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ISSN 1989-4163

NUMERO 137 - NOVIEMBRE 2022

 

Descansa Querida

Andrés Guilló

Sonó un portazo. Adela entró en la casa muy enfadada, dirigiéndose a su hermana Paula.
            —¿Cómo has tenido el valor de hacerme esto? -mírame y contesta.
             —¿Qué quieres que te diga? —contestó tumbada en el sofá—, no sé de qué me hablas.
            —¿Cómo me haces esto? —las lágrimas resbalaban por las mejillas de Adela— no te puedo entender. ¿Qué te he hecho yo para que te comportes así conmigo?
            —No me montes ahora uno de tus numeritos —Paula encendió un pitillo— si te refieres a lo mío con Julio, tu ya lo sabías.
            —¿Sabía?,¿Qué sabía? —contestó Adela—. Que eres una cualquiera, que siempre has querido todo lo mío, no te bastó con joderme toda mi infancia rompiendo mis cosas, que aún ahora sigues y te interpones entre Julio y yo. Si estuviera mamá viviendo aquí todo sería distinto.
            —¡Mamá, mamá!, siempre mamá, y ahora Julio. —Paula se movía mofándose por toda la habitación—. Crece de una vez por Dios y entiende que no eres nadie, Julio me quiere a mí, tú no eres más que un juguete roto.
            —Eres una degenerada —gritó Adela —, te odio.
             —Ódiame, lo has hecho siempre, qué más me da —apagó el cigarro. — Aprende a vivir.
             —No hay más hombres, tienes que fijarte en éste, tienes que fastidiarme, ¡maldita sea! Paula olvídalo, déjame ser feliz, te lo ruego.
             —No quiero saber más y no lo voy a dejar él me quiere. Corre a la cocina a preparar la cena que es lo único que haces medianamente bien. —Paula se tumbó en el sofá y cubrió sus pies con una manta.
Poco después, Adela volvió a la estancia portando una bandeja con la comida preparada, que dejó sobre la mesa que había situada delante del sofá.
            —¿Tú no cenas? —interrogó Paula.
             —No, no me apetece comer nada. —Adela se sentó junto a su hermana-. Por favor, déjalo Paula, déjanos ser felices.
             —¿Ser felices? Que no te quiere, que me quiere a mí, entiéndelo me desea —Paula se levantó del sofá sin probar bocado—. Me has quitado el hambre, ¡joder!
Adela lloraba desesperada, las manos le temblaban, miraba a su hermana sin saber qué más decir.
             —Paula por favor, hazme caso, sí qué me quiere, me lo ha dicho una y mil veces, y soy muy feliz con él.
Paula enfurecida, se dirigió a la cocina y volvió con un vaso con hielo. Abrió el botellero y vació media botella de güisqui dentro del vaso y sobre la mesa.
             —Mira Adela, ya está bien no quería decirte nada, pero ese hijo de puta no te quiere ni a ti ni a mí, ¿entiendes?, a ninguna de las dos. Está liado con nuestra madre, ¿te enteras? Sí, con la puta de nuestra madre.
            —Estás loca Paula, cómo puedes decir eso y tan siquiera pensarlo. Por favor deja de inventar.
—¿Loca?, eso quisiera estar loca, para poder tragar toda la mierda de esta familia. Cuando murió papá y mamá se fue a vivir a casa de la tía Julia no era sólo para hacerle compañía y estar las dos juntas. Allí se ven cada noche en su nidito de amor. ¡Vieja puta!
Adela se adelantó a la chimenea, agarró el atizador y lo estampó contra la cabeza de Paula, que tras el golpe cayó desplomada.
             —Descansa querida. Vuelvo en un rato, si al despertar está la cena fría no te la comas, en venir te preparo otra.
Adela buscó en el cajón de la cómoda de la habitación de su madre y encontró la pistola que había sido de su padre. Tranquilamente la cargó y metió en su bolso. Pasó por la habitación donde Paula seguía en el suelo sangrando. Encendió un cigarro. Apagó la luz, y salió dando un portazo.

 

 

 

 


 

 

Descansa querida

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
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