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ISSN 1989-4163

NUMERO 87 - NOVIEMBRE 2017

Subterráneamente

Victoria Salvador

Underground

  1. adjetivo/nombre masculino

[movimiento, obra] Que tiene un carácter contestatario, crítico o experimental y está al margen de los circuitos comerciales habituales.

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Los medios underground, como Agitadoras, están bajo (=under) tierra (=ground), igual que los topos, las lombrices y otros seres que probablemente aborrezcan la luz solar. Eso de estar bajo tierra suena muy Todos los Santos, más que Halloween.

Volviendo al tema: ese ser subterráneo de muchos medios humildes, en contraste con los reinantes que pueblan el mainstream, la gran corriente que todo se lleva por delante, -incluyendo la misma publicidad del mismo banco en el mismo día-, ha resultado ser una bendición en tiempos convulsos. Tiempos de conversación política omnipresente, de independencia, unidad, democracia, fuerza bruta, policías en barcos, urnas en iglesias, porrazos en colegios, duis y cientocincuentaycincos. La existencia y la actividad frenética durante las últimas semanas de webs de información alternativa, periódicos no pertenecientes a los grandes grupos mediáticos y blogs de opinión de todos los colores no solo han contribuido a aportar diversidad, puntos de vista y reflexión, sino que han sido absolutamente vitales para sobrellevar y evitar la indecencia y la amoralidad con las que hemos sido regalados por televisiones, emisoras de radio y publicaciones manipuladoras y mentirosas, siervas del régimen y del sistema. No hay periodismo objetivo, siempre habrá un mínimo filtro a lo que hagamos, pero entre el intento de objetividad y el encubrimiento de la verdad hay un sinfín de gradaciones. Y la ética por el camino.

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Y entre todo eso, este humilde medio underground recibe una invitación, de parte de una excelente profesional de la comunicación cultural, a una celebración de las importantes e interesantes que acaecen a menudo en esta nuestra Ciudad Condal, cuya capacidad de seducción no se ve amenazada ni por los secuaces del ISIS ni por los gobernantes que la habitan, que son muchos y de variado pelaje, a tenor del constante flujo de turistas que continúan recorriendo sus calles en plena semana tragi…cómica.

CaixaForum, la sede del evento, es mágica, y en estos momentos alberga tal cantidad de Warhols que una se pregunta si no habrá que acudir a los Piolines que aún dormitan hacinados y mal alimentados en el puerto para que los vigilen con sus rabiosas porras. ¿Y si los reconvertimos en policía cultural? Ay de quién me toque el cuadro de la sopa Campbell’s, ¡ay!

El motivo de celebración es el décimo aniversario de Plataforma Editorial. Ideada a las puertas de la crisis económica, su cosecha de más de 600 títulos con “autenticidad y sentido” viene acompañada de 700 árboles plantados. Literalmente, son libros llenos de humanidad(es) que siembran vida. Y que le dan vida a un gran número de personas, a quienes las vivencias y consejos vitales de autores como Karoline Mayer, -cuya frase “cuando se ama la energía nunca se acaba” me procura un instante de revelación-, empuja a seguir aceptando el día a día, sea ese día a día como sea.

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Me siento una gran impostora aquí. No sólo he sido invitada por amistad más que por méritos, -aunque el medio underground al que represento cuente con firmas de premio literario como M. Àngels Cabré o Care Santos- sino que nunca he leído un solo libro de Plataforma Editorial. Admito que, aparte de novelas de Salman Rushdie o Douglas Coupland, por citar favoritos, consumo biografías autorizadas o no de Bowie, Morrissey, Coco Chanel o Tamara de Lempicka, y que la literatura de no-ficción que llega a mi mesilla de noche acostumbra a ser ensayos sobre el glam rock y otros estupendos ladrillos de cultura pop. No obstante, la velada no va a estar huérfana de cultura pop: veo a Sor Lucía Caram y me muevo hasta que mi querida organizadora del evento me la presenta. Su carisma es tal que se pasa el rato rodeada; cuando llega mi turno, y tras dos besos de rigor, me doy unos segundos para descartar temas de los que estará harta que le pregunten y no se me ocurre otra cosa que preocuparme por su indumentaria cuando comenta que se levanta a las 4.30h de la madrugada para caminar por el bosque: ¿lleva todo el año el mismo hábito? ¿de qué tela es? ¿tiene hábitos de verano e invierno?

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Creo que los camareros me esquivan. Huelen a los impostores a años luz; los invitados legítimos se quedan en su lugar porque saben que van a ser servidos, los impostores sólo tenemos esperanza y eso se ve en los ojos. En mi caso y en el de una estupenda periodista de La Xarxa que me acompaña y que no tiene nada de impostora, que me cuenta lo ingrato que es trabajar en radio sin saber quién es tu público -ella elabora cápsulas informativas y de entretenimiento que se emiten en radios locales cuando éstas tienen a bien programarlas-, hasta las bandejas que ponen sobre nuestra mesa desaparecen hacia otras mesas en cuestión de segundos. Debe de haber una mano negra de los legítimos trasvasando bocaditos de foie con almendras.

Tras charlar con un doctor peruano que también se revela como impostor -ha venido para otro evento, pero este le ha parecido mucho más ameno y se ha colado- y que me relata un pequeño incidente con cierta prensa de su país a la que confiesa tener aversión, entre muchas otras historias, decido irme. Pienso en lo que he oído esta noche acerca del fundador y director de Plataforma Editorial, Jordi Nadal, ese “hijo de mecánico que quiso atornillar libros”, fan de Tintín y de Astérix, trabajador incansable y ser hiperactivo, cuyos autores adoran. Antes de volver al cielo rosa, a estas horas ya oscurecido, de esta Barcelona en vilo de finales de octubre de 2017, cuyo lema, a tenor de lo vivido esta noche de celebración cultural, podría ser business as usual, se me ocurre que Nadal es la más digna personificación de la frase “los catalanes hacen cosas”. Bona nit.

 


Underground

 

 

 

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