(El regreso del sol en los jacintos)
«[…] Mientras pensaba admirado en la facilidad de los hombres para espantarse de la muerte, para odiarla, para creer en escamoteos, para vivir sin ella». Juan Carlos Onetti: Los adioses.
«Aprendiz de crepúsculo es el destino»
El sol de los ciervos
«—¿No os recordáis lo que nos contaban de niñas sobre el sol de los muertos?
—¡Ah, es verdad! ¡Qué bonito era eso del sol de los muertos! Aunque me recuerdo poco, poco.
[…] A esas alturas el sol ya no parece el sol, sino más bien el último rescoldo de un hogar: una brasa que se consume tras los picachos nevados. Ese rescoldo, esa brasa es el sol de los muertos. La última luz que envían los difuntos, para que los vivos los tengan presentes en sus rezos». Lo demás es aire, Juan Gómez Bárcena
*
El regreso del sol en los jacintos
—tu reflejo en silencio esmaltado,
ademán de luz recién hecha—
es como un beso rubor y al azar.
Los jacintos huelen despacio
y te miran agachado
buscando la raíz de aquel día
sometido a la jauría de la noche,
a la lujuria del tiempo
cuando tu nombre era tan transparente
como el alba amable,
luz por las laderas de tu espalda
bajo la intemperie del verano
a cuestas en tus hombros,
brasa de brazos enlazados.
El regreso del sol en los jacintos
escribe el diario inflamado de los jardines,
el delirio bajo la escalera del alma,
caracol por la savia misma del grito.
Veremos acurrucarse el sol,
adormir a los jacintos,
acunaremos los reflejos;
el silencio jugará su última partida
cuando ya los trenes dejen vacías
las estaciones de abrazos
y aquellos besos incombustibles
—azahar de azares—
rosas de mejillas y timidez,
borren hasta el tuétano
mi cuerpo ya pasado de época.
El dolor plantará pasillos,
salas de espera,
amplias noches y adioses
para no creer ya en escamoteos,
crepúsculo sin dioses.
… Y un reflejo del aullido
dé la cara para nunca.
Aprendiz de crepúsculo es el destino.
Pero ahora, aún, todavía,
hay un regreso del sol en tus jacintos.