Cuando acabas de leer un libro y, al final, además de agradecimientos te encuentras con un índice bibliográfico sabes que es un trabajo muy documentado y elaborado… amen de tener una serie de obras de referencia para consultar si nos hemos quedado con ganas de más… y este es el caso de La sinagoga del agua.
En esta obra, Pablo de Aguilar González, nos regala dos historias en un mismo libro y nos deja muy claro que el pasado influye en el presente más de lo que parece.
Obra muy profunda en la que se pone de manifiesto la intolerancia y la hipocresía que sobre la religión siempre ha habido. Grandeza y miseria del ser humano. Dos momentos… 1393 - 1492, época en la que la persecución a cierta religión, la judía, fue brutal… al tiempo que la mentira era moneda corriente. Toda esa pasada época influye y se manifiesta, en ciertas cuestiones, en el año 2007.
Sentimientos, grandeza y bajeza, pasiones, amor, odio, culpa, celos… de todo nos encontramos en una lectura ágil que nos va ganando a medida que avanzamos página a página.
Francisco, un albañil de Los Cerros, acaba de perder a su hijo recién nacido. Antes de poder tomarlo de los brazos de su madre para enterrarlo, un grupo de cristianos exaltados por las arengas de algunos predicadores mendicantes que culpan a los judíos de haber emponzoñado los pozos llaman a su puerta armados con aperos de labranza para animarlo a seguirlos. Es el progromo de 1391. Francisco, en mitad de la masacre dentro de la sinagoga, encuentra escondido a Abraham con su hermano bebé en brazos. En ese momento, cree ver el remedio a toda su pena, a toda su frustración y a los reproches de su mujer. A pesar de la oposición del hermano mayor, que había prometido cuidar de él, Francisco se lo lleva para sustituir a su hijo muerto. Desde ese momento, la vida de Abraham se centra en cumplir la promesa que hizo a su madre antes de morir y llevar de nuevo a David al sitio que le pertenece para cuidar de él y devolverlo a u verdadera fe.
El día que David fue arrancado de los brazos de su hermano, nadie era consciente de a cuántas personas y durante cuántos siglos tendría repercusión tal acto.
Seis siglos después, unas obras descubren lo que parece que pudo ser una sinagoga junto a la casa del inquisidor. Dante y Mara van a Los Cerros a trabajar en las excavaciones. Poco a poco irán descubriendo por qué aquella sinagoga no fue destruida y cómo aquellas viejas piedras les cambian la vida igual que a sus antiguos habitantes.
Descubrimos, en la lectura, a Pablo de Aguilar en estado puro…
Pablo de Aguilar González (Albacete, 1963) reside en Molina de Segura (Murcia) desde el año 2000. Es analista-programador de software, labor que combina con la escritura.
Ha publicado las novelas Los pelícanos ven el norte (ganadora del Tercer premio Qué Leer Volkswagen, 2010) e Intersecciones (finalista del Segundo premio Qué Leer, 2009) así como varios relatos breves por los que también ha recibido premios. Entre otros, Marcelina (Tercer premio Certamen de Narrativa Breve Canal Literatura, 2009); Regreso (Segundo premio relato corto «Concurso de poesía y relato corto Emilia Pardo Bazán, 2007»); y Angustia (Tercer premio en el IX Concurso de Narraciones Breves del Ideal de Granada, 2005). En el año 2015 publica Lo que está por venir (Ediciones del Serbal). Posteriormente ve la luz Cuéntame cosas que no me importe olvidar (2016, Ediciones del Serbal).
Pablo de Aguilar González es, además, miembro de la Orden del Meteorito de Molina de Segura.
Para los lectores de Agitadoras… nos recibe Pablo de Aguilar González… Gracias…
P.- Por favor, recuerde a los lectores quien es Pablo de Aguilar González.
R.- Pablo de Aguilar González es un informático que escribe. No sé qué más puedo decir. Vivo desde hace 20 años en Molina de Segura, aunque ahora me he tenido que trasladar de lunes a jueves a Madrid por circunstancias de la vida. En cuanto a la literatura, La sinagoga del agua es mi quinta novela publicada en papel (y no hay quinto malo). La sexta si contamos una edición digital. Como escritor disfruto creando personajes profundos y les doy más importancia que a las tramas. Porque, al fin y al cabo, todas las historias hablan de gente y eso es lo que me interesa a mí: la gente, prefiero indagar en cómo se sienten más que en qué les pasa.
P.- ¿Cuándo, cómo y por qué nace La sinagoga del agua?
