Hace tiempo que está en boca de todos el cambio climático. Hay quien cree que el mismo se está produciendo a un ritmo desbocado, los hay que son más escépticos y los hay que lo niegan con rotundidad. Yo me cuento entre los segundos. En sus últimos viajes a Alaska, poco antes de morir, Félix Rodríguez de la Fuente contaba a los telespectadores que la comunidad científica estaba preocupada por la glaciación que nos venía encima. Ahora la preocupación científica es justamente la contraria. Y todo ello en cuarenta años; como si el hombre hubiera provocado este cambio en las últimas décadas; como si la civilización basada en el carbón hubiera sido inocua… Sí que es cierto que ahora los instrumentos para medir todas estas cosas han mejorado sustancialmente. Por otro lado, los dueños del mundo (EE.UU., Rusia, China y la India), son los que menos se preocupan por esta, ahora denominada, realidad. Y los intereses económicos multimillonarios que hay detrás de este asunto, a mí me hacer mantener ese escepticismo al respecto.
Pero pensemos que los defensores del cambio climático tengan razón. ¿Qué hacer entonces para solucionarlo? Creo que nadie duda en culpar al hombre de que esta situación se haya dado y se siga agravando. El aumento del consumo geométricamente acelerado y la contaminación que el mayor nivel de confort a nivel mundial que ello conlleva no hará sino agudizar la situación. Hay varias posibilidades de enfrentarse al problema:
- Por una parte, se puede no hacer nada, como de hecho están haciendo las grandes potencias mundiales. Si siguen así y el pronosticado caos climático se produce, miles de millones de personas se verán afectadas, desaparecerán miles de especies animales y los destrozos de la naturaleza con el aumento de huracanes, etcétera, derivarán en escasez de alimentos, propagación de enfermedades y, lo más probable, en guerras de aniquilación para apoderarse de los reducidos recursos y de las zonas más habitables. Eso tendrá como consecuencia una drástica disminución de la población mundial que, es triste decirlo, solucionará el problema a medio plazo.
- Otra opción sería disminuir nuestro despilfarro energético y nuestra progresiva contaminación del medio ambiente. Para hacerlo, seamos realistas, tendremos que bajar drásticamente nuestro nivel de vida. El transporte y la industria que nos permiten vivir con lujo en occidente y al que aspira el resto del mundo tendrían que recortarse. Eso implicaría escasez de productos, una marcha atrás en la medicina y, no lo dudo, nos llevaría a una revolución social que, probablemente, acabaría como la primera opción. Los dueños del mundo exigirían mantener sus privilegios a costa del resto.
- Hay una tercera opción que yo propongo. No es una solución rápida, pero creo que en poco más de cien años podría hacer de este un mundo sostenible. Y es la disminución progresiva de la población. Algo así como la política de hijo único de China pero a nivel global. Como es lógico, esto solo se podría hacer si los amos del mundo –nuevamente–se ponen de acuerdo y obligan a los demás –pueden hacerlo– a acatarlo. La forma sería vacunar a toda la población mundial con un componente que hiciera que solo fuera fértil un 25%. Nadie sabría si uno lo es ni si la pareja con la que te juntas lo es. Las probabilidades de que una pareja fuera fértil sería de un 12’5%, por lo que la siguiente generación bajaría de los 7.500 millones a unos 1.000 millones en cincuenta años –con una disminución progresiva– y sería de unos 200 millones en cien años, lo que creo que, con los adelantos científicos, permitiría un equilibrio ecológico sobresaliente manteniendo una calidad de vida incluso mejor que la actual. Y a partir de ese punto subir el porcentaje de fértiles lo suficiente para que se mantuviera una población mundial estable. Como es lógico, para mantener esta política habría que ser tajante o incluso brutal en unos primeros años. Nadie, sino un ordenador central, sería el conocedor de quién ha sido esterilizado. Cualquier persona, médico, etc. que forzase la fertilidad de alguien de su familia, tendría que ser eliminado; él y todos sus familiares de primer grado. Dejo el medio a la imaginación del lector. Cualquier país que se demostrase que ha jugado sucio tendría que ser castigado con la esterilización del 95% de su población. Ya sé que puede parecer una política drástica, pero creo que es la única que podría llegar a equilibrio perfecto del hombre con la naturaleza sin que por el camino se declarasen terribles guerras y sin que la sociedad degenerase en barbarie o en un retroceso social y tecnológico sin precedentes que tendría carácter apocalíptico. Creo que se podría llevar a cabo con un importante consenso universal. Desarrollar su marco teórico y práctico sería una tarea compleja, pero viable. Un único laboratorio mundial donde se produjera, bajo el control de representantes de países que signifiquen el 80% de la población mundial, y que evite que ningún país tenga el control. Un isótopo que incluya la vacuna y que permita confirmar que cualquier persona ha sido vacunado. El chequeo a varias edades que asegure que nadie ha esquivado la vacunación y castigo ejemplar para quien lo haya intentado… Somos demasiados en este planeta y, aunque de momento hay recursos para todos, el efecto climático está ahí y la contaminación general no es discutible.
Ahí lo dejo.