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ISSN 1989-4163

NUMERO 97 - NOVIEMBRE 2018

Los Años que Van Cambiando

Empar Bosch

Hace solamente una semana que una peluquera me preguntó: " ¿Y cuándo teñimos esas canas? "

¡Nunca! -contesté - Y sentí cierto remordimiento por el tono de mi respuesta.

Mis canas, mis arrugas y mis cicatrices son mi orgullo. Herencia de mi abuelo materno, tengo pocas canas; herencia de mi abuela paterna, pocas arrugas; cicatrices, creo yo, tengo muchas y guardo con celo cada una de mis canas, de mis arrugas y mis heridas.

Hoy he cumplido 53 años y no voy a decir que me siento joven porque, afortunadamente, no me siento joven que eso de sentirse joven es parecido a sentirse siempre a punto de llegar a alguna parte y yo ya he llegado a muchos sitios.

Superados los 30, una amiga mía me prohibió decir mi edad para que nadie dedujese la suya. De entonces conservo el orgullo de ir haciéndome vieja, sí, vieja, sin eufemismos. Adoro cumplir años. Cada uno de mis aniversarios es un reto, una suma de proyectos, una meta cada día más lejos aunque los años, según dicen, dibujan las fronteras más cerca. 

Creo que tenemos que desdramatizar la vejez, desmtificar la maternidad y la juventud y poner el acento dónde toca, que en cada vida el acento irá en uno u otro sitio pero, en mi caso, va siemrpe adelante, adelante y tan deprisa que nunca alcanzo el acento que llega siempre a todas partes antes que yo.

El de hoy ha sido el día de mi cumpleaños más hermoso, posiblemente porque tiendo a ver siempre mejor el ahora que el ayer y, en parte, es porque tantas amistades y tanto afecto me han acompañado.

Desde que me he despertado, que ha sido pronto, corro detrás de ese acento veloz que siempre es más rápido que yo pero, en el camino, me he encontrado vuestras felicitaciones y buenos deseos. 
La primera de mis felicitaciones, exactamente a las 00:00 ha sido holandesa. Luego he recibido felicitaciones desde Vietnam y Japón, que se despiertan antes. Más cerquita, me han felicitado de Vitoria, Madrid, Barcelona, Granada y Jerez de La Frontera, mucho desde la Isla, claro y, por último, desde Suecia, Suiza, Méjico y Estados Unidos. Doy gracias a Dios (y no sé si hasta hay que pedir disculpas por creer en Dios así como está el patio) y a la vida por cada una de mis heridas, por cada una de mis caídas en picado, por cada una de las veces que he remontado cismas. Doy gracias a Dios y a la vida por cada año que cumplo, por cada año que me acerca al fin de mis días porque, hasta que esa fecha llegue, seguiré siempre en crecida, creceré por dentro y por fuera, aumentarán mis canas, mis arrugas y mis kilos, mi mal genio, mi ansia de conocimiento, mi absoluto amor por la vida. Gracias por haberme acompañado hoy a todas las personas que, virtual o personalmente, habéis estado conmigo. Qué gusto me da hacerme vieja. Sí, vieja, dejemos de decirnos tonterías.

 


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