasara a ser aquí una opción de la que disponen los trabajadores, entendida como medio legítimo de reivindicar la mejora de las condiciones laborales.
Por desgracia se usa tan mal que da vergüenza ajena, por lo que el sindicalismo (nacido para defender a la clase trabajadora, que por cierto somos casi todos) ha pasado a convertirse en un movimiento que haría bien en extinguirse.
No estoy diciendo con ello que no deban existir organismos que velen por el presente y el futuro de todos, por supuesto que debe haberlos, sino que los que actualmente dicen hacerlo (UGT, CC.OO...) no sirven. ¿Para qué quieren/queremos los trabajadores a unos dirigentes sindicales que al tiempo que defienden el derecho a huelga niegan el derecho al trabajo de quienes no quieran hacerla?
El problema de España es que hay demasiado vago suelto y demasiado corto mental que se deja guiar como un cordero, atendiendo a consignas que nadie con dos dedos de frente seguiría. Ver a unos ciudadanos (si es que se les puede llamar así), ataviados con los colores sindicales, quemando contenedores y ruedas, rompiendo cristales, dañando vehículos, agrediendo verbal y físicamente a quienes no piensan como ellos, es bochornoso. Y una se pregunta dos cosas:
1) ¿Cómo puede ser que al día siguiente no sean expulsados de los sindicatos a que pertenecen (sin posibilidad de readmisión, por supuesto)?
2) ¿Cómo puede ser que sus actos vandálicos no los lleven directitos a comisaría, que es donde irían de llevar a cabo cualquiera de esas actuaciones otro día del calendario?
Que ese día la calle se convierta en territorio comanche es un despropósito y un atentado contra las libertades conseguidas con tanto sudor por gentes pacíficas y sensatas que lucharon por un estado de derecho.
¿Empresarios explotadores, trabajadores puteados? Eso ya pasó a la historia. Ahora los trabajadores tienen tres televisiones, dos coches y los sábados se pasean por IKEA. ¿Piquetes en las puertas de las fábricas, en las cocheras de autobús, en las estaciones de tren, en los centros comerciales? ¡Por favor! Toda la escoria que participa en esos actos vandálicos debería ir derechita a la frontera, despojada de todos sus derechos legales y sociales. A esos delincuentes, porque no merecen otro nombre, no los queremos en este país que sí se esfuerza a diario por progresar y dar a sus hijos un futuro mejor. Toda esa gente no merece educación gratuita ni sanidad gratuita ni derecho a voto y mucho menos prestación de desempleo.
Huelga, sí, por supuesto, cada vez que sea necesaria: huelga de brazos caídos, concentraciones silenciosas frente a los organismos pertinentes y lo que haga falta para salvaguardar derechos fundamentales. Y sobre todo, una asistencia masiva a las urnas. Se acabó el decir yo no voto porque no me gusta ningún partido. Si no votas, luego no te quejes.
PD: Por si alguien anda errado, quien esto firma vota siempre a partidos que defienden posturas progresistas y creen en la justicia social.