Dediquemos la noche a un espíritu oscuro,
la ciudad elevada en la selva del mundo,
monstruoso hormiguero de contornos gigantes
donde el ocio es veneno y las gentes errantes
transitan los caminos de la melancolía
hollando el rastro negro del asfalto sin vida.
Ventanas en penumbra en el gris bulevar
te llaman misteriosas a la dicha de amar
con su sombra velada que custodia secretos
de mujeres hermosas en nocturno aderezo.
Y buscas la ruidosa sociedad marginal
de antros en penumbra a la orilla del mar,
donde fluye el alcohol y el tabaco es neblina
que vela el maleficio de la negra rutina.
Tus ojos y los míos se encuentran un instante
y rompes el arcano hechizo con fragante
dulzura que promete paraísos gozosos
francos como la herida de tus labios carnosos.
Buscando la armonía espectral de mi lira
adornaré tu cuerpo de sublimes mentiras.
El cuervo de tu pelo en la noche encantada
me llama desde el puro resplandor de la almohada
y tus ojos de bruja como dos gatos negros
derraman maleficios que maltratan mi cuerpo.
Niña de fuego, brilla en tu cuerpo de diosa
la armonía sin tacha de la eterna corona
que tejieron las Gracias para su ama divina
y brilla en sus altares. En tu dulce sonrisa
eres el mar nocturno donde coral y nácar
aguardan el misterio recurrente del alba.
Tu largueza promete un mañana dichoso
en que el hombre descubra el misterio amoroso
y convierta la vida en un cosmos radiante
de sutil libertad y hechizo embriagante.
Atravesando el frío lodazal que desprecio,
tu nombre me protege como un sortilegio.
Tu rostro en el recuerdo, bella copa bruñida,
me hace beber la dulce ansiedad de la vida.