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ISSN 1989-4163

NUMERO 16 - OCTUBRE 2010

Los Años de la Margarita

Holly

Hay que pensar más en los setenta. Me cuentan por ahí que los editores de moda y la gente del mundillo está empeñada en hacer un come back de los 90s y que por eso todos hablan tan bien de desfiles que vuelven al tema de la sencillez, los bloques de color, la cosa esa de Calvin Klein entremezclada con ir a un estreno en vaqueros, las tribus urbanas, los tatuajes, los plumas y el ser bastante respetable o parecerlo. Pero lo que a mí me interesa, en este momento, son los 70s.

Sí, ya sé de Mad Men, de Jackie Kennedy y de Sue Kaufman y sus amas de casa desquiciadas. Ya sé que el alcohol-sexo-humo está muy bien y que Betty Draper aka January Jones es una rubita de Hitch, el que quería maltratar –o algo más- a las mujeres y que le ató pajarracos a Tippi Hedren en el vestido y se mostraba cándido como una ovejita con una Grace Kelly a la que amaba por encima de todo. Pero, qué demonios, los 70s fueron mejores.

Vivimos la idealización de los 50s, que son el tiempo sacrosanto por excelencia. No hay guerra en el mundo -la Guerra Fría no cuenta porque dio asco, seamos sinceros- empieza a haber abrelatas eléctricos, tele, !tele!, y Dior hace vestidos. Ellas llevan enaguas de algodón y camisones de seda y ellos son viriles, cínicos e inteligentes y, además, siempre van en traje. Ellos aún llevan sombrero y ellas el pelo recogido a diario. ¿A quién no le gusta?

No obstante, los 70s fueron muy interesantes. Ya se vio que aquel jaleo de Woodstock era fenomenal y toda una forma de vida. Eso de "libera tu mente y después tu ropa" es algo en lo que pensar. Y Marianne Faithfull compró un traje de pitón de serpiente azul y no preguntó el precio en Ossie Clarck. A Marc Jacobs también le gustan y, le inspiran, pero la verdad es que Balmain -icono 80s, putones de Versace igual de caros pero con mucho menos talento y un montón de tachuelas y demás, etc.- ya vio los pantalones desteñidos en una autopista con Kate Moss y unas vueltas de campana de más con estampado tie-dye, producto de una borrachera y un colocón.

Los 90s también fueron un poco así. Pero con menos gracia y con más prendas extrañas. No obstante, reconozco que ver viejos desfiles de los 90s es bastante confortante: casi todo es, bueno, casi todo podría tener otra oportunidad. La madre de Dios si volvieron las hombreras, y Michael Jackson murió.
 
No es un secreto que me gusta el flower power. Pantalones pata de elefante, muy ajustados, caftanes, pañuelos por el pelo, abrigos sueltos, botas altas hasta el muslo, bolsos de paja, Jane Birkin paseándose en el futuro por Hermès, uñas pintadas de colores, explanadas de hierbas, aún sin tiburones ni viejos yuppies nuevos y aún esperanza y el mejora tu vida y rock and roll y todo eso.
 
Y Twiggy y Penelope Tree y hay fiebre del sábado noche y Hendrix tocando la guitarra. El verano del amor en San Francisco en el 67 y la Era Acuario con Rabanne y los chalecos de ante, los vestidos metálicos, el símbolo de la paz y de la victoria y un montón de sonrisas. Me gustan las sonrisas la verdad. En los ochenta las caras eran más serias y en los cincuenta tenían mucha fachada. Courrèges, Mary Quant en minifalda con las cinco puntas -ja- e YSL. Por favor, YSL.

Margarita

 

 

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