R.- La Sinagoga del agua nace hace unos años en una visita a Úbeda. Donde tuve la suerte de que Andrea Pezzini hiciera de guía por la ciudad. Al final, nos propuso visitar una sinagoga que habían descubierto hacía poco donde antes había una peluquería. La visité y me quedé prendado de aquellos muros y del misterio que guardan. Esa sinagoga ha permanecido oculta durante varios siglos justo al lado de la casa de la Inquisición. ¿Por qué? Yo no lo sabía, no lo sé. Por eso tenía que contarme a mí mismo la historia de qué sucedió. Y así surgió La sinagoga del agua.
P.- ¿Cuál ha sido su base documental?
R.- Cuando decidí escribir esta historia, lo primero que hice fue comenzar a leer sobre aquella época, así como todo el proceso de descubrimiento de la sinagoga. Volví a visitar Úbeda y compré allí los libros que hablaban de cuándo unas obras hicieron aparecer esos restos. Miré fotos, compré libros y leí algunos de la historia de los judíos en España. Uno de ellos, el que más me gustó a mí, fue Historia de una tragedia, de Joseph Pérez. Pero hay muchos más y menciono a todos ellos, a modo de agradecimiento, al final del libro.
P.- De alguna forma, salvando las distancias temporales, ¿existe, hoy día, algún tipo de Inquisición?
R.- ¡Uy! ¡Claro que sí! No tan salvaje, evidentemente. Mucho más sutil. Todo este fenómeno de los "ofendiditos" va a conseguir que solo se pueda hablar de banalidades. Nos autocensuramos para no ofender en unos tiempos en que con cualquier cosa que digas aparece un ofendido. Ya sean animales, hombres, mujeres, enfermedades, orientaciones sexuales... Siempre estaremos ofendiendo a alguien. En este tiempo de eufemismos y autocensura, las redes sociales hacen de Inquisición y pueden quemarte por cualquier chorrada que ofenda a unos u otros. (Y, en fin, ya puedo prepararme para mi propia hoguera...)
P.- ¿Hay religiones intolerantes?
R.- No conozco todas las religiones. Lo que sé es que hay mucho intolerante a cuenta de ellas. No creo que ningún dios sea tan fanático como lo son muchos de sus acólitos.
P.- Una pregunta delicada... si quiere, déjela en blanco: ¿Moriría por algún sentimiento religioso... mataría por motivos religiosos?
R.- Ni moriría ni mataría por ningún motivo religioso en absoluto. Normal, para alguien que no es religioso. La pena es que los hay que sí lo son y que sí lo harían. Y creo que eso no es religión, es fanatismo. La religión es (o debería ser) otra cosa. De hecho, en mi opinión, la religión no es un mal. Pienso en los misioneros, pienso en esos curas de barrio que se implican con los más marginales. Pienso en toda esa gente que intenta hacer el bien y me da igual que lo hagan en nombre de Dios o de ellos mismos. Me olvido de las grandes jerarquías que no son más que políticos preocupados por su estatus. Prefiero mirar la parte buena y obviar la mala, que la hay, como en todo.
P.- ¿El pasado marca el presente?
R.- Somos lo que nos ha pasado. Claro que lo marca. Si nos remontamos a la Historia, se me ocurre ahora mismo qué hubiera sido de España si no hubiera vuelto Fernando VII. Claro que sí.
P.- ¿Qué está leyendo ahora mismo?
R.- Esta misma mañana he comprado un libro usado que se titula Libro de las memorias de las cosas. de J. Fernández Santos. No tengo ni idea de qué va, la portada es totalmente negra. Lo he comprado porque ese título me ha llamado la atención. Veremos.
P.- Venda su libro... ¿por qué hay que leer La sinagoga del agua?
R.- Porque es una historia de la gente, de sus bondades y de sus vilezas, que no varían con el pasar de los años. Porque cuando creo personajes estoy aprendiendo a mirar y espero que alguien aprenda conmigo. Y también porque se pasa bien leyéndolo, claro.
P.- Sus planes a corto y medio plazo ¿son?
R.- Pues pasar el siguiente día. Mi vida ha dado un vuelco últimamente y no hago planes a largo plazo. Tengo un manuscrito terminado. Una novela de género negro, o thriller, nunca sé calificar mis novelas. También llevo 300 páginas de lo que pretende ser una distopía que, de momento, está parado. Aún no sé si llegará a buen puerto o se quedará en el limbo de las historias sin contar. Veremos.