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ISSN 1989-4163

NUMERO 127 - NOVIEMBRE 2021

 

Los Nuevos Pecados Capitales

Juan Lozano

Título: El vicio de perder. Autor: Francisco Gómez. Ediciones Frutos del tiempo. 2021. 122 páginas. 14€

Hace meses, no sé si él lo recordará, le prometí a mi amigo escribir una reseña de su próximo libro, sin saber aún si sería una novela o un libro de relatos ni sobre qué versaría. Sabemos que una reseña es algo que se escribe tras leer un libro, y que está destinada a aquellos que aún no lo han leído, pero que al final sólo leerán el propio reseñista y el autor del que glosa su obra, y a veces ni eso. Por eso, más que una reseña, este texto quiere ser una semblanza del amigo, de quien que no revelaré su identidad hasta el último párrafo. Sus escritos lo cuentan, lo cuentan muy bien. Sabemos que su abuelo fue campanero en El Toboso y su padre acabó consumido de tanto tabaco como entró en su trabajado cuerpo. Que le gustan las canciones de Perales y dejarse caer, al menos dos veces al año, por tierras manchegas, visitando los paisajes y pueblos por los que anduvieron el señor de los tristes llamado Don Quijote, y su escudero Sancho. No sé si nuestro hombre tiene más de Quijote o de Sancho, yo diría que combina rasgos de ambos.  Nuestro hombre se definía no ha mucho como “un hombre normal y corriente que ya ha superado la cincuentena, al que le gusta mucho leer y escribir”. Quizás su ínsula Barataria sería regentar un mesón junto al camino, tener alguien a quien entregar tanto amor como crece en su interior y, al atardecer, sentarse plácidamente a ver crecer los críos, los propios y los ajenos, y entrelazar sus historias mientras los ve jugar. No creo que nuestro hombre necesitase mucho más. Bueno, sí… acaso entrar en posesión de una biblioteca bien nutrida, con sus autores predilectos, a los que poder leer y releer. Y por supuesto los amigos, que vendrían a visitarlo de vez en cuando. Nuestro hombre no gusta de anglicismos. Quizás sólo uno, que ya ha quedado como marca de la casa, “la city”, para designar esta ciudad de zapateros, aparadoras, futbolistas y poetas, que lo vio nacer y crecer.

Los libros acabaron cruzándose en su camino durante los años del Bachiller, el de antes, aquel en el que todavía se estudiaba latín y filosofía como asignaturas troncales y hoy desterradas de los planes de estudio por su falta de utilidad en la formación de los jóvenes, de qué sirve saber la diferencia entre el episteme y la doxa. Sé bien que el sedimento de aquellas clases y aquellas lecturas está en el germen de muchas vocaciones literarias, entre ellas la de nuestro hombre. Me pregunto si la literatura, divorciada de la asignatura de Lengua española, terminará también por desaparecer. No demos ideas.

Nuestro hombre acaba de publicar un nuevo libro, “El vicio de perder”, editado por el sello Fif%ty de Frutos del Tiempo, y lo prometido es deuda. En este caso también un placer. Consta el libro de veinte relatos breves, distribuidos en dos segmentos; el primero, de once relatos sobre lo que he llamado los nuevos pecados capitales; y el segundo, bajo el título de Andanzas XXI, de nueve relatos, ya de distinta temática. Este corpus trata, a decir de nuestro autor, de perdedores, y reflejan la débil barrera que separa lo socialmente aceptado de aquellas conductas que la sociedad quiere clandestinas y reprobables, normalmente bajo el amparo de la soledad y las sombras. De algún modo, trata también de la tensión entre la capacidad volitiva y la conducta compulsiva. Tomás de Aquino definía al hombre de las otras criaturas irracionales por ser dueño de sus actos. Precisamente, los protagonistas que vemos desfilar por estas páginas han perdido esa capacidad. No pueden elegir. Sus actos no proceden de una voluntad deliberada y un control emocional sino de la urgencia y la pulsión, de lo puramente instintivo-genético, casi sin intervención volitiva. Lo que se invoca como libertad es en realidad una entelequia que se traduce en una triste y doliente sumisión, por mucho que ésta pueda también ser una opción legítima. Porque lo que subyace como cuestión de fondo en estos relatos es si es lícito elegir los caminos torcidos, “tropezar -como dice el autor -diez mil veces en la misma piedra”, si estos tienen también un efecto corrosivo en la familia y los amigos. En estos relatos podemos codificar todos los pecados capitales de la modernidad, desde el ludópata que mete monedas en la tragaperras y golpea sus botones de forma compulsiva, llevando la ruina a su casa, al fumador que exige su derecho a calcinarse los pulmones, al alcohólico que sólo encuentra la felicidad en la botella cómplice y al putero que, paradójicamente, tras haber yacido con tantas mujeres, quisiera ser monógamo y sentirse querido por una mujer. Incluso he aprendido lo que es la nomofobia. Es decir, sabía de este trastorno pero no de su patronímico. Son las dependencias y las subordinaciones que nos traen las nuevas tecnologías, en este caso, la dependencia del móvil, la fobia a estar sin móvil.   

A estas alturas creo que ya los lectores saben que el autor del que estoy hablando todo el tiempo es Francisco Gómez. Por las venas de Paco circula la tinta de la literatura, desde aquellas clases de BUP, desde aquellas columnas en el periódico La verdad, desde aquel primer libro de relatos que pensó sería el único, desde esos textos que, entre el costumbrismo y la denuncia, hacen despertar conciencias. Acabemos como hemos comenzado, con su amado Don Quijote como mediador, y de la mano de Rubén Darío, para que emerja lo elevado y heroico que hay en cada uno de nosotros, y porque la literatura nos depare un hermoso destino.  

 

¡Ora por nosotros, señor de los tristes

que de fuerza alientas y de ensueños vistes,

coronado de áureo yelmo de ilusión!

¡que nadie ha podido vencer todavía,

por la adarga al brazo, toda fantasía,

y la lanza en ristre, toda corazón!

 

 

 


 

 

El vicio de perder

 

 

 

 
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